―¿No tienes casa? ―preguntó Gabriel mirándome con malgenio.
―No ―respondí mirándolo comer tranquilamente.
―Raymond, agradezco que vengas a ayudarme con Stelle y todo lo demás, pero no puedes quedarte aquí.
Levanté los hombros para indicarle que su comentario me importaba una mierda. Me quedaría con él quisiera o no. Habían transcurrido tres días desde que fue dado de alta y me estaba hospedando en su casa con el pretexto de ayudarle a cuidar de Stelle. Me gustaba estar a su lado cuando llegaba del trabajo, y aunque todavía estaba algo enojado por el asunto de Mark a veces cedía un poco y sonreía con mis bromas.
Después de cenar recogí los platos y organicé la cocina. Me gustaba sentirme útil y hacer todo lo que tenía a mi alcance para hacerle sentir bien. Regresé a la mesa del comedor y me quedé un rato despierto revisando documentos importantes del trabajo. Gabriel fue a su habitación, debía guardar reposo y evitar realizar movimientos bruscos, así como levantar cargas pesadas.
Cuando entré en la habitación me quedé viéndolo jugar con su bebé. Los dos estaban acostados en la cama. Gabriel tiraba de un extremo de la manta para que el cuerpo del bodoque girara y quedara boca abajo, después la empujaba con suavidad para que volviera a quedar acostada sobre la espalada. Con cada giro Stelle gritaba de contento y agitaba las piernas. Él me miró y le sonreí acercándome silenciosamente hacia la cama.
―Parece que Stelle se la está pasando bastante bien.
―Es muy enérgica y risueña, mi pequeña. ¿Has terminado el trabajo?
―Sí. He estado pensando en pasar mañana por el súper y hacer las compras. Así que si me entregas la lista de lo que necesitas...
―Está bien. Te entregaré la lista en la mañana, antes de que te marches al trabajo. Pero si prefieres que lo haga ahora en caso de que decidas ir a tu casa.
―Es muy tarde, no voy a ir a casa.
―Estás descubierto: Te quedas trabajando en mi casa hasta que se hace tarde para tener una excusa para no marcharte.
―No. No necesito excusas ―dije con determinación. Sí. Me descubrió, pero no iba a aceptar la derrota, así que añadí―: Sabes que puedo quedarme si lo deseo, en tu estado no puedes sacarme por tu cuenta sin armar un gran alboroto. Además sabes que no me estoy quedando contigo solo por capricho.
―Creo que Stelle tiene sueño. ¿Te importaría ayudar?
Hizo lo que esperaba que hiciera: Cambiar de tema bruscamente para no tocar el asunto de nuestra relación no profesional. No hice más comentarios, para no fastidiarlo, así que me encargue de cambiar el pañal de Stelle y ponerle un pijama limpio. La acomodé en el corral y esperé a que se quedara dormidita. Gabriel me miraba desde la cama.
―¿Te gustaría probar mi cordon bleu en la cena de mañana? ―pregunté.
―¿Y eso qué es?
―Pechugas de pollo rellenas de jamón y queso ―dije con orgullo.
―Mmmm... Si es como ese pastel de carne del otro día, paso.
―Prometo ser más cuidadoso con la preparación ―respondí sonriendo seguro de lograrlo esta vez. Para sorprender a Gabriel el primer día me arriesgué a cocinar, pero no salió como esperaba, así que vi un par de nuevas recetas en internet y me aseguré de elegir un platillo sencillo pero delicioso.
―Cocinar no es tu fuerte, Raymond. No tienes que hacerlo, creo que estará bien si pido comida a domicilio, además mañana llega Sam.
―¿Y quién demonios es ese tal Sam? ―pregunté fingiendo desinterés, disimulando que estaba ocupado quitándome los pantalones para no mirarlo a los ojos y que descubriera mi incomodidad respecto a compartir mi territorio con el individuo nombrado.
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CAMBIO DE PAÑALES
Short StoryAl final, familia es familia, pero el amor siempre estará ahí Historias cortas sobre padres gay y familias homoparentales. Portada: Agradecimientos a @jorbeilyssequera ******************** ADVERTENCIA: Contenido LGBTI, lenguaje ofensivo, no apto pa...