Mudanza. Cap. 3

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Después de horas en la carretera, de aburrirme del mismo discurso de mis padres explicándome la razón por la que cambiamos de ciudad, como si fuera un chiquillo estúpido y de haber derramado una que otra lágrima producto de la rabia, impotencia y la resignación, hemos llegado a un enorme residencial con casas a ambos lados de la calle, pequeños jardines que dan la bienvenida y las casas contemporáneas y pintorescas adornan el lugar. Diría que no parece ser un lugar para millonarios, pero están bien cuidadas y el lugar es muy hermoso.

Llegamos a nuestra casa y no pude evitar contemplarla, de un solo nivel, con grandes ventanales y colores sobrios, un pequeño jardín perfectamente cuidado y un camino que nos invita a entrar. Al llegar, nuestras cosas están esparcidas por todo el lugar y rápidamente salgo de la sala en busca del pasillo que me conduzca a las habitaciones, luego de unos minutos de inspección encuentro la ideal para mí. La casa tiene 3 habitaciones, la principal que es un poco grande e iluminada, un gran ventanal en uno de los lados, un baño principal y walking closet, las otras dos habitaciones son un poco más pequeñas pero tienen su propio baño, al menos un punto a mi favor, aunque ¡Vamos!, soy hijo único. 

Horas después, y mucho trabajo de por medio, he arreglado mi habitación, me lanzo sobre la cama, todo el estrés y las emociones intensas hacen mella sobre mí, minutos después y me quedo dormido como por arte de magia.

De nuevo me encuentro en la oficina de mi padre, y frente a mí sentada en el escritorio está Jaribell, me explica sin inmutarse unos temas de física, y yo solo asiento una que otra vez mientras me pierdo en sus ojos, como todo un tonto. No sé qué rayos tiene ella que me pone así, a penas tengo dieciséis años pero he salido con algunas chicas, y una que otra vez solo por acompañar a Kerlin en sus conquistas, nada serio, pero ninguna ha captado tanto mi interés como ella.

Y no logro entender por qué, pero no me detengo, la observo cada vez que puedo y desde el primer día de clases, no he dejado de tener todo tipo de sueños con ella, en algunos me abofetea, en otros responde a mis besos y en otros solo me torturo justo como ahora, perdiéndome en sus ojos, mis pozos negros favoritos. ¡Qué cursi!

- Eduardo, ¿me estás escuchando?- dice molesta mientras mueve una mano frente a mi cara.

- Eh, sí por supuesto, mmm no, lo siento, me dis-traje. - Contigo, eres todo lo que puedo pensar... me distraje contigo- ¿Qué decías? - me estrujé un poco toda la cara y puse ojos del gato con botas pidiendo perdón, ¡Como si eso fuera a funcionar en contra de su fría mirada!

- Escucha, no voy a perder mi tiempo contigo sino estás prestando atención - se pone de pie y me mira con cara de pocos amigos - cuando te decidas y pongas de tu parte, me llamas - me fulmina con la mirada y va a por sus cosas.

Me levanto de mi asiento y la detengo sosteniéndola por la muñeca y la volteo hacia mí, mira mi mano y la aparta rápidamente de ella.

- ¿Se puede saber qué carajos haces?- pone su peso en un pié y con el otro da pequeños golpecitos sobre el piso mientras me mira algo confundida solo por un segundo, luego solo con molestia, aunque podría jurar que ella sintió lo mismo que yo cuando la toqué.

- Está bien, lo siento ¿sí? Solo estaba un poco distraído, no va a pasar de nuevo. ¿Retomamos la clase?- Y le indico con una mano su asiento de hace poco. Solo espero que esta vez sí se quede.

Se debate unos segundos y mira su reloj.

- Bien, nos queda aún media hora, mientras no repitas lo de antes, no habrá problemas.

Feliz asiento una vez con la cabeza y me dirijo a mi asiento, una sonrisa boba lucha por curvarse en mis labios, pero no la dejo salir, no del todo.

Despierto algo sudado y con los latidos a mil por hora, me estoy cansando de estos sueños diarios, que me han acompañado todo el verano. Miro la hora de mi móvil y apenas son las 4 de la mañana, así que decido intentar dormir de nuevo.

*****

Durante todo el sábado ayudé a mi madre con la mudanza, ya que mi padre está muy ocupado con su nuevo trabajo y su viejo amigo y socio de toda la vida.

- Eduardito, hoy cenaremos en casa de nuestros viejos amigos, ya los conoces, los Andrei- dice mi madre y me analiza con la mirada.

- Claro, ¿tengo otra opción? - digo cortés y le dedico una sonrisa, a medias, pero una sonrisa al fin.

Pasaron las horas y esperamos ya listos en la sala de estar. Estoy cansado, aburrido y muy inquieto, todo a la vez. El sonido repetido de una bocina nos saca de nuestra conversación y de mi ensimismamiento, mi padre nos vino a recoger para ir a la dichosa cena de bienvenida. ¡Sospecho que será una larga noche!.

Opuestos atraídos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora