Uno

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10:45 pm

Sonríe.

Finge.

Que crean que los amas.

Que lo necesitas.

Genera una dependencia.

Y cuando ellos te necesiten.

Abandónalos.

Huye.

―A veces tus pensamientos me dan miedo, Nikky, ―murmuró un chico de cabello rubio platinado, logrando que el aludido se desconcentrará por completo.

― ¿Ahora eres lector de mentes? ―preguntó el tatuado a su costado al tiempo que evitaba a toda costa el contacto visual.

―Ya quisiera, genio pero me temo que has hablado en voz alta mientras escribías con el pincel, ―respondió el joven a su costado notablemente divertido.

Por su lado Nik dio un suspiro antes de encararlo.

No era la primera vez que le ocurría y tampoco sería la última.

Así que simplemente lo ignoró y tomó asiento suavemente en el sofá de su precario apartamento.

―A veces tengo flashes de mi pasado y digo sandeces, Cosmo... Pensé que habíamos convivido lo suficiente como para saber que no me tienes que prestar atención, ―indicó tratando de evitar aquellos recuerdos que de vez en cuando lo atormentaban.

Él era después de todo, él único ser humano que él podría considerar cómo un "amigo".

Al fin y al cabo, ambos habían huido de sus respectivas familias desde hace algunos años y su trabajo logró que crearán un tipo de cercanía que no sabían cómo explicar.

―Tus escritos no son lo que me preocupa, Nik, sino eso, ―comentó señalando la pared.

Y fue entonces cuando el tatuado giró su cabeza y observó su arte.

Había un dibujo.

Era verdaderamente enorme y estaba lleno de colores.

A pesar de ser abstracto podía interpretarse como una mujer de cabello rubio y ojos castaños.

"Mi madre."

"Nunca cumplí la promesa que le hice a mi madre."

Por un segundo se permitió seguir recordando, sin embargo, apenas fue consciente de lo que estaba haciendo lanzó aquellas memorias en lo más profundo de su cerebro e intento olvidar.

Negó con la cabeza y lentamente movió sus manos hasta que llegaron a la altura de sus ojos.

Estaban llenas de pintura.

Odiaba que su mente empezará a divagar ya que aquello lo ponía sensible.

Y en la línea de trabajo en la que estaba, ponerse sensible era un acto suicida.

―Vayámonos de una vez, ― pidió el tatuado logrando captar la atención del teñido.

―Nik, creo que esta vez deberíamos hablar de...

―Lexus Club. Ahora, ―pidió mirándolo seriamente.

Cosmo lo observó detenidamente y asintió con la cabeza.

― ¿Qué más da? A mí nunca me haces caso.

Nik apretó sus labios y el platinado supuso que aquello sería lo más cercano a una sonrisa.

No soy un GigolóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora