Doce

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― ¿No crees que los demás se preocupen? ―preguntó la castaña mientras notaba que ya estaba anocheciendo.

―Tranquilízate, princesa, no planeo hacer nada comprometedor si eso es lo que te preocupa. Te prometo que eventualmente, volveremos... Es solo que no quiero hacerlo ahora, ―comentó observando la luna llena en todo su esplendor. ―La noche es mi parte favorita del día, ―agregó sentándose en el medio del parque.

― ¿Por qué te fascina tanto? ―se atrevió a preguntarle.

Ya que después que ella decidiera platicarle acerca de su padre no hablaron mucho, ellos simplemente caminaron y disfrutaron de la compañía del otro.

Algo muy diferente al silencio incomodo que enfrentaron hace algún tiempo.

―Es tan oscura como mi alma, ―respondió divertido.

Ella rodó los ojos y tomo asiento a su lado.

―Tonterías...

―Está bien, te diré la verdad, ―murmuró el tatuado con normalidad. ―Cuando era joven y estúpido, cogí la mala manía de mirar el cielo en la noche. Mi padre se dio cuenta eventualmente y me regaló un pequeño telescopio para que tuviera una buena excusa al respecto, ―indicó sacando de su bolsillo un objeto dorado y entregándoselo para que lo observará.

Efectivamente era pequeño y transportable.

― ¿Lo llevas siempre? ―preguntó interesada y sorprendida.

―Todos los días a cada hora, ―respondió tranquilo. ―Es mi amuleto de la suerte, me acompaña a todas partes siempre. Y si fuera una persona real podría decir cada una de mis idioteces.

― ¿En serio? ¿Y que contaría? ―cuestionó mientras lo usaba para observar con más detenimiento el cielo.

―Sí te lo dijera perdería mi encanto, princesa, y es más que seguro que me odiarías, ―pronunció en tono melancolico.

Harley no lo comprendía, al fin y al cabo,  no era la primera vez que él decía algo como eso, sin embargo ella presentía que era una excusa para no contar sus secretos a nadie.

― ¿A sí? ¡Ponme prueba! ―pidió sabiendo que su respuesta seguiría siendo negativa.

Él se limito a sonreírle.

―No saldrá nada de mí, Harley, ―aseguró firmemente. ―Mis secretos son mi tesoro más preciado... Podrías ofrecerme todo el dinero del mundo y aún así no lo aceptaría. A veces uno debe vivir con ello, y es algo que todos deberían de respetar, ― dijo mientras observaba el oscuro cielo completamente fascinado. ―Supongo que no todos desean hablar de sus problemas o equivocaciones.

Aquel último comentario la dejo pasmada.

Tenía toda la razón.

―Lo siento, no quise querer incomodarte... ―Susurró ella por lo bajo

―No me molesta que quieras saber, princesa. Me molesta que no quieras entender la respuesta, ―respondió como todo un sabio. ―Odio muchas cosas y sorprendentemente tú no estás entre ellas, Harley Davidson, ―indicó con una sonrisa.

―Pienso lo mismo Dominik Owen, ―murmuró al tiempo que tomaba la iniciativa y se encontró a sí misma, besándolo.

• • •

La pareja camino en silencio por un tiempo, asombrándose al encontrarse cómodamente tomados de la mano. A decir verdad, Nik no comprendía el por qué de aquel gran golpeteo que sentía crujir una y otra vez en su pecho. 

No soy un GigolóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora