10. Avellanas

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Tengo una sensación de ansiedad

pero se va por un minuto

cuando estoy respirando contigo.

- Cry Baby.

América despertó sin Zach, creyendo que la persona matutina que lo caracterizaba se había vuelto a hacer presente. Tenía implantadas en la mente las memorias de aquella noche tan sentimental, llena de besos y caricias. Si de eso se trataba el amor, le gustaba estar enamorada. Asimismo repudiaba todo sentimiento, porque sentirse rechazada por el único hombre con el que quería estar, había sido demasiado desagradable para su inexperiencia.

Había soñado con el café Hubert's y con Julian Vaugh. Había visto su rostro, sus manos y su ropa, sabía quién era. Un hombre bronceado con cejas pobladas y manos grandes, vestido con un traje y mirada dura. Fue la imagen más lúcida que había tenido desde el accidente y debía ser muy importante. El problema era que no podía sacarle una fotografía a su sueño. Estaba obligada a recordar con precisión cada facción de ese hombre.

El autobús se había detenido, no escuchaba ninguna bulla afuera. La cortina de la litera estaba otorgándole una oscuridad innecesaria y la abrió lentamente con dos dedos para revisar si había muros en la costa. Nadie. Ni el sonido de las guitarras o la voz chillona de Jesse.

Pensó que lo mejor sería levantarse a ver si no se habían ido todos dejándola varada en medio camino. Tenía miedo de que cualquier cosa extraña le sucediera, pero siempre estaba presente la misma poesía repitiéndose en su profundo inconsciente para tranquilizarla.

Se puso de pie y buscó en la ropa de Zach algo que pudiera servirle en su último día como convivientes. Encontró una simple camisa con estampados de palmeras en diferentes colores y se la puso con el pantalón que había traído puesto el día que la encontraron en medio de la carretera a oscuras. El tiempo había pasado lento, como si llevara toda la vida acompañada de estos sujetos que le habían hecho hacer cosas que nunca se habría atrevido a hacer por su cuenta. Los extrañaría, a cada uno de ellos, incluso viviendo en la misma ciudad.

Abrió la puerta del desolado autobús y se dio de narices con Zach, que la miró de pies a cabeza con una sonrisa mínima pero llena de complicidad. América retrocedió porque él avanzaba cerrando la puerta detrás.

- Creímos que te habías desmayado. - le dijo, acercándose sin ningún rastro de miedo para besarla.

América permitió que Zach suspirara entre sus labios y los tocara, confiada por la promesa que le había hecho la noche anterior.

- Desperté creyendo que me habían abandonado. - contestó con sinceridad.

- Estás loca. - rió Zach. - Pero buena elección de vestuario.

Se puso tan roja como una de las palmeras en la camisa.

- Es que no tenía nada que usar. - se disculpó. - Te la devolveré, como tus otras cosas.

- No quiero que me la devuelvas, te ves bien en ella.

Zach volvió a besarla, sin llegar a profundizar, mantuvo la distancia entre sus rostros mientras que sus cuerpos estaban tan juntos que parecían siameses; después Zach desabrochó el primer botón de la parte superior de la camisa y América aguantó la respiración por la sorpresa. ¿Qué estaba haciendo exactamente?

AMÉRICA [zach abels]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora