✖Capítulo Extra✖

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"No lo permitiría"

James

Su cuerpo aún seguía tendido en la cama, dormía plácidamente. Se había entregado completamente a mí. Aún podía escuchar los gemidos que brotaba de sus labios y podía sentir sus manos en mi espalda. Fue la única vez que me deleité teniendo sexo. Nunca nadie había hecho que me sintiera de esa forma, tenía la necesidad de tratarla con cariño y disfrutar de cada momento de ella. La amaba, lo era todo para mí. No quería alejarme de ella, por eso siempre la acompañaba a todo lugar. Nadie debía hacerle daño, ni siquiera yo podía. Ella me dio algo que no pensé que necesitara, pero cuando la tenía a ella no quería dejarlo.

Tuve que levantarme temprano, recibí una llamada de uno de mis hermanos. Necesitaban de mi ayuda en un encargo que debíamos hacer. Ellos eran mi familia —después de Maia, ellos eran los más importantes— fueron los que me brindaron su apoyo en unos de los momentos más solitarios de mi vida. Me acogieron como una verdadera familia, es por ello que estoy muy agradecido. Me vestí y fui a la casa de Brody —uno de los más cercanos— con un cigarrillo en sus labios y una botella de licor en la otra, me recibió. Cuando arreglamos los inconvenientes, quería salir de ahí y regresar con Maia. Ya le había contado un poco de Maia, me dijo que tenía que presentársela.

— Ya no vienes como antes. — fumó de su cigarrillo— Debe traerte realmente loco.

— Es lo más importante que tengo en estos momentos.

—Sabes que no debes encariñarte mucho con las personas, pueden hacerles daño. —su mirada era seria.

—Yo no lo permitiría. — Brody siempre trataba de sacar el tema, me lo decía como una advertencia. No de parte de él, sino de las personas con las que tenemos cierta rivalidad. Yo sabía que Maia podía estar en peligro, pero también sabía que mientras esté conmigo yo no permitiría que nadie le toque ningún cabello. — Debo irme.

Me despedí de él y me subí a mi auto. Durante el trayecto mis pensamientos se enfocaron en lo que había dicho Brody. Él había perdido a dos de sus familiares, es por ello que ahora no se encariña con nadie. Su vida son mujeres que conoce en una noche y el alcohol. Tal vez era muy egoísta de mi parte no haberle dado la opción a Maia de alejarse o quedarse conmigo, pero no quería tenerla lejos. Eso era lo que menos quería. Me dolía tener que mentirle —no de mis sentimientos hacia ella — sino sobre mi vida. Sé que no preguntó mucho sobre el tema, pero mentí en lo poco que dije. Ella no necesitaba saber, por lo menos hasta que nuestra relación sea más sólida. La amaba y no quería que se vaya de mi lado.

Estacioné el auto y luego me dirigí a mi casa. Subí a nuestra habitación, ella aún seguía dormida. Me gustaba verla así, calmada. Sin problemas que la atormenten. Sin pesadillas que ronden su cabeza. Sabía que ella también tenía un pasado, no debía presionarla para que me lo diga. Si ella quería contármelo, yo estaría encantado de escucharla.

Besé su frente y luego bajé a la cocina. Empecé a preparar el desayuno. Sabía que le gustaba los waffles y el jugo de papaya. Prendí la licuadora y puse la papaya. El sonido característico empezó a rondar en toda la cocina. Cuando la apagué, escuché el sonido de un bostezo detrás de mí. Volteé y me encontré con el soñoliento rostro de Maia. Tenía puesta una de mis camisetas, cubría la mitad de sus muslos. Su cabello estaba recogido en un despeinado moño. Estaba descalza y una sonrisa adornaba su rostro. Era hermosa y era mía.

—Buenos días — dijo con la voz un poco ronca.

— Buenos días preciosa —me acerqué a ella y besé sus labios. Alcé de ella y sus piernas se enrollaron en mi cintura. Sus manos estaban en mis hombros. Me acerqué a la encimera y luego senté su cuerpo. Se alejó para poder respirar, pero sus ojos estaban puestos en los míos — ¿Dormiste bien? 

— Sí. Bueno lo poco que dormí —sus mejillas se sonrojaron. Me encantaba eso de ella. Sonreí.

— Me alegro mucho.—mis manos tocaban sus piernas desnudas —Debo confesarte que yo tampoco dormí mucho, una fiera estaba a mi costado y necesitaba de mí.—su mano dio un suave golpe en mi brazo— Fue hermoso, tú eres hermosa.— nuevamente me besó, pero esa vez fue más intenso. Su puño agarraba mi camiseta, mi mano estaba en su cintura. Necesitaba de ella nuevamente. Cuando me dispuse a cargarla y llevarla a la habitación, el sonido de la máquina de waffles sonó. Maia se alejó.

—Creo que ya está listo —dijo en un susurro casi inaudible.

— Tienes razón —me sonrió y luego bajó de la encimera, sacó los waffles y los puso en un plato. Serví el jugo en dos vasos. Nos dirigimos a la mesa y los dejamos ahí.

Nuestro desayuno fue tranquilo. Aún necesitaba de ella, es por ello que cuando Maia lavaba los vasos, me acerqué a ella y la cargué en mis brazos. Subí rápidamente las escaleras, mientras ella reía. Posicioné su cuerpo en la cama, quité mi camiseta y la besé.

Nuevamente la hice mía.

Obsesión MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora