Capítulo seis.
El Caldero Chorreante.
A los mellizos les costó algunos días en acostumbrarse a su tan repentina libertad. Nunca habían tenido la voluntad de poder levantarse a la hora que quisieran o comer lo que ellos quisieran; aunque digamos que Madison de vez en cuando sí.
Podrían ir a donde quisieran, siempre y cuando sea dentro del Callejón Diagon; y con tal calle enorme, larga y empedrada rebalsaba de negociosos, ellos no tenían deseo alguno de hacer caso omiso a las palabras de Fudge y extraviarse en el Londres muggle.
Desayunaban siempre en el Caldero Chorreante, donde disfrutaban ver a los demás huéspedes mientras charlaban sobre ellos o sobre Hogwarts: brujas pequeñas y graciosas que habían llegado recientemente del campo para pasar un día de compras en el extravagante Callejón; magos de aspecto respetable que discutían sobre el último artículo salido en la revista La transformación moderna; brujos de aspecto primitivo; enanitos escandalosos; y, en cierta ocasión, una bruja malvada con un pasamontañas de lana gruesa, que pidió un plato de hígado crudo.
Después del desayuno, ambos salieron al patio de atrás mientras charlaban sobre si pasaría algo interesante este año, como es costumbre en Hogwarts, no había un año tranquilo. Harry sacó su varita mágica, golpeó el tercer ladrillo de la izquierda por encima del tacho de basura, y se quedaban esperando hasta que se abría la pared el arco que daba al callejón Diagon.
Los hermanos pasaban aquellas largos y soleados últimos días del verano explorando cada negocio y comiendo bajo las sombrillas de la galante heladería del Callejón Diagon, donde escuchaban las conversaciones de las otras personas que se mostraban las compras que habían hecho; o, como en ese día, discutían el caso de Sirius Black ("yo no pienso permitir que ninguno de mis chicos salga solo hasta que Black vuelva a Azkaban").
Los Potter se tuvieron que contener para no comprar un juego de gobstones de oro macizo -un juego mágico muy parecido a las canicas, en el que las bolitas lanzan un líquido de olor repugnante a la cara del jugador que pierda un punto-. También les llamaba la atención una gran bola de cristal con una galaxia en miniatura adentro, lo que significaría que no tendrían que volver a recibir otra clase de Astronomía. Pero lo que de verdad les llamó la atención apareció en su local favorito, Artículos de Calidad para el Juego de Quidditch, a la semana de llegar al Caldero Chorreante.
Con deseos de enterarse qué era lo que observaban la multitud en el negocio, los mellizos se acercaron a la vitrina, como pudieron, siendo apretados por entre brujos y brujas emocionados, hasta que Madison pudo divisar que eran lo que miraban tantos magos, tiró de la remera de Harry; sobre un podio se encontraba la escoba mas impresionante que alguna vez hayan visto.
-Acaba de salir... prototipo...- le decía un mago de mandíbula cuadrada a su acompañante.
-¡Es la escoba más rápida del mundo! ¿No es así, papa?!- gritó un chico cerca de Madison, que iba colgado del brazo de su padre, claramente era mucho menor que los Potter.
El propietario de la tienda le decía a la gente.
-¡La selección de Irlanda acaba de hacer un pedido de siete de estas maravillas! ¡Es la escoba favorita de los Mundiales!
Cuando una enorme hechicera se apartó, los hermanos pudieron leer el letrero que se encontraba junto a la bella escoba.
SAETA DE FUEGO
Este ultimísimo modelo de escoba de carreras dispone de un palo de fresno ultra fino y aerodinámico, tratado con un pulimiento durísimo, y está numerado a mano con su propia matrícula. Cada una de las ramitas de abedul de la cola ha sido especialmente seleccionada y afilada hasta conseguir la perfección aerodinámica. Todo ello otorga a la Saeta de Fuego un equilibrio insuperable y una precisión milimétrica. La Saeta de Fuego tiene una aceleración de 0 a 250 kilómetros por hora en diez segundos, e incorpora un sistema indestructible de frenado por encantamiento. Preguntar precio.
ESTÁS LEYENDO
Mi Slytherin [CANCELADA TEMPORALMENTE]
FanfictionMadison Potter, es la hermana melliza de Harry Potter, o mejor conocido por "el niño que vivió". Esa noche, la noche en que el-que-no-debe-ser-nombrado asesinó a James y Lily Potter, y que luego asesinaría al pequeño Harry de a penas un año, Madis...