8. Sobresaltada

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                                    8. Sobresaltada

Se levantó de la cama. A cada paso que daba, el corazón le latía más rápido. ¿Por qué se preocupaba? seguramente era un compañero que tenía sed, o un sonámbulo. Pero no conocía a nadie que fuera así. Y cada persona que vivía allí tenía su propia jarra de agua y algo de comida en la habitación. Tal vez era algún profesor, que preparaba algún examen sorpresa para mañana. 

          Abrió muy lentamente la puerta. En el pasillo no había nadie. ¿Se lo habría imaginado? No le extrañaba, últimamente habían sucedido todo tipo de cosas que la afectaban. Además, era de noche, estaría cansada o lo habría soñado. No le dio importancia. Volvió a su cama, se tapó, cerró los ojos y esperó hasta caer rendida en un sueño. 

                                                                  Ω

      Los siguientes días transcurrieron con normalidad. Nadie habló del tema del asesinato del director pero todos pensaban en él. No se sabía nada. Los detectives no tenían idea de lo que había ocurrido. Algunos de los ayudantes abandonaron el caso. Es cierto que interrogaron a multitud de gente, pero nadie daba pistas de ser el asesino.  

          Era viernes por la mañana. Muchos estaban alegres por el fin de semana, pero Nerea no mostraba alegría. Julia se dio cuenta de ello, pero decidió no decir nada. La molestaría más. 

—Buenas, ¿interrumpo la clase? —Las miradas se clavaron en un hombre bajito y flacucho, que mostraba signos de cansancio y llevaba ropa vieja y desgastada—. 

              La profesora de historia miró al conserje. David llevaba trabajando para esa escuela años. Y se notaba. Estaba viejo y sin ganas de vivir. No era el mejor trabajo que podía haber, pero seguía siendo un trabajo. 

—No, estábamos recogiendo. Puede hablar. 

                  David hizo una mueca de indiferencia y exclamó un nombre. Ahora clavaron las miradas en la que era propietaria de aquel nombre. Nerea estaba incómoda. ¿Qué querría el conserje de ella? Pero solo lo averiguaría si se levantaba y le seguía. Y así lo hizo. 

                  Caminaba por los pasillos con malestar. Tenía un mal presentimiento. El conserje no le había dicho nada durante el trayecto, y a ella tampoco le hizo falta. Al fin y al cabo, le agradeció aquella salida de clase. Hoy la clase de historia se le estaba alargando mucho, aunque le gustaba la asignatura, había días que era imposible no cerrar los ojos. El conserje interrumpió sus pensamientos señalándole la entrada de la zona de entrevistas dónde la puerta estaba abierta. Divisó a la subdirectora que seguramente dentro de unos días sería la nueva directora y a una pareja joven de unos treinta años de la mano y sonriéndola de oreja a oreja. El conserje cerró la puerta y acto seguido Nerea se sentó al lado de la futura directora. 

—¡Es más guapa de lo que pensábamos...! —Señaló la mujer rubia de ojos negros brillantes ante la mirada extrañada de Nerea—. 

—Verás Nerea, te hemos traído aquí porque está pareja ha buscado durante años a una niña de edad similar a la tuya para cuidarla y tratarla como a una hija. Entraron a nuestra página web y vieron una foto tuya...

—Y supimos que eras la indicada. —Interrumpió de nuevo la mujer rubia—. Eres tal y como nos imaginábamos. Vamos a adoptarte. 

               Lo dijo así, de un tirón. Nerea contenía la respiración. Era incapaz de hablar. Después de años y años en aquel internado, ¿por fin se marchaba? y parecía una pareja agradable, aunque solo hablara la mujer y el hombre hubiera estado callado todo aquel rato. Pero no era como se imaginó. Ella esperó sentir una gran ilusión, pero no lo hizo. Se limitó a asentir y a callar. 

—Mañana mismo os la podréis llevar si firmáis los papeles hoy. —Dijo la subdirectora un tanto emocionada—. 

                         Iba a separarse de Julia. Contuvo las lágrimas. Nunca imaginó que la apenaría marcharse de aquel lugar.

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