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En la esquina había un café abierto 24hs, al cual Gabrielle amablemente mencionó que íbamos siempre. Pretendí saber de que hablaba, pero no esperaba que me hiciera pedir por los dos. Aparentemente hacia eso siempre, también.

Ella se había excusado para ir al baño y yo me quedé en mi lugar, mirando a la tabla de bebidas calientes y postres frente a mi. Podía adivinar que era lo que ella pedía usualmente, pero sabia que eso me iba a hacer parecer un mas grande idiota.

La barista detrás del mostrador masticó su goma de forma ruidosa, algo impaciente para que ordene. Eramos los únicos en el café a las 11:30 p.m. un martes, podía esperar. "¿Puedo ayudarte?" Preguntó algo grosera.

"Si, voy a ordenar por mi esposa. Pero olvidé su orden, y creí que quizá si yo-"

"Café pequeño, negro, dos de azúcar; y un muffin de arándanos. Y para ti, un café mediano, con leche, uno de azúcar y algo de chocolate que tu esposa siempre te dice que engorda mucho." Dijo rápido la orden como si estuviera diciendo el abecedario, y la escribió con pereza en la registradora.

"Mierda, ¿venimos tan seguido?" Pregunté buscando mi billetera.

La chica rodó sus ojos y tomó el dinero sin preocuparse por responder mi pregunta. Esperaba que al menos la comida fuera buena, porque claramente no veníamos por el buen servicio.

Me senté senté en el fondo, dejando el café y muffin de Gabrielle del otro lado de la mesa, frente a mi. Mordí un pedazo de mi pastel de chocolate al mismo tiempo que escuché que alguien toser. Levanté la vista y la vi tomar asiento frente a mi. "Algunas cosas nunca cambian, ¿verdad?" Cuestionó señalando mi postre.

"Supongo que no." Sonreí antes de tomar otro mordisco y bajarlo con mi café. La comida era buena, había que admitirlo.

Gabrielle y yo nos quedamos en silencio por unos minutos. Ella miraba a nuestro alrededor, esperando que yo hablara primero. Es decir, yo la había traído aquí. Sabia que era lo que quería decirle, pero me estaba costando encontrar la forma adecuada de decir: No te conozco. Por favor dime todo sobre ti y nuestra vida juntos.

"¿Cómo... has estado?" Pregunté, y me abofeteé mentalmente. ¿Acababa de preguntarle a mi esposa como ha estado? Soy tan, tan estúpido.

Su cara parecía reflejar mis pensamientos y por un momento no creí que iba siquiera a responderme. "He estado bien." Respondió. "¿Como estuvo la gira?"

Charla trivial. Perfecto. "Estuvo bien. Menos el ultimo día." Quise que lo último sonara como una broma, pero salió un poco brusco. Traté de bajar mis palabras con el café, pero no podía retractarme.

"No ha sido del todo fácil en casa tampoco." Ella respondió, dejando su café. Algo me dijo que no lo iba a tomar hasta terminar la conversación.

"Lo siento." Me disculpé, no sabia bien pero que, pero lo que fuera, seguro que debía disculparme.

Creí haberla escuchado reír, pero fue tan bajita que no estaba seguro. "Si, bueno, lo siento no mantiene tu lado de la cama tibio."

Auch. "Estar de gira es solitario." Respondí. Probablemente eso no era lo mejor que pude decir, pero era lo único que sabia que era verdad. Si solo hubiera sabido que tenía una esposa tan hermosa esperándome en casa, la hubiera llamado y hablado con ella por FaceTime hasta que se hartara de mi. Aunque, creo que estaba harta de mi, pero seguro no tenia nada que ver con la comunicación.

"Prometiste llamar al menos una vez al día para que supiera que estabas vivo. Y así, las únicas veces que llamaste estabas súper borracho con extrañas gritando de fondo. Nunca obtuve una explicación sobre quienes eran la mitad de esas chicas. No sé que pasó contigo en los últimos meses, pero has cambiado Ashton." Su voz se atoró en su garganta y mordió su labio. Quería levantarme de mi lugar y abrazarla hasta que estuviera sonriendo y riendo como en mis sueños, pero ella ya no me amaba. Podía ver escrito en su rostro el dolor. "Has cambiado," repitió, y esta vez su voz se quebró. "Es como si no recordaras quien soy."

Mi corazón se sintió pesado en mi pecho mientras trataba de responder sin dejar de mis emociones controlaran mi voz. Iba a terminar esta conversación sin mentirle. Tenía que ver como llegaba al "realmente no sé quien eres en lo absoluto, pero quiero conocerte", pero necesitaba que ella supiera que me importaba. "Gab, yo-"

"Gabrielle." Me corrigió otra ves.

"Gabrielle," suspiré. La había lastimado tanto que ni siquiera dejaba que la llamara de alguna otra manera que no fuera su nombre completo. "No tengo mucha replicación por mis actos," Eso no era mentira. "Estoy dispuesto a hacer todo lo posible para arreglar lo que sea que haya pasado entre nosotros." Eso no era mentira. "Voy a estar en casa grabando por el próximo mes. Necesito estar allí solo la mitad del tiempo. Quiero pasar el resto del tiempo contigo." Eso no era mentira.

Mientras hablaba, Gabrielle asentía pero no lucía como si me estuviera escuchando así que deje de hablar. Obviamente tenía algo que decir, y todo lo que yo había dicho solo llenaba el espacio hasta que ella me hiciera su pregunta.

"¿Tu me amas?" Preguntó sin emoción a pesar de que había lágrimas cayendo de sus oscuros ojos.

Debería haber dicho, sin un rastro de duda, si. Soy su esposo - o ex esposo o... bueno algo entre medio de eso - pero de cualquier manera, aún debería amarla. Pero no cocina a esta mujer. Se supone que debería amarla como también debería conocerla, pero no lo hacia. Y no quería mentir. Para salvar esta relación dije que no iba a mentí. Su mirada y las lágrimas en sus ojos me hicieron retractarme de mi lógica sobre mentir. Y por un momento, lo hice. "Si. Te amo."

Eso era una mentira.

Ella notó mi duda y sus lágrimas se transformaron en pequeños ríos que caían por su rostro. Ella sabia que eso no era verdad. Mi estomago cayó al verla tratar de calmarse. Cuando se dió cuenta de que no podía, se puso de pie en silencio y caminó fuera del café.

No na seguí. Sabia que la había cagado, y que ella no querría verme. Iba a agarrar sus cosas y volver al hotel a esperar a su hermana. Pensé en que tan vacío se iba a sentir el apartamento cuando volviera. Alejé mi café y note su muffin, intacto. Mierda.

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