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Pasé mis últimas horas en Londres aturdido. Mis odios no percibían ningún ruido que no fuera el de mis pensamientos. No escuché los gritos de las fans afuera del hotel o del estadio. No escuché al de seguridad decirnos que nos moviéramos del camerino a detrás del escenario. Hasta que Luke literalmente hizo sonar el platillo con su mano frente a mi cara no lo escuché decirme que teníamos que salir del escenario entre el set y el encore.

"¿Estas bien amigo?" Preguntó una ves que ya me había parado y arrastraba mis pies detrás del escenario.

Sacudí mi cabeza, pero no estaba de humor para explicar una situación que ni yo entendía, así que me puse mis audífonos y deje de escucharlo. No me gustaba esconderme de el o de Calum o Michael, pero eso era todo lo que quería hacer - terminar la ultima parte del concierto y esconderme. No podían hacer que suba a un avión si no me encontraban, ¿no?

Sentí que a penas me tocaban el hombro y vi que Calum me miraba preocupado. "Vamos." Dijo y me señaló el escenario.

Luego de las ultimas canciones, y el saludo final, vi como los chicos trotaban fuera del escenario. Los seguí yendo mas lento siguiéndolos a la salida para subirnos a la van que nos esperaba.

"¿Seguro que estas bien, Ash?" Luke preguntó otra vez, tratando de ver mi cara para descifrar algo.

Lo miré y forcé una sonrisa. "Si," dije con la voz ronca. Aclaré mi garganta antes de hablar de nuevo. "Si, voy a estar bien. Es solo... cosas."

Tendría que haberles preguntado ahí si sabían quien era Gabrielle. Es decir, son mis mejores amigos y compañeros de banda. Ellos sabrían si estuviera casado. Pero tenia miedo de que piensen que estaba demente, hablando de estar casado con una mujer que no había visto antes... así que mantuve mi boca cerrada.

"Dave dice que ya hay fans esperando en el aeropuerto de Sydney. Una locura." Michael habló rompiendo el silencio entre los cuatro. "¡Todavía tenemos seis horas hasta que lleguemos!" Nadie respondió. Parecía que Calum iba a decir algo, pero cuando cruzó su mirada con la mía decidió mejor sacar su celular. Luke estaba mirando por la ventanilla mirando los autos que pasaban y yo no tenia ganas de hablar. "Oh, bien." Michael murmuró para si mismo cuando notó que nadie quería hablar.

El vuelo de Londres a Sydney fue rápido. Bueno, tan rápido como seis horas pueden ser. Pero luego de viajar por casi cuatro años, creó que te acostumbras. Como Michael predijo, había cientos de personas esperando que lleguemos. Había barreras puestas donde los fans estaban alineados. Una parte de mi siempre prefirió a los fans de Sydney - no porque este sea nuestro hogar, sino porque siempre era súper tranquilos. Quizá eso es porque nos han conocido por cuatro años. Quizá ya no eramos tan emocionantes.

Puse mi capucha sobre mi cabeza, y mis auriculares. Los otros tres estaban de buen humor para saludar a todos, pero yo necesitaba salir de ahí. Mis pensamientos me sofocaban y gente pidiéndome 300 selfies no ayudaba en nada.

Caminé rápido, mirando hacia la salida todo el tiempo. Escuché unos gritos de "¡Ashton! ¡Por favor solo una foto!" pero me obligue a poner una cara seria y seguir caminando.

Afuera nos esperaban cuatro autos, uno para cada uno. Los Clifford, Hemmings y Hood estaban afuera esperando a los chicos, yo apenas los salude con la mano antes de arrojar mi bolso en el asiento vacío de atrás y sentándome en el asiento de co-piloto. El chofer asintió antes de ponerse el cinturón de seguridad y arrancar el motor.

Dejé que mi cabeza caiga hacia atrás pero no pude cerrar los ojos. Eran quince minutos en auto desde el aeropuerto a mi apartamento, y no podía estar más nervioso. Sentía que mi estomago iba a subir por mi garganta. Seguí subiendo el volumen de mis auriculares, esperando ahogar mis pensamientos, pero nada era mas ruidoso que mis miedos.

Estaba por entrar a un lugar familiar. Con una puerta familiar y un familiar olor. Iba a ver mi familiar cocina y la familiar área común. Pero iba a haber un extraño viviendo ahí. Y quien sabe, por ahí la versión casada de mi mismo había decidido re decorar la cocina. Quizá no haya un televisor gigante en la sala de estar porque quizá mi esposa no veía la necesidad de tener uno.

Todo lo que pensaba que era verdad en mi vida podría desaparecer en el momento que cruzara la puerta, y lo sabia.

Esto claramente no era una broma. Esto claramente no era un sueño. Esto era mi vida.

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