Tres

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Dominik Owen estaba metido desde hace un muy buen tiempo en una mafia de trata de personas.

Él no era muy importante, tan solo se trataba de un esclavo más que por placer, silencio e indecisión se involucró en un lío más grande de lo que pudo haber imaginado.

Tenía superiores y jefes que amenazaban con encontrar a su familia y matarlos luego de acabar con él, claro está.

Y la razón por la cual aquellos peces gordos se abstenían de cometer aquellos actos barbáricos, era que entregará cierto monto a final de mes.

El problema en sí, era que tras cada mes, la tarifa aumentaba.

Y su libertad temporal se veía en juego cada vez más.

Después de todo, era bastante simple lo que sus superiores planeaban.

Si es que él o Cosmo fueran incapaces de pegarles, el alto mando ejecutaría la orden de secuestrarlos y drogarlos para luego venderlos en subastas al mejor postor. Ellos lo sabían a la perfección porque en más de una ocasión habían trabajado en conjunto para ayudar a atrapar a los fugitivos.

No podían matarlos.

O permitirles suicidarse.

Al fin y al cabo, un cuerpo muerto no era provechoso para sus jefes.

Y pensar que él había abandonado Estados Unidos en busca de librarse de lo que implicaba ser un Owen.

¿Quién hubiera creído que hasta en el lugar menos probable aquella sombra familiar lo perseguiría?

En un principio solo quería un lugar donde dormir, algo de dinero y ropa, pero cuando su codicia incremento, dejó de lado lado la idea de convertirse en un artista plástico y empezó a darse cuenta que su cuerpo y experiencia podía darle muchísimos beneficios.

Un conocido, lo introdujo a otro.

Así sucesivamente, hasta que tocó fondo.

Ahora tenía veintiuno y se encontraba esclavizado en un trabajo que no se atrevía a dejar por miedo.

Y si eso no fuera suficiente, su supuesto amigo y único aliado lo había abandonado momentáneamente.

¿Quién sabe dónde se encontraría Cosmo?

¿Seguiría con vida?

En fin... De alguna manera el trato que ese extraño grupo de hermanos le estaba ofreciendo le vino como anillo al dedo.

¿Fingir enamorarse?

Era pan comido.

En muchas ocasiones hasta lo hizo gratis.

Ya que para Nik Owen no existía nada más satisfactorio que romperle el corazón a alguien.

Y a lo largo de su vida él había logrado romper cincuenta y tres corazones.

Y sí, él los había contado.

* * *

Horas antes

―De acuerdo este es el plan, ―había dicho el tal James con una sonrisa que irritaba sin medida a Nik. ―Te hospedarás en una de las habitaciones del hotel en el cual nosotros también nos estamos quedando, no debes preocuparte por los gastos ambos nos ocuparemos de ellos. ―Y así fue como ese par de ilusos lograron solucionarle dos de sus grandes problemas. ―Pero debes de asegurarnos que luego de su aventura de "verano" desaparecerás de su vida, ―continuó el mismo chico intentando parecer serio.

No soy un GigolóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora