✖Capítulo Cinco✖

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"Completamente mía"

Los días fueron pasando, nuestros sentimientos se fueron haciendo más fuertes. Podía ver el cariño  a través de sus ojos. Los besos que me robaba de tarde en tarde. Las cosquillas que me dejaban sin respiración, pero que después terminaban en tiernos besos en el sofá. La forma que tomaba mi mano cada vez que salíamos. Todo de él hacía que mis días mejoren. Lo nuestro no tenía nombre, pero nuestros actos reflejaban los sentimientos del corazón. 

Sabía que en algún momento tenía que contarle sobre mí. Sobre Adam. En varias oportunidades me preguntó , y yo esquivaba cada una de sus preguntas. Él no era tonto, sabía que algo malo debió de haberme pasado. Pero no sabía la magnitud de perder un hijo. Es lo más doloroso que pude haber sentido. Incluso en esos momentos, el dolor se hacía presente con lágrimas que eran derramadas en silencio. Debía juntar las fuerzas suficientes para contar algo tan doloroso como eso.

En algunas ocasiones, cuando James salía a comprar, revisaba las fotos de Adam. Esas que estaban guardadas en un álbum de fotos que él mismo hizo. Las sonrisas y sus gestos hacían que recuerde los momentos en el que, en nuestra pequeña burbuja, éramos felices. Donde él era mi fuerza. Como esa vez que junté el dinero necesario para comprarle una bicicleta, era una de esas que tenía dos rueditas en la parte de atrás. No era la bicicleta más costosa, pero era la que él quería. Me pidió que lo ayudara a conducirla. Todos los días íbamos al parque, nos quedábamos alrededor de dos horas. Nunca me aburría con él, podía estar jugando todo el día a su lado. Como dije, las lágrimas eran inevitables, cómo no recordar a la persona que más amaste en tu vida, cómo olvidar la vida que por nueves meses yacía en mí. Nunca lo haría, pero tuve que aprender a vivir con ello.

Sin embargo James me devolvía una parte de lo que perdí. Nunca iba a ser suficiente, pero sabía que parte de mi pequeño iba a estar reflejado en el amor que yo sentía por James.

Recuerdo que una tarde, me pidió que vaya a comprar un vestido. Dijo que había preparado una sorpresa para mí. Le pregunté cual era la sorpresa, pero lo único que hizo fue sonreír y decirme que compre un vestido. 

Me dirigí al centro comercial más cercano. Pasaba tienda por tienda, pero no había algo que me gustara. La mayoría eran extravagantes, con brillos y perlas por todos lados. Yo quería algo más sencillo. En algún momento pensé en irme de ahí, podía ir con algún vestido que tenía. Pero James quería darme este regalo, y yo tenía que aceptarlo. Ingresé a una última tienda, en ella encontré un vestido sencillo. Era rojo, ceñido al cuerpo, tenía dos tiras en el hombro, era un poco escotado pero no demasiado y dos líneas paralelas caían en lo largo del vestido. Me gustó y decidí probármelo. Las líneas hacían que mi figura se vea más delgada. El vestido me quedaba poco más abajo del muslo. Era hermoso, su sencillez lo hacía hermoso. Lo compré y luego me dirigí a casa.

Cuando llegué, una nota se encontraba en la encimera de la cocina. Decía que me arregle, tenía que estar lista a las siete. Eran las seis y unos cuantos minutos más, así que tuve que apresurarme. Me duché, maquillé un poco mi rostro y luego me puse el vestido. Mi cabello estaba suelto y el maquillaje era el accesorio perfecto para el vestido. James tocó la puerta y sus ojos mostraron sorpresa en el momento que me vio. 

— Estás hermosa— tomó mi mano e hizo que gire— Definitivamente soy muy afortunado— besó mis labios.

— Gracias— no era la única que vestía de esa forma, él también iba vestido de distinta manera. Llevaba una camisa blanca con la manga remangada hasta la altura del codo. Unos pantalones negros y los zapatos del mismo color.— ¿Cuál es la sorpresa?

— Vamos y te la enseño— tomó mi mano y nos dirigimos a la planta baja de la casa. Me guió por un pasillo por el que nunca había entrado, abrió una de las puertas. Por la habitación se esparcían velas y en el medio se encontraba una mesa y dos sillas. Todo era muy bonito — Pensé en llevarte a un restaurante, pero no quería que otras personas te devoren con la mirada. De todas formas, dijiste que soy un buen cocinero y quise demostrártelo.— volteó su rostro y sonrió.

— Es perfecto, gracias— dije y luego deposité un beso en sus labios.

La cena fue hermosa. El platillo que preparó estaba delicioso, y era una perfecta combinación con el vino tinto que bebimos. La charla fue amena, todo era sonrisas y pequeñas caricias. Lo que más me sorprendió fue que, al término de la cena, de una pequeña caja sacó un anillo de oro blanco. Me asusté en el momento, pero después explicó que no era un anillo de compromiso. Ese anillo significaba que cuando llegue el momento adecuado, yo sería suya para siempre. Significaba que en un futuro, íbamos a ser uno solo. Lágrimas de felicidad bajaban por mis mejillas, era lo más simbólico que pudo haber hecho. Me gustaba que él se imaginara una vida conmigo. Tomó mi mano y depositó el anillo en mi dedo. Besó mi dedo y luego me puso de pie, me dio un tierno beso en los labios mientras sujetaba mi cintura.

— Mía— susurró.

Me tomó en brazos y luego salió . Subió las escaleras e ingresó a su habitación. Sus labios aún seguían en los míos. De forma delicada me acostó en la cama, y pude sentir las suaves telas rozar mi piel. Todavía no habíamos tenido intimidad, pero en este momento lo deseábamos. Yo lo quería tanto como él, después del anillo que acababa de entregarme estaba dispuesta a ceder a él. 

Bajó las tiras de mi vestido. Una por una lo hizo. Mi espalda tuvo que curvarse para que él pueda bajar el cierre. Lo retiró de mi cuerpo, y lo único que llevaba era unas bragas. Se alejó un poco y luego observó mi cuerpo. Posó sus manos en mis pechos y los masajeó delicadamente.

— Eres preciosa— se acercó y me besó de manera desesperada. Desabotoné su camisa y luego él se la sacó y la tiró por algún lugar de la habitación. Su pantalón fue lo siguiente que desapareció. Su excitación se notaba a través del bóxer. Sus manos bajaron mis bragas mientras él besaba mis pechos. Cuando estuve completamente desnuda, tomó mis dos manos y las puso por encima de mi cabeza. Un camino de besos iban recorriendo desde mi boca hasta la parte más íntima de mi ser. Sonrió cuando estuvo a la altura de mi sexo, dejó un suave beso y luego procedió a quitarse la única prenda que impedía el roce de los dos.

Pude ver su erección y luego él se posicionó encima de mí. Besó mis labios mientras iba ingresando lentamente en mí. Un gemido salió de mis labios, mis manos estaban aferradas a su espalda. Sus brazos tatuados se encontraban en los costados de mi cabeza. Introdujo por completo su larga longitud. Cerré los ojos.

— Mírame— dijo. Hice caso y lo miré— Ahora eres completamente mía— se retiró y volvió a ingresar en mí. Sus embestidas fueron suaves, cómo si quisiera disfrutar cada momento de nuestro primer encuentro. Besaba mis labios y su lengua se pasaba por mi labio inferior. No podía retener lo gemidos, y él no podía retener los sonidos que brotaba de su garganta. 

Sus embestidas poco a poco fueron en aumento. No llegó a ser de una forma brusca, pero fue placentero todo lo que sentía. Susurraba que era perfecta, que era preciosa y que era suya. Y yo estaba de acuerdo con él, era suya en carne y hueso.

Sentía llegar el orgasmo, y él también lo sintió. Sus embestidas fueron más rápidas y el toque de sus manos fue aumentando en la zona de mis pechos. No podía aguantar más y llegué al clímax. Él seguía dentro de mí, pero un ronco gemido salió de sus labios y podía sentir su liberación en mí. Sus embestidas fueron disminuyendo hasta parar. Se acostó encima mío y yo tocaba su cabello. Luego dio la vuelta, y me encontraba encima de él. Besó mi frente y nos tapó con las sábanas.

— Te quiero— dijo.

— Yo también lo hago— dije.

Esa misma noche, nuestro amor fue consumado dos veces más. En todas las veces fue hermoso, no me hizo daño. Me entregué completamente a él, y él me demostró que no tenía que temer. 



Obsesión MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora