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Harry seguía dormido y era cerca del mediodía. Fue tan estúpido por mi parte hacer lo que hice. Si alguien estuviera aquí para juzgarme, se reiría y me acosaría durante años.

No era cocinera. Hervir el agua era ya un prueba difícil. Nunca había tenido que poner un pie en la cocina ni me había sentido obligada a preparar algo.

Oh bueno, mejor me acostumbraba a esto, porque no podía contar con que Harry lo hiciera todo por mí, sobre todo con una herida de bala en el brazo.

Y todo el sueño que había estado descuidando... tenía que aprender.

Cuando estuve en la República Dominicana estaba sentada cerca de la cocinera la mayor parte del tiempo. Y me acuerdo de ella haciendo un arroz.

Eran unos simples pasos. No debería echar a arder ni estar con las puertas abiertas todo el tiempo, como cuando me quedé en RD. Constantemente las mujeres me ofrecían comida, y si ponía un pie en su cocina me bombardeaban a preguntas.

Se suponía que era inteligente, y muchas veces he demostrado mi capacidad intelectual, a Harry y a mí misma. ¿Dónde quedaría eso si ni siquiera puedo hacer un arroz?

Empecé por buscar los ingredientes, yendo de un lado a otro por los muebles y la estufa.. De la nevera a isla de la cocina. Lo de cocinar se volvía más fácil a medida que avanzaba guiándome por lo que había visto en la gente que me había rodeado hasta ahora. Me avergonzaba ser lo suficientemente despistada como para no saber siquiera organizarme en la cocina. Odiaría hacer a las mujeres un estereotipo, de todas formas. No todas estábamos hechas para estar en una cocina.

Media hora después, se me cayó el agua hirviendo en los pies y en el suelo. Grité y mordí la palma de mi mano para aguantar el dolor. Sentía los pies doloridos, calientes, estaban rojos y empezaban a doler. Hice una mueca y recogí el bote que se me había caído.

"Estúpida, estúpida, estúpida," me repetí en voz baja, tratando de ignorar el dolor agudo en mis pies. Fue en vano porque tuve que sentarme con hielo en los pies. Suspiré con alivio antes de forzarme a seguir cocinando.

Estaba decidida a hacerle de comer a Harry. Estaba asqueada de mí misma por ser tan despistada e indefensa. Toda mi vida igual. Nunca pude hacer nada por mi cuenta y creía que esto sería refrescante y diferente en todos los sentidos.

Removí el arroz y me quemé la punta de los dedos cuando pasé los dedos por la parte inferior de la olla que estaba muy pegada a la estufa. Se me escapó otro fuerte grito. Me alegraba que Harry estuviese tan profundamente dormido, porque ya había gritado un par de veces y no se había despertado.

Eso sí, no es que fuese mala cocinera. Era porque estaba nerviosa y estaba siendo estúpida. Definitivamente, Harry sería el tipo que me lanzaría el plato mi propia comida a la cara.

Cuando intenté freír el salami, el aceite me salpicó en los brazos y justo por encima del dedo índice, mi piel quemada por los nudillos.

Me quemé unas cinco veces haciendo esto. Gemí de dolor y suspiré fuertemente.

"¿Qué... estás haciendo?"

Me di la vuelta rápidamente, mis labios entreabiertos y mis ojos mirando a los cansados de Harry. Entrecerró los ojos escaneando la cocina y luego me miró fijamente. Su cansada, rasposa y ronca voz matutina tenía mis hormonas descontroladas.

Traté de decir algo, pero el salami de la sartén crepitaba y salpicaba, haciéndome saltar lejos y gritar. Con el corazón casi en la garganta, tragué saliva y me encogí de hombros.

"Bueno... he intentado cocinarte algo." Murmuré en voz baja. Creo que ni siquiera me escuchó.

Harry frunció el ceño profundamente. "¿Qué?"

Dust Bones [ES] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora