Once.

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Lunes, 30 de Noviembre.

No puedo evitar notar que las decoraciones navideñas comienzan hasta a brotar de entre las coladeras, incluso mi oficina está llena de cosas verdes, blancas, rojas y con cascabeles. La recepción ya posee un árbol gigantesco que no recuerdo haber pedido que pusieran, y distintas lucesitas adornan partes estratégicas de el Hamilton Core Enterprises Inc.

Aunque no quiere decir que el "espíritu navideño" abarque a toda la gente, pues Patrice se ha comportado realmente irritante estos días. Si me pongo a pensar un momento, me doy cuenta de que fue especialmente después de que presenté a Melissa como mi novia. E incluso le cuestione la razón de su actitud hacia mí y hacia ella; ella no tardó absolutamente nada en responderme con algo que sólo logró confundirme aún más

—¿Aparte de lo obvio?—me miró de la manera más despectiva y enojada posible—. Ella lo está metiendo en algo grande y no sé si usted sea consiente de eso.

La verdad, después—incluso durante—, de haber escuchado lo que me dijo no supe qué pensar. Debo admitir que una parte de mí se había preocupado, incluso sin saber por qué.

En cuanto a Melissa y a mí, bueno pues la verdad todo transcurre de forma normal. Es casi como sí siguiera con la persona que conocí en la universidad y eso, de cierta forma, es algo maravilloso. Pasamos todo el fin de semana juntos, ya que ahora parece que vive en mi casa, no he preguntado por qué se queda a dormir conmigo, pero no es la gran cosa.

El día de hoy, lunes, el trabajo abunda de forma desmedida, de modo que me he tomado un pequeño descanso para escribir en este diario, tratando de evitar futuras tensiones por trabajo excesivo.
Mel vendrá para almorzar en un rato más, y en la noche saldremos a cenar con Hanna y Joseph, (su bebé también, claro).

Eso es todo por ahora; volveré al trabajo.

Ocho en punto, marca el reloj en la muñeca de Dash. Sale del Audi después de estacionarlo, y se encamina para abrirle la puerta a su novia, quién sale cuidadosamente por la puerta. Es demasiado precavida y sus movimientos son lentos, pero Dash es una de las personas más pacientes, por lo que no se escucha ninguna protestar salir de sus labios. Por el contrario, estos forman un enternecida sonrisa.

La reservación del elegante restaurante italiano es activada y pronto se les unen Hanna, Joseph y bebé en barriga de mamá. Los saludos, abrazos y palabras gratas son de esperarse, y no tardan nada en abordar una interesante discusión sobre los mejores platillos.

La noche transcurre relajadamente, los platos con comidas típicas de Italia residen en la mesa, pero desaparecen prontamente al ser saboreados. Parece algo adictiva mente delicioso.
Llega la hora del postre, donde las dos mujeres derrochan el habla pidiendo infinidad de platillos que Dash jamás había escuchado en su entera vida. Aunque, de todas formas, son demasiadas cosas para una dama. Hanna vale por dos, pero..., ¿Melissa?
Dash prefiere guardar silencio, en vez de empezar a criticar la extensa degustación de postres por parte de su acompañante. Hasta qué Hanna menciona algo que lo deja pasmado y desconcertado.

—¿Y cuánto tiempo tienes, Mel?—pregunta Hanna, antes de llevarse a la boca un tenedor cubierto de pastel con chocolate.

—Bueno, llevamos una semana—responde Dash rápidamente—, aunque en realidad ya habíamos tenido algo antes.

—¿Tienes una semana de gestación?—desconcierta Hanna.

Dash mira a su pareja aún más confundido, además de que parece no entender en qué concepto está usando su amiga la palabra gestación. Una relación se gesta, ¿no es así?
La cara de Melissa de vuelve un garabato, uno bastante pálido. A continuación, la mesa permanece en un sórdido silencio que hasta permite escuchar como Dash dificultosamente traga saliva.

FANGIRL, seamos historia... [PAUSADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora