2- EL JEFE: Epílogo

740 92 17
                                    

La mujer abrió cuidadosamente la puerta de la casa y entró sigilosa. Los cabellos negros caían en su espalda formando perfectos tirabuzones que creaban un efecto aniñado en su precioso rostro con forma de corazón, ella suspiró y echó un último vistazo a las fotografías que colgaban en las paredes de la casa. Eran muchas, todas llenas de dulces recuerdos.

Sus ojos se posaron en la fotografía de una niña soplando las velas de cumpleaños, estaba en medio de dos hombres atractivos que sonreían como si fuera la toma de una fotografía para valla publicitaria.

Estiró la mano y agarró otra fotografía. La misma niña bailando con un hombre pelinegro, sus pies no tocaban el piso, sino que estaban apoyados sobre los del hombre. La morena dejó la fotografía en su lugar y tomó otra. Esta vez estaba sentada en un caballito de feria sujetada firmemente por un hombre rubio que lucía sombrero vaquero.

―¿Stelle? ¿Qué haces aquí a esta hora? ―Una joven pelirroja de piel muy blanca bostezó estirando los brazos―. Todavía no son las siete de la mañana.

―¡Eres una dormilona, Alexa! ¡Son casi las nueve!

―¿Estás nerviosa? ¿Por lo de la boda?

―No. Llevo viviendo con Paul dos años, pero cuando entré en la casa me sentí nostálgica de pronto. ―Stelle dirigió la mirada hacia la fotografía de sus padres. Los dos estaban guapísimos vestidos con un frac elegante posando bajo un arco decorado con flores. La morena dirigió una mirada a su hermana menor―. ¿Crees que ellos se sintieron así cuando se casaron?

―Supongo. Dicen que las novias se ponen histéricas el día de la boda y los novios solo quieren que todo acabe para ir a follar. ¿Quieres que te ayude con el vestido?

―Sí, pero primero debo llamar a mis damas de honor. Y tú... También debes peinarte y ponerte el vestido.

―Sabes que voy a ponerme esas galas solo por ti.

―No digas eso, Alexa, sé que no lo haces por mí. Lo haces por qué papá Ray se disgustará si no estás presentable el día de mi boda.

Aunque se criaron juntas, las dos tenían personalidades completamente opuestas. Stelle había seguido una vida disciplinada y los pasos de Raymond, así que era una exitosa jueza. Alexa, en cambio, era conductora de un programa radial en una emisora juvenil de ahí que tuviera la mitad de su cabeza rapada y el resto del cabello tinturado en color azul pastel. Sin embargo sus padres las adoraban así como eran.

Alexa contempló a su hermana y le sonrió.

Pasaba el mediodía y los preparativos ya estaban listos. Stelle había elegido una boda sencilla a las afueras de la ciudad en un hotel campestre, parecido al lugar donde se celebró la de sus padres. Con un arco floral sobre el altar y con un trío de cuerdas tocando el Pachelbel Canon para acompañar su camino al altar.

Cuando la música comenzó a sonar los asistentes miraron boquiabiertos a la radiante novia que avanzaba por el centro de una alfombra roja hacia el altar, andaba orgullosa agarrada del brazo de Gabriel y el viento ondeaba la seda del hermoso vestido blanco corte princesa.

El novio estaba sonriente y recibió tembloroso la mano de la muchacha, entonces Gabriel tomó asiento junto a Raymond.

―Mi bebé se está casando...

―¿No me digas que vas a ponerte a llorar, Ray?

―Me siento tan viejo. Solo falta que Alexa anuncie que también va a casarse.

―El día que Alexa decida casarse armaremos una fiesta, parece que fuera hija tuya y hubiera heredado tu lado libertino. Nunca toma ningún hombre en serio.

―¿De qué hablas? ¿Por qué me culpas? Alexa es adoptada pero parece que hubiera heredado tu terquedad, además de ser orgullosa. De todos modos, ahora que se casa Stelle la casa no volverá a ser la misma...

―No te preocupes, pronto llegarán los nietos.

―¿Más niños? ¡No! ¿Acaso nuestro aporte a la sociedad no terminó cuando Alexa por fin terminó la universidad?

―Te van a encantar los nietos.

―Cuando dices que algo me va a encantar me invade una sensación de intranquilidad.

Raymond agarró la mano de Gabriel y los dos se miraron cariñosos.

―Raymond, tienes los ojos aguados.

―Es que se me metió una basurita en el ojo.

―¡Qué pasa contigo! ¡Eres el abogado despiadado!

―Sí, pero no todos los días se casa una hija.

―Eres un bobo sentimental, Ray. Pero así te quiero. Cuando la ceremonia termine iremos directo a casa y te haré ver estrellitas. ¿De acuerdo?

Raymond asintió sujetando con fuerza la mano de Gabriel. Él siempre le decía cosas como esa, a pesar de sus numerosos defectos y sus muchas manías, los dos se querían un montón y habían criado juntos a dos mujeres maravillosas.

Cuando la ceremonia concluyó, Stelle se besó a su padre en la mejilla y a Ray le dio un beso en la frente.

―Cuida de papá, por favor. Y nada de hacer tonterías.

―¿De dónde has sacado que vamos a hacer tonterías?

―Te conozco papá Ray, no hay fiesta en la que no desaparezcan un par de horas, así que los tendré vigilados, nada de escapadas durante el festejo de mi boda. Quiero que esta vez aparezcan en todas las fotografías.

Stelle levantó el vestido y caminó del brazo de su novio hacia el salón de la fiesta.

―No te preocupes pa. Les he reservado una habitación sencilla en la planta baja para que vayan a echarse su cana al aire. Yo distraeré a Stelle ―susurró Alexa a Raymond.

Los dos sonrieron con complicidad. Puede que Alexa fuera adoptada, pero Gabriel tenía razón tenía tanto de Ray y a su modo sabía salirse con la suya. En ese momento Ray se sintió más orgulloso que nunca de la chica liberal y divertida que era esa gotita de amor a su lado.

―¿Qué tanto hablan ustedes dos? ―pregunto Gabriel mirándolos con curiosidad.

―Alexa me estaba contando que las habitaciones de la primera planta en este lugar son de lo más bonitas y cómodas. ¿Quieres probar una conmigo?

―No seas sinvergüenza, como Stelle nos eche de menos en la fiesta la que se va a armar. Lo dejaremos para... ¿Después de que aviente el ramo?

―Por supuesto, Gaby.

Se miraron a los ojos con aire travieso. Después de tantos años juntos no necesitaban decir mucho para ponerse de acuerdo.

Gabriel suspiró, era lindo estar rodeado de sus seres queridos, la familia que conformó al lado de Ray y que le llenaba de amor desbordante.

Ray también suspiró agarrándolo de la mano y dirigiéndose hacia el salón de recepciones y después, quien sabe a qué nueva aventura. Cuando estaba con Gabriel sentía que podía hacer locuras que antes ni se le pasaban por la cabeza. En ese momento se le antojaba una segunda o tercera luna de miel. Antes de que llegaran los nietos o que Alexa cambiara de opinión y dejara de ser su tapadera.

―Te amo.

―Pero yo te amo más.

―¿No puedes dejarme ganar una vez en tu vida, Ray?

―No.

n

CAMBIO DE PAÑALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora