Asi iniciamos

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Temari bajo del avión con la mirada en alto y bajando los escalones lentamente, el encargado de su equipaje le pidió esperar y ella saco el maquillaje del bolso de mano y se dio suaves retoques mientras esperaba. Se suponía que alguien iría a recogerla y era necesaria una buena impresión. Se acomodo el flequillo y reviso que su cabello luciera perfecto. Le reconfortaba bastante el que antes de viajar asistiera al salón ha hacerse luces, ahora parecía mas joven, pero también muy madura y responsable, justo como era.

Hacia diez años que había dejado Japón atrás y no había nada que lamentara, jamás tuvo amigos apegados ni seres particularmente queridos además de su familia claro. Era agradable regresar y ver que no había cambiado mucho, pero también frustrante. El lugar era calmado, tranquilo, nada problemático. A ella en cambio le encantaban las grandes ciudades llenas de cosas por ver y descubrir. Por eso le gustaba vivir fuera, tan pronto acabara los negocios regresaría a New York. No tenía porque quedarse.

-Señorita Sabaku no, su equipaje.

-¿Sabaku no? Yo lo tomare.- Temari se giro y vio como era que un hombre alto y moreno tomaba sus pesadas maletas sin esfuerzo, y aquel traje formal se ajustaba perfectamente a sus músculos. Tuvo que recordarse que era un completo extraño para no abrir la boca. Su corazón palpitaba aceleradamente, era el hombre más atractivo que haya visto en su vida. Él se giro hacia ella con una sonrisa de lado y las argollas en sus ojeras brillaron con un rayo de sol, su cabello era largo atado en una coleta. Pero lo mejor eran sus ojos, negros y profundos, y aquellos finos labios que gritaban ser besados. Aquello fue muy duro para ella y salio de su estado, molesta por haberse quedado para como una niña tonta ante un artista de cine. El hombre del avión la miraba asustado esperando que ella indicara que lo conocía.

-Lo siento, y usted es...?

-Oh lo siento, ahora es algo temprano para presentaciones formales, basta con saber que soy el encargado de llevarla a la empresa.- Sonrío mas ampliamente y una ola de calor subió por el cuerpo de Temari, quien sorprendida le dijo al empleado que todo estaba bien y podía retirarse a atender a los demás pasajeros.

-¿Nos vamos?- Animo Temari, si ese hombre había sido enviado, debía ser algún chofer, pero no creía, su ropa era demasiado elegante y fina para un simple chofer cualquiera. Ese hombre era algo más. Él la llevo hasta su auto y Temari pronto se descubrió sentada en un Porsche negro con interiores de piel, todo en combinación a es imponente hombre. Pero el traje negro que usaba y aquellos tacones altos la hacian sentirce mas segura.

Él era la mismísima imagen de la lujuria, seguramente ninguna mujer cerca podría evitar sentir el deseo al verlo. Lo único que le desagradaba era su lentitud, ni quiera se había dignado a abrirle la puerta, alegando que era muy problemático. Pero, iguáleme, esa pereza le daba un toque atractivo.

Temari se obligo a mirar por la ventana mientras el conducía en silencio. Afortunadamente el auto era rápido y el camino del aeropuerto a la empresa no duro más de 20 minutos. Temari salio de ahí rápidamente, sabia que él no le abriría la puerta, pero no era por eso, sino que yo no podía seguir respirando aquella loción para después de afeitar que le estaba resultando embriagadoramente irresistible.

-Bien ¿ya me dirás tu nombre?

El hombre le sonrío y caminado hacia dentro Temari tuvo que seguirlo, presiono la puerta del elevador y espero que se abriera, dejándola entrar antes que él y depuse señalando el piso 30 que era el mas alto.

-Vaya, que cortes.- Dijo sarcástica y él no pudo reprimir una sonrisa seductora.

-Lamento no haberle abierto la puerta del coche, pero se que de haberlo hecho, hubiera visto su amplio escote cuando usted se inclinara, y eso si no habría sido cortes.

Negocios Vs PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora