Ocho

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―No esperaba verte aquí, Nik, ―comentó la castaña al verlo cambiado y con el cabello levemente húmedo encima de uno del sofá. Notó de inmediato que traía un viejo libro de bolsillo entre las manos. ― ¿Qué estás haciendo? ― preguntó curiosa.

Pasaron un par de días desde aquella velada.

Y últimamente no habían pasado mucho tiempo juntos.

―Nada interesante... ¿Y tú? ―preguntó mirándola con una sonrisa apagada.

―Mi padre adoptivo llamó, ―informó causando en Nik cierta sorpresa y nerviosismo. ―Él... Quiere conocerte, ―agregó un tanto divertida por su reacción.

Después de todo él no era una mala persona y tampoco viejo, su padre adoptivo se encontraba iniciando sus cincuenta años.

Su relación no era perfecto pero todos lo apreciaban bastante.   

―En verdad apreció un montón mi pellejo, princesa, y para ser honesto no planeo arriesgarlo presentándome ante un típico padre sobre protector, ―murmuró con la vista perdida. ―Como podrás darte cuenta, no soy precisamente lo que un papá quiere para su hija así que sería asombroso si me permitieras simplemente saltarme esa incomoda situación, ―agregó haciendo un puchero.

―Sí, pero el problema es que...

Y en el segundo que menos lo esperó, aquel hombre la sostuvo fuertemente en brazos.

― ¡Bombón! ―Ella sabía que le estaba gritando, ya que al fin y al cabo siempre la llamaba así.

― ¡Papá! ¡Me estoy mareando! ―exclamó entre pequeñas risas. ―Bájame antes de que vomite. ―pidió intentando soltarse de su agarre.

Afortunadamente el hombre en cuestión la obedeció y la dejo suavemente en el piso.

―Hija mía, ―pronunció cogiéndole delicadamente el mentón y acercandose para darle un beso en la mejilla.

Nik de pronto se sintió un poco incomodo ante su fraternidad, después de todo, en su familia la única forma con la que expresaban su cariño era con burlas o insultos sin sentido.

A decir verdad, solo le bastó observar sus ropas para confirmar que se estaba involucrando con un pez gordo, ahora comprendía el por qué "Psycho" deseaba venganza. ― ¿Dónde se encuentra el maravilloso muchacho del que James habla tanto? ―le preguntó dandole toda su atención a su hija.

Harley inevitablemente volteó hacia su dirección y por ende, aquello ocasionó que su padre la imitará.

Para su buena fortuna aquel día, Dominik Owen, había decidido usar ropa aparentemente decentes.

Pantalones de jean oscuro.

Camisa blanca de manga larga.

Y una chaqueta de cuero.

Todo un James Dean de bolsillo.

La gran mayoría de sus tatuajes estaban cubiertos, sin embargo, los de sus manos permanecían por completo a la vista.

En la derecha se encontraba una rosa blanca, un modelo que el mismo había dibujado, y a la izquierda se hallaba una margarita en tonos oscuros. Además de la paloma en su cuello, justo por debajo de su oreja.

El padre de Harley frunció el entrecejo ante aquella visión.

Lo cual ocasionó inevitablemente que Nik lo desafiará con la mirada y no bajará sus ojos en ni un solo instante.

No soy un GigolóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora