Capítulo veintitrés: Adoro las pizzas.

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Las horas pasaban y yo seguía muerto del asco en el sillón. No quería mandarle ningún mensaje a Ana por ahora, supongo que ya estará en Barcelona y quiero que disfrute. Me he tomado de manera irrelevante lo que me ha dicho de que sea un pesado y no la deje en paz en todo el día, no soy tan cruel para hacerle eso. Además, supongo que el plan de Álex es ligársela en la fuente Mágica de Montjuic. Y no le voy a privar de ese privilegio, después de todo ambos se aman ¿no? ¿Quién soy yo para obstruir ese amor?

Lo peor de todo no es que las horas pasasen y ya está, sino que yo no las estaba aprovechando. No le estaba dando vida a mi querida tarde, ni si quiera adelantaba en mi trabajo. Soy escritor y no tengo inspiración, debería ir a verme eso. Y tampoco había nada en la televisión. En definitiva, es una de esas tardes aburridas en las que no te apetece salir, ni eres capaz de hacer nada y solo quieres ponerte a comer y dormir.

Sí, no solo las chicas se ponen como locas engullendo helados de chocolate y viendo películas. Yo al menos ya estaba ahíto.

¿Y si me ponía a jugar a la play? Nah, voy a ser un hombre trabajador y voy a salir a dar una vuelta, a ver si así al menos encuentro a mi numen* interior para proseguir con mi libro.

Mi historia es simple. Y no, no es una de esas sangrientas que tienden a leer los chicos, sería demasiado obvio ¿no? Por sorprendente que sea tampoco es una novela romántica y no es por el hecho de que quede como una persona gay o porque me juzguen al escribir esas cosas, sino que porque también sería algo común. Típico chico romántico que escribe romances para que todas las chicas caigan a sus pies. Pues no. Es decir, soy romántico (como todo hombre cuando se enamora) pero digamos que eso prefiero mostrarlo con una pareja y no a medio mundo.

Mi relato trata sobre un chico con serios problemas mentales, con ataduras del pasado pendientes que resolver. No puede rehacer su vida por todos los trastornos no solucionados, y por ende, no puede seguir avanzando. Está en una parte de su vida que se encuentra estancado e incluso con la chica que ama tampoco puede estar por ciertas circunstancias que se le han presentado. No le va nada bien ¿eh? Obviamente ya tengo escrito el final o al menos una idea de ello, pero claro, no voy a hacer spam. Ya se lo contaré a mi futura esposa cuando la conozca, o me conformo en contarlo cuando mis historias se publiquen.

Aunque si lo pensamos, tiene cierta paradoja en ella. La vida es así, te hace sufrir mucho pero, sorprendentemente, siempre hay algo que te sale bien. No digo que sean miles de cosas las que te salgan de manera aceptable, pero sí que tarde más o menos, algún aspecto de tu vida cambia. Desgraciadamente, te ocurre de manera inconsciente y cuando te quieres dar cuenta alomejor es demasiado tarde o bueno, también puedes tener suerte y seguir teniendo esa oportunidad ahí por estar reciente.

Depende de lo estúpida que sea esa persona y de las neuronas que posea.

Una bicicleta chocó contra mí, haciéndome caer y estampándome la cara contra el frío suelo de la calle y haciendo que dejase mis pensamientos y reflexiones a un lado. ¿Pero qué cojo...?

—Disculpa. —Dijo una voz femenina. —¿Estás bien? —Preguntó mientras que me ayudaba a levantarme.

¡Pues claro que no estaba bien! ¡Me acabas de atropellar con la bici puta loca! ¡Mira por dónde vas!

Evidentemente no fue lo que le dije porque extrañamente sus ojos me quedó hipnotizado. ¿Acaso había un azul más claro? ¿Una mirada tan intensa? ¿Algo más lleno de profundidad? ¿Algo que te hiciese tanto desearlo? ¿Qué te tentase al pecado?

—¿Estás bien? —Preguntó de nuevo. Salí de mi ensoñación y bajé la vista mientras me sacudía los pantalones.

—Sí, no te preocupes. —Le dediqué una sonrisa.

¡Suerte, sonríeme! (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora