2- EL JEFE: Prólogo

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Gabriel Flores paseó por la unidad de cuidados intensivos. La camisa desarreglada, la barba hirsuta, el cabello despeinado y unas pronunciadas ojeras, no era ni la sombra del asistente más eficiente del bufete de abogados Williams and Fraser. En tres días la vida que conocía dio un vuelco completo cuando recibió una llamada del hospital y le informaron que su mejor amiga Tracey Hall se encontraba en estado crítico.

Dejó de caminar por el pasillo cuando la puerta se abrió y la hermana mayor de Tracey le miró con gesto tenso.

―Billy y Joey estarán aquí pronto. Será mejor que te marches ―dijo con sequedad.

―No quisiera marcharme así nada más. Tracey es mi mejor amiga, no me pidas que la abandone a su suerte como si fuera un perro leproso. Por favor, Wanda.

―Gabriel, Tracey no está abandonada. Su verdadera familia ya está aquí. Vamos a ocuparnos de ella y lo que hagamos no es asunto tuyo.

―¿En serio? ¿Van a ocuparse? ¿Cómo lo hizo su padre cuando le dijo que era lesbiana o como lo hicieron tus hermanos cuando se negó a ir al baile con un chico? ―La miró furioso―. Tracey tiene una hija mía. Así que eso me convierte en alguien idóneo para estar a su lado.

―Haber revuelto sus maricas genes fue un gran error. No sé por qué Tracey y esa marimacha te eligieron como semental, ni siquiera eres apuesto. Como sea, la decisión la tomarán mis padres en cuanto lleguen mis hermanos. Solo quería evitarte los insultos...

Gabriel bufó. Despreciaba a los Hall, tanto como ellos a él. En otras circunstancias buscaría la manera de ahorrarse la confrontación, era bien sabido que su hija siempre fue rechazada y expulsada de casa por su orientación sexual. Los Hall no deberían estar allí, decidiendo el futuro de su mejor amiga porque nunca fueron realmente parte de la vida de Tracey en los últimos cinco años. Por eso, una parte de él se negaba a marcharse; porque sabía que Tracey hubiera luchado con uñas y dientes contra las ideas ultra religiosas de su madre, la vergüenza social de su padre y la estupidez de sus hermanos. En vista de las circunstancias, la última batalla la tendría que librar él.

Los hermanos Hall se presentaron en el hospital haciendo un despliegue de sus capacidades innatas para trapear el suelo con los demás, por último llegó el señor Halle mirando a todos por encima del hombro. Volvieron a encerrarse a puerta cerrada alrededor de la cama de Tracey, se les veía serios mientras hablaban con los médicos especialistas. La escena pasó frente a sus ojos como si fuera una película en blanco y negro. Gabriel apoyó las manos contra el cristal de la puerta y contempló en silencio toda la pesadilla.

Wanda Hall volvió a dejar la sala de cuidados intensivos y miró fijamente a Gabriel:

―Hemos tomado la decisión de desconectarla y dejar que se vaya en paz.

Lo dijo con tono de voz lacónico y los ojos algo llorones. Gabriel dio un profundo respiro mientras una lágrima se deslizaba por la mejilla pálida. Él se quedó sin palabras, no esperaba que ellos tomaran esa decisión, teniendo en cuenta las profundas convicciones de la señora Hall. En el fondo de su cabeza la voz de la razón le decía que habían hecho lo correcto, Tracey merecía una muerte digna; pero la otra parte de su ser tenía miedo. Si Tracey se iba para siempre, ¿Qué sería de la pequeña Stelle?

―Los convencí para que te dieran un par de minutos, ya sabes, por si quieres despedirte.

Cuando escuchó esas palabras la miró sorprendido. No esperaba tanta amabilidad por parte de Wanda y el resto de los Hall.

Tracey yacía allí, con todos esos tubos insertados en su cuerpo. El sonido del monitor cardiaco era bastante lento y al mismo tiempo abrumador.

Gabriel tomó entre sus manos los dedos pequeños y delicados de su amiga. La contempló y se quedó sin palabras. Al final solo pudo susurrar un "Gracias" antes de marcharse de la sala de cuidados intensivos.

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