Soy el Aire

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-¿Quién... quién está ahí?- Se escuchó a duras penas su débil y tímida voz sumergida entre las tinieblas. Di un paso hacia adelante, dejando que los débiles rayos del sol que lograban atravesar aquellos oxidados barrotes iluminasen mi rostro. Cuando lo vi con mayor claridad, ciertamente... no se trataba de la primera vez que millones de sentimientos que era incapaz de nombrar brotaban en mí, pero sí que había algo diferente esta vez, algo que hizo mis piernas flaquear. Ese algo, había estrujado mí ya roto corazón una vez más y no era capaz de entender cómo es que lo había logrado.

¡Estaba asustada, agotada, de fingir valentía y encarar al pasado una vez más! Solo quería escapar de mi misma, dejar de una vez por todos los sentimientos de soledad, tristeza y humillación.

El antiguo soberano elevo la cabeza con debilidad, en sus ojos pude ver lo difícil que era para él verme ya con claridad. Examine su atrofiado cuerpo pero no logre divisar un solo punto donde no hubiese huella de maltrato. Estar a su alrededor era apenas soportable; su cuerpo lleno de barro, cortadas, moretones y sangre seca, descansaba sobre un suelo húmedo teñido de rojo. Su fino ropaje ahora no eran más que trapos que apenas si podían cubrirlo de la frialdad de aquella oscura celda. Sus extremidades, piernas y brazos, se encontraban encadenados al suelo dejándole apenas la libertad de ponerse de pie.

-¿Sientes miedo?- murmure más bajo de lo que creí, sin poder evitar verle fijamente -Tal parece que no comes bien-

-¿Quién eres tú?- articulo exasperado, contrayendo su cuerpo a la pared, escupiendo cada palabra lleno de ira.

-No he venido a hacerte daño. Esta es la primera y última vez que me versas, por lo tanto, no necesitas saber mi nombre- podía escuchar el débil eco de mi voz y comencé a sentirme atrapada. Camine hacia los barrotes oxidados para así mirar al exterior; podía sentir su curiosa mirada sobre mí en todo momento y la piel se me erizo. La ventana era sumamente pequeña, apenas el grosor de dos ladrillos, además de estar lo suficientemente lejos del prisionero para que este no pudiese mirar a través de ella.

Doloroso, perturbante, insoportable. Saber que la libertad esta solo del otro lado de ese frio muro.

Le sonreí, sin conocer mis propias intenciones -Siempre, has escogido el camino equivocado-

-¡Si vienes a decirme que soy un idiota, no necesitas hacerlo, lo sé!- pronuncio con fastidio al bajar la mirada.

-¿Tan importante es para ti el ser Rey? ¿Tanto como para matar a tu gente? ¡¿A tu Reina?!-

¿Qué tenías por dentro, que el amor nunca satisfacía? ¿Qué es lo que tenías roto dentro de ti?

-Tenía miedo- admitió -¿Sabes que hacen con los prisioneros de guerra? ¡Solo mírame!- alzo sus cadenas y estiro las piernas brindándome una mejor vista de su herido cuerpo -¿Puedes siquiera imaginar qué hubiese sido de mi esposa y mi hija, siendo tan hermosas como los pétalos de una flor? ¡Su honor hubiese sido masacrado! ¡No quería que sufriesen tal infierno!-

-¿Crees que solo diciendo que lo hiciste por "amor" justificaras tus acciones?-

Apoyo la cabeza contra el muro y se rasco la barba -Sé que no, pero por muy cobarde que suene, en ese instante no era capaz de pensar con claridad-

-Si hubieses sido capaz, ¿Qué gran diferencia hubiese habido?-

Intente que camináramos juntos... creí que estabas a mi lado, y cuando finalmente creí alcanzar la cima, te habías ido. Hice mi camino, un camino sin ti. Durante el proceso perdí la cabeza una y otra vez. Y encontré el camino hacia ti otra vez.

Toda esta historia, siempre ha empezado y terminado por ti.

-No lo sé, juro que no lo sé- miro al suelo por largo rato y adivine que estaba reviviendo en su mente los buenos momentos junto a su familia -Ame a mi esposa, con todo mi corazón... aun cuando esta haya muerto a causa mía. También ame profundamente a nuestra hija. Nunca podre perdonarme el haberla acorralado de la forma en que lo hice, el haberla asustado tanto, como para que tomase la decisión de suicidarse frente a mis ojos- se froto la sien en un vano intento por disimular las lágrimas que luchaban por emerger -¿No vienes a matarme?- susurro con seria decepción a la cual yo sonreí.

-En el pasado, no me lo hubiese cuestionado ni por un solo segundo. Pero con los años, he cambiado más de lo que yo misma puedo creer-

-Si no vienes a matarme... ¿Por qué estas llorando?- deje de agachar la cabeza y la levante con valor, sin limpiar mis mejillas, sin hacer escándalo, sin sentirme avergonzada.

Nunca seré la misma. Estoy atrapada dentro de los recuerdos, las promesas.

Pero eso no significa que he muerto, sigo viva, sé que aún lo estoy. Solo, tengo que cerrar los ojos y saltar, porque puedo volar.

-Tu hija está viva-

-Mientes- refuto de inmediato con amargura.

-Ella salto hacia su inminente muerte desde la torre más alta del palacio, pero puedo asegurarte que está bien. He estado junto a ella- él me miro, rogando en silencio porque mis palabras no fuesen hipocresía -Puedes confiar en mí, es la verdad. Ella no está sola, trata de llegar a ti-

Volvió a bajar la mirada y su cabello crecido y enmarañado le cubrió los ojos; por el tono de su voz fui capaz de adivinar que el derrotado soberano finalmente le permitía a su vieja y afligida alma, llorar un poco-Gracias a Dios. Gracias a Dios-

-¿Estas feliz?-

Soltó una leve carcajada y note como sus mejillas se inflaron -¿Es que acaso no vez mi rostro?-

Tengo miedo de confiar en ti, de lo que mis ojos puedan mostrarme... pues así como lo fue en el pasado, puede que no sepa interpretar correctamente lo que ellos me muestren.

-¿Dónde está ella?-

-En las montañas del Sur-

El señor Heartfilia sonrió mientras acariciaba sus heridas muñecas, lamentándose de sus pecados -Mi pequeña, seguro que se ha hecho muy fuerte-

Lo observe fijamente y por alguna razón logre sonreír. Con el corazón oprimido, me acerque a los barrotes; había llegado la hora de marcharme -Espero que tengas una larga vida-

-¡¿Te vas?!- escuche el tintineo de las cadenas y fui capaz de ver como con torpeza trataba de ponerse de pie y alcanzarme -¡¿Pu-Puedes decirme tu nombre?! ¡Por favor!-

Sonreí al sentir un calor sofocante en mi corazón y cuando fui consciente de ello, las lágrimas volvieron a caer por mis mejillas -Preferiría que no... me hace feliz saber que aun estas vivo. No le causes más dolor a tu hija y resiste un poco más- retire la mirada de él y mire por entre los barrotes. Era un día soleado.

Mi amor, finalmente... he podido perdonarte.

Cerré mis ojos y solté el aire dentro de mí. El viento cubrió mi cuerpo y me disolví con él. Finalmente, podía volar.

Eres Todo en Mí [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora