CAPITULO 12

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Por fin todos habían tomados sus correspondientes asientos. De chofer se lo daba Juan como era él el mayor tenía siempre la responsabilidad de los coches de la familia y cuando estaban todos juntos él siempre era el que se ocupaba de manejar.

Sentado a su lado iba Paulo, que llevaba un ánimo de los mil demonios, lo único que le hacía soportar todo esto era que Noemí estaba sola, sin su novio. "¿Qué habrá pasado con ellos dos?" se preguntaba el joven, sabía que algo no andaba bien, pero lo investigaría. Quería pasar tiempo con ella y poder conocerla más aunque fuera una "señorita mal hablada".

Atrás iban sentados Arturo, Sara y Karla. El joven no lograba tener las manos apartadas de su Ángel, un brazo lo tenía pasado por arriba de sus hombros y llevaban sus dedos entrelazados. De vez en cuando la acercaba más a él para poderle besarle el cuello, poder sentir ese olor que tanto le gustaba y le daba esa tranquilidad que hace mucho no sentía.

Karla iba perdida en sus pensamientos y por momentos se perdía en los ojos de Juan, que la miraban por el espejo retrovisor, el reflejo de su mirada la cautivaba. En el instante que puso sus ojos en ese bendito retrovisor, le hizo plantearse cosas que jamás había querido expresar, se imaginó mil cosas y ninguna a la vez. Sus ojos eran de un azul que podría decir que no hacía falta tocar el cielo porque en ellos se encontraba. Cada vez que trataba de analizar lo que él le causaba llegaba a la misma conclusión, pero tenía tanto miedo de decirlo, de asumirlo; digamos que solo podría decir que le gustaba tanto que cuando simplemente lo veía nada existía a su alrededor, que solo quería besar esos labios que la incitaban al pecado, que solo anhelaba sentir sus brazos rodeándola por completo. Pero sentía que eso la llevaría a saltar a un vacío al que no estaba preparada, a un vacío al cual no quería saltar sin paracaídas, pero era la única opción que le quedaba y lo peor es que estaba dispuesta a hacerlo con él, solo por él, ni ella entendía lo que sentía, pero lo que sí conocía, es que se estaba enamorando de Juan y no sabía cómo decirle a su corazón que no fuera tan de prisa... Se estaba metiendo en un lio con el joven, pero ya había caído hechizada por su encanto. Él lo era todo: caballero, lo había demostrado más de una vez, bromista de primera y un muy buen hermano. Este hombre le estaba removiendo toda esa creencia de que el Príncipe Azul no existía.

Al parecer su hermana se dió cuenta de lo que estaba sucediendo y quiso saber más, así que le susurró al oído y solo para que la oyera ella:

-¿Me podrías decir, que sucede con ustedes dos?

-Nada, no sé de lo que estás hablando.

-Sí, claro y yo soy rubia de ojos celestes – se burló Sara, conocía demasiado bien a su hermana para saber que algo estaba pasando entre ellos dos.

-¡Ha, mira tú! No, me había dado cuenta – le respondió Karla sacándole la lengua y se carcajearon las dos. Ellas eran así, en su mundo no podía entrar nadie – hablamos después – terminó diciéndole a la vez que le cerraba un ojo.

-¿Qué sucede? ¿De qué se reían ustedes dos? – quiso saber Arturo.

-¡No sabía que era usted metiche, Taz! – le respondió la joven con una sonrisa burlona al momento que el joven abría los ojos de par en par por lo que había salido de esa boca que tanto le encantaba disfrutar.

-¿Cómo me has dicho? – quiso saber, porque de verdad lo había llamado de esa manera, claro estaba que lo de metiche se lo cobraría luego.

-Taz, mi amor, eso es lo que eres. Llegaste a arrasar con todo mi mundo en un momento, pero también eres como un pequeño animalito que me gusta tener en mis brazos – le respondió Sara solo para que la escuchara él, en el momento que le daba un tierno beso en la nariz - ¿acaso te molesta que te llame así?

Amor en Tres Tiempos: Sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora