9. Desesperación

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Eres una muñeca,
eres perfecta.
Pero no puedo esperar
a que el amor nos destruya.
- Flawless.

Zach Abels tenía veintitrés años y nunca se le había parecido tan difícil lidiar con nuevas sensaciones. Cuando tuvo siete años empezaron a caérsele los dientes de leche, a los catorce tuvo que lidiar con las erecciones matutinas, y a los dieciséis con las lecciones para conducir. ¿Quién iba a pensar que en plena madurez iba a sentirse tan miserable e increíblemente expuesto frente a una chica que ni siquiera recordaba su nombre?

Su historial de mujeres se resumía a muchas groupies que sólo servían para aliviar la presión de una noche.

Si has visto Donnie Darko probablemente recuerdes la teoría de los viajes en el tiempo. Zach quería que el cielo se abriera para que pudiera entrar en él y a través de los túneles líquidos volver al día en el que América se accidentó. Habría evitado el choque para no haberla conocido. Todo por su propio bien, para alimentar la parte egoísta que vivía dentro de él y que cada vez se hacía más grande.

Las luces del autobús se apagaron a las once cuando todos estuvieron dormidos, y el rugir del motor era el único sonido presente mientras Zach con impaciencia buscaba su teléfono celular.

Buscó en la cocina, la sala de video juegos, en el baño y en la cabina del conductor con la ayuda de una linterna que encontró. Necesitaba llamar a su madre para avisarle que llegarían antes, que todos los planes anuales seguían en pie.

Se le ocurrió ir a buscar en la habitación del fondo, pero lo detuvo recordar que América estaría durmiendo allí. Bueno pues, iría de puntillas y sólo echaría un vistazo. Caminó sigilosamente a través del angosto pasillo entre las literas y así como lo predijo, abrió la puerta y echó un vistazo general. La única diferencia era que América no estaba allí.

Se alarmó y la respiración se le atascó en medio del pecho. Tuvo náuseas y buscó la pared a tientas para apoyarse contra ella y pensar bien en dónde se había metido. ¿Se habría escapado? ¿Se habría hartado de ellos? ¿De él?

Quizás se lo merecía por haber actuado como un idiota. Y aún seguía siendo un idiota.

Pero un suspiro que provenía de las literas hizo que todo su desespero se deslizara hasta desaparecer en sus talones. Si ese suspiro no era uno femenino, entonces sería de Jesse.

Cerró la puerta con cuidado y caminó hasta el área de las literas. La primera que abrió fue la equivocada, encontrando a Mickey durmiendo con la boca abierta. La siguiente fue la posición angelical de Jeremy, con ambas manos bajo su mejilla, como en las películas infantiles. América estaba en la litera más baja, así que Zach tuvo que inclinarse para verla. Ahí estaba su teléfono y los auriculares conectados también a los oídos de ella. 

América estaba dándole la espalda, abrazándose a sí misma y luciendo completamente inofensiva. Bella, hermosa, grandiosa. Desastrosa, odiosa y malvada.

Zach se sintió más expuesto que nunca a pesar de que ella estuviera dormida, tenía tantas sensaciones y no sabía como nombrarlas. Así que se armó de valor y se metió en la litera, recostado a su lado y pasó un brazo sobre ella, abrazándola.

- Vete. - susurró América. - Por favor.

Zach respiró hondo.

Ella subió un brazo para quitarse los audífonos y el guitarrista aprovechó ese movimiento para prenderse de su cintura, presionando su cuerpo para que estuviera más cerca de ella.

- Fui un idiota. - le dijo Zach en un susurro a su oído.

- Aún lo eres.

Zach apretó los dientes con rabia. Ella era tan pacífica hasta para hacerle ver la verdad.

- Tienes algo que es mío. - Zach arrastró su mano en busca de su teléfono.

- Llévatelo. - ella misma lo tomó y se lo entregó.

Zach besó su sien. Por necesidad. Sentía que no sería bueno para él entregarse por completo a una persona pero al mismo tiempo había algo bueno, ella era buena.

- No juegues conmigo, Zach. - susurró.

- Di que estamos bien. - besó su mejilla. - Por favor.

América giró y estuvieron cara a cara, sintiendo sus propias respiraciones fingir estar controladas. Zach quería besarla, tan pronto y tan desesperado. Lo que le estaba pasando era algo absurdo.

- Sé que ahora vas a besarme y que después te arrepentirás. Es como si en el día actuaras de una manera y en las noches de otra.

- Tienes razón. - contestó Zach. - Así soy.

- Vete. - rogó América.

- Pero mañana seguiré siendo el mismo que seré esta noche.

Tomó el rostro de la chica entre sus manos y la besó. Después, abrazándola para que no se le escapara y sin abandonar su boca, le susurró que lo sentía. Limitándose a eso y no a lo que de verdad sentía al tenerla en sus brazos.

A la mierda sus nuevas sensaciones. A la mierda el Zach Abels que conocía. ¿Qué tal si ser diferente era mejor?

América se alejó apenas, para tomar aire. El guitarrista acarició su rostro y tenía las mejillas mojadas.

- ¿Tan mal besador soy? - le dijo.

También percibió la sonrisa de la chica.

- Siento que esta es una despedida y estoy aterrada.

- Puede que sea una despedida, del autobús, de los video juegos y de la ropa de Mickey. Pero no de nosotros, no mía.

- Duerme conmigo.

- Por supuesto que sí. - contestó Zach.

América se dio la vuelta para que él la abrazara por la espalda. Habían sido los días más locos de su vida, podría jurarlo, pero no los cambiaría ni por un lapsus de personalidad y egocentrismo.

AMÉRICA [zach abels]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora