✖Capítulo Uno✖

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"Estoy aquí"

El día que James apareció, mi vida cambió rotundamente. No para mal, al contrario me hacía sentir amada y reconfortada. Los primeros días que pasaba a mi lado, me sentía protegida. Aún recuerdo la forma cómo reaccionó cuando se enteró que no tenía a dónde ir y que tampoco tenía dinero. Se enojó mucho, no conmigo, se enojó con mi mamá y con el señor que me robó el dinero. No lo conocía de nada, pero él mostraba preocupación por mí. Me dijo que podía quedarme en su casa, que tenía un cuarto libre. Insistió demasiado, me pidió que confiara en él. No tenía donde ir, pero tampoco quería arriesgarme. Sin embargo, su insistencia y la necesidad de encontrar un lugar en dónde quedarme pudo más. Acepté quedarme, y le dije que cuando consiga el dinero le devolvería el pago de la habitación. Se negó, pero yo no podía quedarme gratis. Me callé y me dije que luego hablaría con él sobre ese tema.

Cuando ingresé a su casa, me sorprendió lo grande que era. Incluso tenía una piscina y un enorme patio. No tenía decoraciones, era negra y sombría. Pero era acogedora. Me mostró la habitación en la que me iba a hospedar, tenía un baño privado y un closet. La cama era mucho más grande de la que tenía en casa de mi madre. Toda la habitación era blanca, incluso la alfombra. Era muy hermosa.

Ese día preparó lasaña, me invitó a que comiera junto a él. Después de un baño muy refrescante, bajé y cenamos juntos. No hablamos, solo comíamos. No era incómodo, era un silencio que dejaba muchas palabras en el aire. Quería hacerle muchas preguntas, pero sentía que iba a ser muy entrometida. Me ofrecí a lavar los servicios y él me acompaño con su mirada todo el tiempo. Por alguna razón me reconfortaba que me mirara de esa forma, no sabía por qué pero sentía que era especial, que sólo yo recibía esa mirada de parte de él.

Con un "buenas noches" nos despedimos y luego cada uno se dirigió a su habitación. Estuve dos horas mirando el techo, sin ningún punto exacto, perdida en mis pensamientos. Y cuando por fin logré cerrar los ojos, estos no duraron mucho tiempo. Una pesadilla se desataba en mi cabeza.


— Mami— era la voz de Adam— Mami, ayúdame— su voz sonaba quebrada, como si hubiese estado llorando.

— ¡Adam! ¡Adam! ¿Dónde estás?— grité desesperadamente. No lo veía, sólo escuchaba su voz gritando por ayuda— ¡Adam!

— Vaya, vaya, vaya— esa voz se me hizo conocida, buscaba el rostro de la persona que hablaba pero no lo encontré. Todo estaba oscuro. Pero él seguía hablando Hola pequeña rubia— su voz demostraba burla. 

— ¿Quién eres? ¡¿Dónde está mi hijo?!— pregunté con un fuerte grito

— Creo que te olvidas muy fácilmente de las personas— su rostro apareció en la oscuridad. Lo reconocía, era él tipo que trató de abusar de mí. Estaba sonriendo y sus manos estaban juntas a la altura de su pecho. — ¿Creías que me iba ir sin terminar lo que hice?— su sonrisa era amarillenta y perversa.

— No me importa lo que hagas conmigo ¿Dónde está mi hijo?—   traté de acercarme a él, pero rápidamente su rostro desapareció y se trasladó al otro lado de la habitación.

— Si haces todo lo que te pido, tal vez viva— corrí y traté de alcanzar su rostro. La rabia corría por mis venas y lo único que quiero hacer era golpearlo.— No logras alcanzarme— su risa inundó todo el lugar.

—  ¡Dame a mi hijo!— exclamé lo más fuerte posible.

—   Voltea y sálvalo tu misma — su rostro que antes tenía una sonrisa, se esfuma. Voltee y lo que encontré hizo que me estremezca. Adam estaba al costado del hombre. Su mano sostenía el rostro de mi hijo, y con la otra mano un cuchillo se encontraba en el cuello de Adam. Mi pequeño lloraba, pero no escuchaba sus sollozos, un trapo cubría su boca. El hombre sonreía y me miraba con malicia.— Corre o no llegas— gritó y luego rió.

Corrí lo más rápido que pude, pero pareciese que no avanzara. Cada vez los veía más lejos. Corría con todas mis fuerzas mientras lágrimas brotaban de mis ojos. Mis pies se movían, pero no lograba avanzar ningún paso.

— ¡Adam! ¡Adam!— grité. 

Vi cómo presionaba el cuchillo en su cuello, gotas de sangre brotaban del cuello de mi hijo.

— ¡No! ¡No!— mis gritos se escuchaban somo susurros. Cerré los ojos por un segundo. Pero cuando los abrí, encontré el cuerpo de mi pequeño tirado en un charco de sangre y el hombre sostenía el cuchillo con sangre— ¡No! ¡No!— mis gritos parecían más lejanos.

Repetía una y otra vez que esto no era real, pero mis ojos seguían viendo el cuerpo de Adam. 

Mi cuerpo se zarandeó y escuché que decían mi nombre.

— Maia, despierta— dijo una voz. 

Cuando abrí los ojos me encontré con unos profundos ojos negros. La imagen del cuerpo de Adam cruzaba mi mente. Me levanté de la cama y fui a la esquina de la habitación. Mami, ayuda. Recuerdo que me tapaba las orejas con mis manos y las lágrimas salían de manera efusiva.

— No, no, no, no, no— repetía una y otra vez mientras mi cuerpo se balanceaba adelante y atrás — No, no, no, no. 

— Estoy aquí. Maia mírame— era la voz de James— Mírame— posó su mano en mi barbilla e hizo que levantara el rostro— Nadie te va hacer daño— tomó mis mejillas con su dos manos y luego sus labios se dirigieron a mi frente donde dejó un pequeño beso— Tranquila—  me abrazó todo el tiempo que estuve sentada en el piso. Cuando estuve un poco más tranquila, me llevó hacia otra habitación para luego acomodarme en la cama. Aún seguía en un trance, pero en el momento que James se acostó a mi costado, y luego extendió sus brazos para que yo pudiera estar en medio de ellos; mis miedos disminuyeron. En algún momento de esa noche logré quedar nuevamente dormida. En los brazos del hombre que estuvo en dos de los momentos más vulnerables de mi vida y no se alejó. El hombre que en algún momento me salvó. El hombre que en ese momento me consolaba sin preguntar el por qué. 


Obsesión MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora