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"Estoy tan ebriaaaaa," Gabrielle se quejó mientras colapsaba en el sofá de nuestra sala de estar. Su caída hizo que su vestido se levantara y yo reí viéndola ahí acostada con la mirad de su cuerpo descubierto.

"Lindas bragas," Le guiñe un ojo. Ella se quejó y en su estado de ebriedad trató de arreglarse, pero eso pareció agotarla así que se detuvo. Era adorable.

Todavía estaba usando sus tacones, así que me senté frente a ella en el sofá y comencé a quitárselos. Probablemente hubiera sido un acto circense si trataba de hacerlo ella misma.

"Hey mientras estas allí abajo," Gabrielle murmuró, sus ojos cerrados y su mano sobre su rostro. Le tomó un rato terminar la oración y en esos segundos mi mente comenzó a divagar. Miré entre sus piernas y humedecí mis labios. "...¿Te importaría frotar mis pies? Me duelen."

Mi mandíbula cayó y puse mis ojos en blanco. Por suerte sus ojos seguían cerrados por lo que no vio mi decepción. Obedecí y comencé a masajear el arco de su pie. Ella dejó salir un gemido y mordí mi lengua, aguantandome los pensamientos sobre como me encantaría hacerla gemir esta noche.

Nos quedamos así por un rato, antes de mover mis manos a sus tobillos. Luego lentamente pasé a sus pantorrillas, después sus rodillas y sus muslos. Cuando mis manos se sumergieron debajo de su vestido, ella movió la mano que cubría su rostro y me entrecerró los ojos. "¿Que haces niño curioso?"

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