1- PLAGIO DE AMOR: Uno

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La casa era como todas las de aquel barrio: Puerta blanca, pared de ladrillos, acogedoras ventanas de vidrios trasparentes con marco pintado a juego con la puerta. Era pues, la típica casa de película americana. Distinguía entre todas porque el jardín estaba algo descuidado y las cortinas rosa del segundo piso ondeaban con el viento de la tarde.

Kyle Redfield frunció el entrecejo. Respiró profundamente y siguiendo los consejos de su hermano, el abogado exitoso, se serenó antes de poner su dedo en el timbre.

Esperó un minuto. Estaba a punto de volver a llamar cuando la puerta se abrió y un hombre bastante guapo apareció ante sus ojos. Tartamudeó tontamente por la impresión que le causó aquel sujeto.

―¿Diga? ―preguntó con una sonrisa en los labios que le hizo temblar las rodillas.

―Mi nombres es Kyle Redfield, vengo de parte de...

―¡Ay! ¡Gracias a Dios que llegó! ¡Lo estaba esperando!

―¿En serio?

―Sí. Cuando Albany me dijo que posiblemente no podría enviar a alguien casi me vuelvo loco. Mi nombres es Christian Linley―Estrechó su mano cortésmente y lo invitó a pasar al vestíbulo. Se excusó para responder una llamada.

Kyle echó un vistazo alrededor. Las paredes estaban pintadas en color malva decoradas con cuadros de paisajes campestres. Desde el vestíbulo observó la sala de estar, un poco desordenada para su gusto, pero bien iluminada gracias a la luz de las ventanas cuyas cortinas rosa estaban bien abiertas. Kyle se estremeció. Odiaba el rosa.

―Escúchame bien, Diana, resolveré un pequeño contratiempo doméstico y saldré para allá. Pase lo que pase no vayan a enviar nada a la imprenta sin que lo autorice. ―Kyle escuchó sin querer aquella conversación. Dirigió la mirada al hombre que fruncía el ceño de manera preocupada sin que ese gesto de disgusto le quitara atractivo.

Escuchó el llanto de un bebé y dirigió la mirada a la escalera donde una niña de aproximadamente ocho años descendía con las manos en los oídos como si intentara hacer oídos sordos al llanto.

―¡Papi! ¡Papi! ¡Dile a Bobby que deje de llorar!

Christian puso los ojos en blanco y terminó aquella llamada asegurándole a su interlocutor que llegaría pronto.

―Lydia, no hay necesidad de gritar. Además señorita, debe primero saludar.

La niña levantó la mano y con un simple "hola" saludó a Kyle. Después lo ignoró volviendo a su problema: quería que su padre convenciera a Bobby que dejara de llorar. Kyle supuso que ese debía ser el nombre del bebé. Sonrió observando a la niña. No se parecía mucho a su padre, su piel era un poco más morena y el cabello negro, mientras que Christian era rubio.

―No sabía que Albany me enviaría un hombre. No quiero ofenderlo. No es que no confíe en su capacidad, pero me preocupa la seguridad de los niños...

―Señor Linley, déjeme explicarle. ―Kyle interrumpió esperando poder ponerlo al tanto de los motivos que lo impulsaron a ir a ese lugar para hablar con él.

Christian levantó la mano y con un gesto le pidió que dejara de hablar para que él pudiera responder la llamada telefónica que estaba entrando. Kyle aprovechó el momento para recrear la vista con ese espécimen de hombre. Tenía las mangas de la camisa arremangadas hasta los codos, así que dejaba al descubierto unos brazos masculinos cubiertos con algo de vellos rubios, la parte delantera de la camisa estaba a medio abotonar, así que pudo ver los mismos vellos en el pectoral. A Kyle se le puso la piel de gallina imaginando cómo serían los vellos en la base del pene. Con disimulo bajó la mirada para observar el paquete de la entrepierna. Lo que vio le hizo sonreír.

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