Diecisiete.

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Viernes, 18 de Diciembre

Viernes, al fin había llegado el día no tan esperado. Dash estaba nervioso sin saber cuál era la razón, aunque todos supiéramos que la razón no era un qué sino un quién.

Temprano tuvo que recoger su traje de la tintorería, no sin antes haberle preparado el desayuno a Melissa y recordarle unas doscientas veces que ella era su acompañante para la "gran" noche.

—De acuerdo, Dash, creo que lo capté la decimoquinta vez. Puedes dejar a la embarazada en paz—había dicho la rubia, exasperada.

—Que exagerada. No es para tanto—contestó él, besando su rubia cabellera con olor a jazmín antes de salir de casa.

Trasladó su Audi hasta la tintorería, donde tuvo que pagar lo que, hasta a él, le pareció una fortuna por un trajecito para una estúpida fiesta a la que, si no se equivocaba, solo iría a sufrir. Y si ver al amor de tu vida con otro no es apto para sufrir, entonces él no sabía qué lo era. Sin embargo, no se atrevía a decirlo en voz alta. Tal vez pensaba que si lo hacía, dolería más, de modo que prefería convencerse de lo contrario.

9:20 p.m.

—¿Estas listo, Dash?—pregunto la rubia, bajando las escaleras mientras se acomodaba una arracada. Su explendido vestido beige de maternidad flotaba sobre las escaleras de forma espectacular, convirtiendo su aura en una muy agraciada, casi de color rosa. Todo eso se desvaneció de golpe al ver a Dash en bóxers, acostado en el sofá frente al televisor, que por una extraña razón seguía apagado.

—¿Qué haces?

—Luces hermosa—sonrió para ella. Incluso cuando no podía sonreír para él. Sin embargo, era una sonrisa genuina.

—Hamilton, por favor. Cámbiate.

—No iré—de forma involuntaria, su boca se deformó creando una mueca.

—Tienes tres para cambiarte...—dijo ella, parándose firme delante de él—. Estas malditamente loco si crees que puedes hacer que una embarazada se vista de gala (que es muy incomodo a este punto) y luego decirle que no, que a la mera hora no se te antojó ir.

—Nunca quise ir.

—Pues yo tampoco—contraatacó ella, cínicamente—, pero por mis ovarios que te levantas de ahí y te vistes. Holgazán.

9:31 p.m.

—¡Dash Hamilton, baja ya!

—¡No quiero!

—Estas haciendo que me enoje. ¡Tú no quieres ver a una embarazada enojada!—dijo ella, lo más clamada que su enojo se lo permitía. Había estado intentando casi por veinte minutos que Dash estuviera listo, todos sus intentos resultaron fallidos, a pesar de que solo tenía que ponerse su smoking.

—¿Quién dijo que no?

—¡Dash!

—Ya voy.

Lo que le molestó más a Melissa fue el hecho de que podía oír su risa desde el último escalón, aunque todo eso se esfumó cuando bien a Dash bajando por las escaleras de mármol, mientras se abrochaba una manga de su camiseta.
Ella misma podría decir que había estado más tiempo en el gimnasio debido a los sobresalientes músculos en los brazos que parecían sofocar la pobre playera. Parecía a punto de estallar.
Ni siquiera Melissa, que ya lo había visto en bóxers pudo evitar sorprenderse al ver lo apuesto que lucía. Él en conjunto era un cien asegurado.
Sin embargo, su enojo volvió al percatarse de que él ya había estado preparado todo este tiempo.

FANGIRL, seamos historia... [PAUSADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora