Dylan
— Vaya, vaya... Parece que apareció la parejita —sonrió Brooke al ver que Robert y Ámbar estaban tomados de la mano.
— ¿Dónde han estado en toda la noche? Ha llovido bastante.
— En... Una cueva —Ellos se miraron cómplices. Al menos no estaban peleados, separados o disgustados...
— Bueno... Creo que tienen que darnos varias explicaciones —inquirió Merlina mirándolos de reojo.— Pero antes, levantamos campamento. No dejará de llover y hay que ver el camino al hotel.
Todos asentimos. Cada uno agarró su bolso y lo colgó de su hombro. Empezamos a caminar, por donde recordábamos haber venido.
— Esperen —Bruno se detuvo a pensar.— ¿Alguno trae dinero?
Yo creía haber traído €50. Busqué en mi bolso, pero no los encontré. Lo único que hallé fue un papel de dulce y un dólar.
— Yo dejé mi tarjeta de crédito en el hotel... —dijo Brooke.
— Yo traigo €35 —dijo Ámbar con énfasis.
— Genial, con eso no creo que podamos llegar al hotel. Definitivamente estamos fritos.
— Tengo una idea —Sostuve mi pera con una mano, y con la otra levanté mi dedo índice.— Podemos hacer dedo.
— Eso es lo más mediocre que he escuchado en mi vida —habló Brooke.
— Disculpa... Brooklyn. Pero, aprendes a hacer dedo cuando vuelves muy borracho de una fiesta pasada la madrugada —Miré a mis amigos y asentimos cómplices riendo.
— Uhm, yo creo que estaría bien.
Gracie se paró en medio de la calle y comenzó a extender su dedo. Un auto estuvo cerca de aplastarla, pero Bruno saltó a salvarla, y cayeron del otro lado de la calle.
— Brooke, ¿no quieres intentar lo que acaba de hacer Grace?
— Aw, ¿tú la salvarías? —preguntó Merlina.
— Yo sería el coche que la aplasta —Me carcajeé como si estuviera loco. Brooke me lanzó una mirada amenazante.
— ¡Chicos suban! —Al parecer me distraje y cuando menos lo pensé una mujer había parado el coche. Su camioneta estaba llena de niños.
— Señora, ¿está segura que puede llevarnos? —preguntó Bruno amablemente.
— Niños, adolescentes... Es lo mismo amores. ¿Hacia dónde van? —La mujer parecía americana.
— A este hotel —Brooke señaló el folleto.
— Bien, queda a unos 30 minutos en auto, y una hora a pie. Creo que los salvé.
— Oh si, estamos súper agradecidos.
La mujer que manejaba parecía muy feliz hablando con mis amigos. Para ocupar menos lugar, Ámbar viajó en la falda de Robert; Gracie arriba de Bruno; y Merlina en Patrick. Brooklyn y yo tuvimos que viajar como a dos asientos de distancia de los chicos, porque ya no entrábamos, hasta se tuvo que sentar arriba mío. Se podía oler su perfume caro hasta aquí.
— ¡No me huelas! —chilló Brooke.
— Que no he hecho nada.
Uno de los niños —que parecía como de seis años—, estaba pateando el asiento. Otro pequeño le coqueteaba a Brooke, y ella le contestaba contratante rodando los ojos. Esto se me hacía cada vez más bizarro.
— El año que viene cumpliré ocho —El niño levantaba y subía las cejas mirando a Brooke.
— Mira niño, estoy un poco mayor para ti.
—¡Claro que no! —Se cruzó de brazos. Luego miró a Brooke y sonrió.— Dame un beso —El agarró de su nuca y la acercó para besarla. Brooklyn puso la mano en sus labios.
— Lo lamento... Pero... Tengo novio —El niño se detuvo.
— Sip, el... Fue a Londres.
— Ah pues, si no lo veo... No lo creo —Volvió a acercar a Brooke hacia el.
— Fue a Londres, pero ahora lo ves aquí —Me señaló.
— ¿Este es tu novio? —Ella asintió repetidas veces.
— Bésense.
— ¿Qué? —dijimos a coro.
— Quiero ver si son novios de verdad.
— Pero...
— Dije que se besaran.
— Nuestros labios chocarán —susurró Brooke. Asentí confundido. Esto era extraño.
Ella se acercó a mí sus labios, estampándolos contra los míos. Brooklyn separó sus labios rápidamente.
— Listo.
— No soy estúpido. Beso francés.
Brooke rodó los ojos disgustada. Se acercó a mí y antes de volver a chocar nuestros labios...
— ¡Llegamos! —dijo emocionada la amable mujer que nos trajo.
— Esto no se queda así...
Cuando bajamos del auto le dedicamos una mirada de victoria al niño raro.
El hotel estaba lleno de nuestros compañeros en la recepción. Parecían estar preparándose para una excursión.
Brooke
Nosotros estábamos todos sucios. Me repugnaba el hecho de no haberme bañado anteriormente.
Me acerqué al profesor Jekyll que, parecía estar ocupado charlando con el profesor de italiano. Toqué su hombro y el dio un respingo. Cuando se dió vuelta su cara parecía alarmada. De seguro era porque todos estábamos sucios.
— Señorita Capuleto, ¿qué es este chiste de mal gusto?
— Verá, tal vez... No se dio cuenta pero... —Tomé aire y lo solté.— AYER NOS DEJÓ SOLOS EN LA PLAYA. NO TENÍAMOS QUE COMER Y ESTÁBAMOS A PUNTO DE MORIR. SI NO FUERA HOY, POR UNA AMABLE SEÑORA, HUBIÉRAMOS CAMINADO UNA HORA A PIE. Y TODO POR CULPA DE SU INCOMPETENCIA —dije histérica.
Jekyll se quedó callado unos segundos, mirándome atónito. Su mirada de enojo y frustración había cambiado a una de preocupación.
— Yo... No se que decir... Lo siento.
— Perfecto. Ahora que se muestra tan arrepentido y sumiso todo es mejor —Sonrió Dylan esperando una respuesta.
— Yo... Lamento no haberlos mandado a una playa más lejana para que se perdieran y nunca regresarán —Nos dijo más de cerca a Dylan y a mí.
— Usted está enfermo.
— No, claro que no. Pero quise alejar por un rato de mí a los más revoltosos de este curso. Necesitaba relajarme y desde que he llegado aquí. No me he relajado en lo absoluto.
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Familias en Guerra.
HumorLos Montesco y los Capuleto son dos familias un tanto... ¿Difíciles? Digamos que nadie sabe bien cómo empezaron las cosas, pero se odian y compiten en todo. Brooke, la mayor de las hijos Capuleto; es sofisticada, sarcástica, bromista y artística. Dy...