1- PLAGIO DE AMOR: Epilogo

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Dormitando extendió el brazo y enredó los dedos en la suave vellosidad que rodaba el miembro de Kyle. Exhaló el aroma a sudor limpio de su pareja y sonrió.

―No hagas eso. ―advirtió el moreno intentando apartar la mano de Christian.

―¿Vas a decirme que no quieres otra vez?

―Me encantaría, pero en quince minutos va a sonar el reloj y Lydia comenzará a golpear la puerta pidiendo a gritos que le den el desayuno o llegará tarde a la escuela y... ¿Me estás escuchando?

Sí. Lo estaba escuchando, pero no le haría caso. Posó los labios en la nuca y comenzó a besarla. El otro dedo se concentró en acariciar el redondo y húmedo agujero de Kyle. Le impresionó que todavía estuviera mojadito después de haber hecho el amor horas atrás.

―Un polvo rápido antes de salir de la cama.

―Eres insaciable. ―Kyle dio la vuelta y lo besó amorosamente antes de apoyarse en las manos y rodillas para ofrecerle lo que Christian estaba pidiendo.

Christian sonrió. Frotó la punta de su erección abriéndose paso en esas preciosas nalgas y se movió profundamente dentro de él. Kyle respondió gimiendo, suplicando por más como siempre lo hacía, separando sus muslos y moviendo las caderas rítmicamente. A Christian le encantaba que hiciera eso.

―Fue una jodida riquísima. ―Kyle besó la frente de Christian y le acarició el pecho, pasando la punta de sus dedos por los vellos rubios―. Vamos, a salir de la cama. Tenemos que limpiarnos antes de que Lydia despierte.

―Kyle... Espera. Hay algo que me gustaría decirte.

Kyle lo miró con extrañeza y Christian tragó saliva. Llevaba toda la semana planeando la forma adecuada de preguntarle a Kyle si quería pasar el resto de su vida con él. Compró un par de anillos de plata y ensayó en su cabeza las palabras. Pensó pedírselo en su segundo aniversario después de un romántico retiro para parejas en un tranquilo club vacacional, pero Lydia enfermó de apendicitis por lo que tuvieron que posponer el viaje y sus planes. Después intentó hacerlo de una manera improvisada llevándole un ramo de rosas y sorprendiéndolo con una invitación a cenar, pero en cuanto Kyle vio las rosas le besó las mejillas agradecido por salvarle el pellejo. Lucien acababa de llamar para avisarle que su esposa acababa de dar a luz un bebé, y las rosas serían un gran detalle. El día anterior tuvo la firme intención de preguntarle, pero a Kyle se le ocurrió modelar para él un par de prendas eróticas y la proposición se desvió a otro tipo de actividades.

―¿Por qué tanto silencio? ¿Estás enojado conmigo porque no he podido escribir la tercera parte de la trilogía? Te prometí que me pondría en eso la próxima semana...

―No. No estoy enojado contigo. ―Christian sonrió, no pensó en la novela hasta que Kyle mencionó el tema. Suspiró para armarse de valor y le entregó la caja de terciopelo que escondía bajo la almohada―. ¿Te casarías conmigo, Kyle?

Kyle guardó silencio contemplando los anillos. Su sonrisa se ensanchó y se abalanzó sobre su amante.

―Sí. Cariño. Claro que me casaré contigo.

Hubo golpecitos en la puerta de la habitación.

―¿Alguien ha pensado en mi desayuno? ¡Me va a dejar el autobús de la escuela!

Christian puso los ojos en blanco.

―Espera dos años más. Cuando sea adolescente vas a ver las que te va a armar ―dijo Kyle burlonamente―. Cuando llegue el día en que te presente a su novio...

―¡Por Dios! ¡No digas eso!

Kyle soltó una risita socarrona.

Christian le clavó una mirada de pocos amigos.

―Pero lo peor será cuando tengas que llevarla al altar.

―¡Acaba de cumplir once años! ¡No sigas hablando de su matrimonio! O... Voy a... Voy a obligarte a que me des un hijo.

―¿Darte un hijo? ―Kyle dejó de reírse, fijó la mirada en su vientre plano y después lo miró con curiosidad―. No creo que pudieras...

―¿No has escuchado de la maternidad subrogada? ¿Te asusta? Me gustaría tener un hijo tuyo. No ahora, esperaré a que Bobby entre a la escuela elemental. Pero he pensado que sería lindo mecer en mis brazos a tu bebé de la misma manera que has mecido en los tuyos a los míos. ¿Qué dices?

―Digo que eres un encanto y no podría negarme. ―Ahuecó sus manos para sostener el rostro de Christian entre sus manos y besó sus labios. Sus lenguas se encontraron y un dejo de felicidad recorrió todos sus sentidos.

Los golpes se intensificaron. A las protestas de Lydia se sumó la voz de Bobby llamando a Bichito, suplicando que le diera caramelos.

Christian dejó la cama y abrió la puerta del dormitorio. Miró con reproche a sus hijos, pero ellos hicieron un gesto antes de colarse en la habitación. Bobby se metió en la cama junto a Kyle y le rodeó con los bracitos:

Bichito, hambecita quelo camamelo. ¿Sí?

―No hay cereal. Olvidaste comprarlo. ―Acusó Lydia a su padre y después dirigió una mirada furibunda a Kyle―. Bichito, dile algo. Llegaré tarde a la escuela por culpa de este hombre. ¡Me vuelve loca!

―También a mí, Lydia. Él nos vuelve locos. ―Kyle le dirigió una sonrisa socarrona a Christian provocando que se sonrojara.

Christian se quedó mirándolos. Quería conservar ese recuerdo de su preciosa familia en su memoria junto con los que había ido acumulando desde que Kyle llegó a su vida. Eso era todo lo que necesitaba para sentirse completo y feliz.

CAMBIO DE PAÑALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora