Nueve.

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Miércoles, 25/11.

Los pasos entaconados de Melissa resuenan por el cuarto de Dash.
El plan era comer en un restaurante, pero considero que Dash debió esperar que eso no pasara, de modo que se encontraba dando un rápido tour por la casa. Ya habían llegado a su cuarto y Dash comenzaba a inquietarse porque ella realmente no salía de ahí. Por lo regular tardaban cinco minutos por habitación, pero una vez que había pisado el territorio privado de Dash no había querido salir de ahí, tal vez era simple curiosidad, o tal vez tenía un plan; en cualquier caso, Dash no lo sabía, ni podría adivinarlo, pues siempre fue muy torpe descifrando indirectas. Principalmente sí se trataba de una mujer.

—¿Entonces aquí duermes?—cuestionó Melissa, al tiempo que se lanzaba entre las sábanas súbitamente acomodadas de la cama de Dash. Él la miró por unos segundos, durante los que no dijo una sola palabra, sólo hasta después que se movió para girar la silla de su escritorio en torno a la dirección de su cama.

—Sí, y aquí es donde escribo o trabajo—mencionó, con un tono en su voz que le costó a Melissa descifrar si en realidad se estaba burlando de ella—, allá es donde me visto, y cuando bajes las escaleras encontrarás diferentes cuartos, uno de ellos es en donde como.

Ella rodó los ojos y sonrío de una forma que daba entender que había tratado de evitarlo. Pero su objetivo era uno y nada, ni nadie iba a sacar eso de su mente. Así que, con su dedo índice acariciando lentamente las desordenadas sábanas de Dash siguió preguntado:—¿Y qué más haces aquí?

Incluso hizo su voz lo más seductora que pudo, lo que le costó a Dash pasar saliva por mero impulso, ya que no entendía del todo su jueguito.
—Nada en absoluto—dijo muy seguro, aunque no estaba seguro sí la pregunta iba en torno a eso—, mi cama está pensada exclusivamente para dormir.

Si había un hombre que no entendiera a las mujeres, ése no sería Dash. Él estaba mucho más lejos que eso. Y aunque tal vez las mujeres no fueran de su total entendimiento había una que sencillamente conocía a la perfección, al derecho y al revés. Puede ser que haya sido el hecho de que le fascinaba tanto que se había tomado la molestia de observarla y analizarla en demasía, tanto que sabía hasta qué significaba cada uno de sus movimientos. Por ejemplo, cuando tocaba demasiado su cabello, significaba que estaba nerviosa o quería llamar la atención de alguien. O cuando arrugaba su boca porque estaba incomoda, en un lugar o con una persona que no la dejaba ser ella libremente.
Incluso Dash se encontró así mismo sorprendido por la basta atención que le prestaba a alguien del sexo femenino, y tal vez se había olvidado de ello, pero ahora que estaba de vuelta en su mente no podía sacarla de ahí, otra vez.

—Dash—escuchó a Melissa llamarlo—, ¿te acuestas un rato a mi lado?

En silencio, con sus pensamientos aún revueltos, Dash se puso de pie y se sentó en su cama, pensó por un segundo retirar de sus pies sus mocasines, pero enseguida pensó en el futuro cansancio que le produciría volvérselos a colocar, así que simplemente se recostó junto a Melissa. Debemos aclarar aquí que Dash llevaba a cabo la acción debido a que no quería mostrarse maleducado, además de que no encontraba una mala razón al hacerlo.
Melissa se recargó en su costado izquierdo, y con su brazo derecho acariciaba lentamente cada uno de los botones pertenecientes a la camisa que vestía Dash, quién se encontraba mirando apasionadamente el techo de su cuarto. No era tan interesante, pero no sabía qué otra cosa hacer para ignorar las acciones de la persona a su lado.
Por suerte, antes de que las manos de
la rubia avanzarán un centímetro más abajo del ombligo de él, su celular sonó con una melodía que sólo significaba que Joseph le estaba llamando.
Dash de alegró tanto por un sonido que jamás había previsto que en realidad le agradará, pero al escucharlo de puso de pie con tan sólo un saltito y descolgó el teléfono tan pronto como sus dedos se lo permitieron.

Bueno, ¿bro?—escuchó decir desde la otra línea—. ¿Estás libre ahora?

Dash se tomó algunos segundos para observar a la chica que estaba recostada en su cama y logró notar algo distinto. Era su idea o la chica ahora tenía un escote más prominente.
—Pues...—guardó silencio, tragó saliva, miró al frente—. Dame quince minutos y estoy libre.

Pudo sentir que la cama se hundía a su lado y luego el peso volvía a equilibrarse, pero no quiso mirar en ésa dirección.
Bien—escuchó a Jospeh emocionado y luego se percató de que la chica se estaba montando a horcajadas de él, por lo que tuvo que sentarse precipitadamente. Creyó estar asustado, o nervioso en cualquier caso—. ¿Te veo en quince?, ¿mi casa?

De acuerdo—su garganta volvió a mojarse, y alguna otra cosa por ahí. La chica seguía avanzando lentamente. Dash comenzó a preguntarse sí eso era exactamente algo sexual— Te veo allá.

Se apresuró a colgar, porque de no haberlo hecho, estaría aún más indefenso.
—Así que sólo me das quince minutos, ¿eh?—ronroneó la chica—. Bien, puedo con menos.

De forma inmediata se abalanzo sobre los labios del chico, casi estampando su cara. Él estaba tan confundido. Hace mucho tiempo que no la veía, que no la besaba y que mucho menos la pensaba, pero ninguno de sus recuerdos parecían similares a la persona que se encontraba sobre él.
La empujó lentamente, hasta separarlos a una distancia relativamente cómoda. Tardó tiempo, pero al final lo logró.

—Ey, ¿qué haces?—la chica lucía entre apenada y triste, y Dash sabía aún menos sobre el asunto— Mírame—la chica no logró hacerlo, parecía que su cabeza fuera tan pesada que ni siquiera ella misma podría moverla. De modo que Dash tuvo que ayudarle a llevara a cabo la acción con su dedo índice sobre su barbilla. Los ojos de la chica goteaban, apenas empezaban—. Mel... ¿Todo va bien?

Ella no pronunció palabra, sin embargo, su cabeza esta vez sí logró moverse de su lugar. Negaba con tanta fragilidad que sólo hacia resaltar lo mal que se encontraba, aún cuando ella quería ocultarlo.

—En verdad te he extrañado—apenas y susurró la chica—. Hace poco volvía a saber de ti. Y luego me entero de que tenías a alguien más. En realidad creo que tenía miedo...

—¿Miedo?—repitió él. Estaba claro que no entendía de chicas, por suerte ella lo sabía y se tomó la molestia de expresar lo obvio.

—Sí. Miedo—levantó la miras apenas unos centímetros y consiguió mirar a través de los confundidos ojos de Dash—, miedo a que yo ya no tuviera un lugar en tú corazón.

—Mel...—con uno de sus dedos, retiró el cabello de la frente de ella lentamente—, tú jamás dejarás de formar parte de mi corazón—y no era para nada mentira. Tal vez era sorprendente que Dash tuviera tanto espacio, pero él realmente guardaba a demasiadas personas especiales en su corazón como para contarlas. Un pequeño espacio para todos. Sonará cursi, pero así era él. Excepto sí siendo específicos hablamos de cierta ojiazul, ella tendría un espacio desmedido en el corazón de Dash.

—Entonces...—la chica dejó de lado su lado "sexy" y sorbió su nariz fuerte y escandalosamente—, ¿tú aún me amas?

Él en realidad no había querido decir eso cuando habló sobre espacios de su corazón, pues una cosa era darle el lugar a alguien que formó parte de tu vida, y otra cosa muy diferente era amarle. Ni siquiera le había dicho eso cuando eran novios. ¿Cómo esperaba ella que se lo dijera ahora?
Además, Dash era consiente de que ésa palabra era exclusiva para una persona, aún cuando el sentimiento no fuera recíproco.

La rubia no esperó respuesta, tal vez porque ya la sabía, pero se abalanzó sobre él estrujándolo contra sí misma.
Él no pudo hacer otra cosa más que responder el abrazo e invitarla a ir con Joseph. Tal vez no era la decisión más acertada que había tomado Dash, pero, ¿qué decisión lo había sido?

Exactamente, ninguna.

Aclaraseishon:

Sólo coloqué la fecha en la parte superior para que no se confundeseishion, porque las fechas sólo las pone Dash cuando escribe en su diario. Y aquí, obviamente no lo hizo.🌚😂

Y dígame PLEASE... ¿Qué opinan? 😏

FANGIRL, seamos historia... [PAUSADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora