Catorce.

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(Martes 15, diciembre)

—¿El papeleo ya está listo?

—Sí, no dormí ayer, pero ya está todo.

—Es tu culpa por dejar todo al último.

—Eso es mentira..., era demasiado trabajo para una sola persona, papá.

—Bueno, al menos sé que es un trabajo bien hecho porque lo hiciste tú mismo.

—Uhmm.

—De acuerdo, Dash, creo que ahora puedes descansar—Dash trata de apegarse a la voz de su padre, pero le resulta difícil con todo el cansancio y pesadez de sus párpados y cerebro—, pero antes tienes que llevar el papeleo al edificio Kesingnton.

—¿Puede llevarlo alguien más?—bufa, mientras sus dedos se cruzan inconscientemente por debajo del escritorio—. Estoy muy cansado para eso...

—Personalmente—taja su padre, serio y mandón—. Has lo que te digo, Dash, no hay otra manera de cerrar un buen trato.

—Bien, bien, supongo que será rápido.

—Hijo, en serio quiero que esto quede bien, ¿de acuerdo?—su voz se oía seria desde el otro lado de la bocina—. Tu madre envía saludos. Confió en ti.

—¿Podrías relajarte, papá?, lo haré bien—Dash colocó el aparato entre su hombro y su oreja para así poder frotarse los ojos con sus dos manos—. Saluda a mamá. Adiós.

—Quiero un resumen de todo, adiós.

Dash estuvo a dos segundo de lanzar el aparato por los aires, pero se contuvo pensando en las explicaciones que tendría que dar y prefirió ahorrarse la pena. Finalmente se pudo de pie al tiempo que alineaba los cientos de hojas y contratos que tendría que llevar esta tarde a una oficina que había visto a penas una vez.
Su mente empezó a idear las miles de formas en las que todo esto podría salir mal. Ni si quiera entendía porqué su padre estaba tan interesado en un proyecto primerizo y desconocido, ¿por qué su padre estaba dispuesto a invertir en esto si durante años había rechazado tantos proyectos por "inexpertos"?

Dash salió de su oficina con un portafolio que no solía usar jamás, mientras se arreglaba la corbata debido al nerviosismo y la ansiedad que sentía. Estaba claro que no quería ver al idiota, pues se lo repetía mentalmente mil y una veces. Sus san casas eran amplias, sin embargo iba más lento de lo común. Su corazón latía rápido, y la llegada hasta su coche fue el camino más largo y eterno que pudo haber hecho. Ni siquiera se había tomado la molestia de soltarse la corbata ahora que ya estaba en el coche, aún cuando ya lo estaba ahorcando. Tal vez sería mejor idea morir ahorcado, pensó débilmente, tal vez sería una muerte más rápida que la que estar trabajando con ese idiota.
Tuvo que llamar a Melissa para tranquilizar sus nervios.

—¿Qué ocurre, cariño?—preguntó la rubia—. ¿Estás bien, Dash?—volvió a hablar al no obtener una pronta respuesta.

—No... No puedo respirar, Mel—dijo este al fin.

—Ay, amor. Solo estás nervioso, relájate—a Dash le sonó como si su hermana le hablara, porque últimamente Dash la veía como la hermana que jamás tuvo, y se tranquilizó.

—No quiero ir—esta vez hablo más tranquilo, aunque aún sentía su corazón latir rápidamente.

—Hazlo rápido y después regresas a casa, ¿de acuerdo?—Dash asintió en silencio, aún cuando sabía que la rubia no podría verla—. Le diré a Vera que te prepare algo. Besos.

FANGIRL, seamos historia... [PAUSADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora