✖Prefacio✖

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"Ayuda"


— Ya pasó más de un año mamá — digo con las lágrimas apunto de desbordarse — ¿Tú crees que no siento la culpa todos los malditos días? Lo extraño con mi maldita alma — ya no puedo controlar las lágrimas, así que estas caen efusivamente— ¿No puedes perdonarme? yo muero con la culpa todos los días.

— Fuiste una estúpida ¡Yo debía cuidarlo, pero tú me lo arrebataste!  —   mi madre me mira con odio y sus labios forman una línea recta— Fuiste una niña idiota cuando quedaste embarazada a tan temprana edad, pero ese niño pudo haber sido tu oportunidad para que cambies. Y ahora está muerto. Y todo por culpa tuya— mis sollozos no hacen más que intensificar la culpa que llevo dentro.

— Basta,  no digas más —  cubro mis oídos con mis manos, no quiero seguir escuchando lo que dice — Por favor, para — digo en un sollozo.

— Y ahora vienes a llorar cuando realmente estás feliz de que te quitaran ese peso de encima. O al menos así pensaste cuando quisiste abortarlo — no aguanto más, levanto mi mano y esta impacta con la mejilla de mi madre. Su rostro queda de lado y después voltea, su rostro refleja asco y repulsión— ¡Fuera de mi casa! ¡Vete, ahora mismo!— dice para después agarrarme del cabello y levantar mi rostro para mirarla fijamente — ¡Eres una malagradecida! Todos estos años estuve soportándote por mi nieto, sólo por él. Ahora que ya lo mataste, te puedes largar de mi casa. Vete ahora mismo.— luego suelta mi cabello y caigo de rodillas.

Las imágenes de su cuerpo tirado en la carretera después del accidente inundan mi cabeza. Las palabras del doctor cuando dijo que había fallecido no dejan de sonar una y otra vez. "Lo siento, pero el niño falleció en el preciso instante del accidente". Yo lo maté, yo fui quien enloqueció cuando vi a la persona que supuestamente me amaba, engañándome. Yo me lo llevé de esa casa enojada. Con la rabia en mis venas. No pensaba ni veía con claridad, y mi pequeño sufrió la consecuencia de ello. Mi madre tiene razón, yo soy la culpable de todo. 

Hace dos semanas se cumplió el año de muerte de Adam, mi pequeño. Tenía seis años cuando dejó de existir. Era un niño feliz,  la única persona por la que yo me levantaba todas las mañanas y hacía que todos los problemas se esfumaran cada vez que sonreía. Lo amaba, a pesar de que mi madre diga que yo nunca lo hice. 

Fue muy irresponsable  quedar embarazada a los diecisiete años. Cuando me enteré de la noticia lo primero que vino a mi mente fue que no estaba lista para tener un bebé, acababa de salir de la secundaria y ni siquiera tenía un empleo o una forma de brindarle lo que necesite. El aborto se cruzó por mis pensamientos, incluso estuve buscando información sobre este para poder realizarlo. No quería que mi madre ni su padre se enterase. Estaba decidida en abortar, le conté todos los detalles de mi decisión a una amiga; le pedí que por favor no le dijera a nadie. El día de la cita médica no pude hacerlo, no pude destruir la vida que crecía dentro mí. Así que, después de la consulta, decidí contarle a Steve— el padre de mi hijo— que estaba embarazada y que él era el padre. Su reacción no fue inesperada, negó rotundamente que ese bebé era el suyo; para después simplemente irse y no verlo nunca más. Ese día cuando llegué a mi casa, mi madre estaba esperándome sentada en un sillón. Tenía el ceño fruncido y los labios en línea recta. Lo primero que hizo cuando me vio fue golpear mi mejilla con la palma de su mano y decirme que era una estúpida por haber quedado embarazada. Me prohibió que abortara, traté de explicarle que no lo iba hacer pero ella repetía una y otra vez que era una estúpida. 

Lloraba todas las noches sola en mi habitación, con la única compañía de mi bebé. Mi madre no me apoyó en el proceso de gestación, mi hijo crecía dentro mío y yo sabía que él siempre iba ser mi apoyo y mi razón de vivir. 

Obsesión MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora