20. Mentirosos

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Paciencia, prueba mi paciencia. Si lo hice demasiado difícil para ti tal vez debería haber cambiado - Honest.

América estaba rodeando con los brazos la cintura de Zach desde la espalda, con el mentón sobre su hombro mientras él rozaba sus manos. Habían dado las doce y los fuegos artificiales reventaban en el cielo iluminando todo Newbury Park. Había sido feliz antes, pero esta clase de felicidad era diferente y se sentía mejor.

Había ganado otra vez el desafío de quién bebe más cerveza con Brandon y Jeremy. Repentinamente tuvo un golpe en la vejiga, lo que la forzó a dejar a Zach para ir al baño. Pese a su confianza con la banda y la reciente amistad con Devon, se sentía avergonzada al pasar por tantas personas desconocidas. Temía que pudieran conocerla o peor, que supieran todo el asunto de la pérdida de memoria en plena carretera a oscuras. De todas formas, se armó de valor hasta llegar a su destino.

Al salir, se preparó para el mismo afán, tomando otro camino para buscar cigarrillos. 

- ¡Amelia!

Giró dudando para verificar quién la llamaba por su nombre real, aquí todos la conocían como América, por lo tanto se excedía de la normalidad.

Julian Vaugh estaba sonriendo mezclándose entre todos los jóvenes a su alrededor. Lucía delgado y usaba el característico traje azul marino con la camisa blanca. 

- He venido a buscarte, por favor vuelve. - continuó diciendo, esta vez tomándola del antebrazo con fuerza.

América no pudo responder, ni moverse. Milagrosamente, un impulso desde lo más profundo de su ser la apuñaló en los pies para empezar a huir, forzando su propio brazo para liberarlo del agarre de Julian.

No comprendía como demonios la había encontrado, cómo había podido entrar y por qué tuvo que hacerlo precisamente cuando estaba pasando uno de los mejores momentos con su guitarrista.

Corrió entre la gente con los ojos llorosos y rápidamente encontró el camino hacia donde la banda se había reunido.

Zach estaba buscándola con la mirada y cuando por fin la halló abrió los brazos para recibirla. 

- ¿Por qué desapareces? - preguntó besándola.

América estaba muy nerviosa, si hablaba, lloraría. No podía quedarse más tiempo ahí sabiendo que el maestro de literatura estaba al acecho.

- Estoy cansada. - se quejó con un hilo de voz. - Las fiestas no son lo mío. 

El pelilargo la observó con duda y tras parpadear varias veces seguidas, cambió esa mirada por una distinta.

- Entonces te vas... - Zach la miró con tristeza, pero inmediatamente asintió. - Está bien, te llevaré.

América agradeció a su destino por haberlo puesto en su camino. Qué importaba la pérdida de memoria, el auto averiado y las medicinas. Zach era la persona que había esperado inconscientemente que llegara a su vida.

Julian estaría merodeando por cualquier lugar y América volteaba de vez en cuando para verificar que no estuviera siguiéndolos. No quería que ellos se conocieran nunca.

A partir de esa noche, América no había visto a Zach. Habían pasado tres días y cuando hablaba con los muchachos, ellos cambiaban el tema. Intentó llamar y escribir, porque todavía era muy insegura sobre ir a verlo a casa sin un previo aviso. Pero batallando consigo misma, decidió que romper su propio hielo sería lo mejor.

Clarice y Kyle estaban viendo una película en la sala principal cuando ella salió a hurtadillas para buscar el auto de su padre.

Condujo sin encender la radio pero con la cabeza ruidosa por tantos pensamientos. Sabía que algo extraño había sucedido y todo indicaba al único culpable: Julian Vaugh. Se preparó para lo que Zach tuviera para decir, de todas formas estaba decidida a confesar hasta la última cosa que él quisiera saber sobre ella. Los secretos pasarían a ser historia para comenzar una nueva.

Las luces de la casa del guitarrista estaban todas apagadas. Pensó en volver, en dejar todo como una cobarde. Y aguardó varios minutos con el auto estacionado a diez metros de la entrada. De pronto, una luz se encendió, Zach salió por la ventana y arrojó un cigarrillo consumido. Era ahora o nunca.

Se bajó del auto a toda prisa y tocó el timbre sólo una vez mientras devoraba sus uñas por la espera.

Zach abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarla entrar, parecía que había estado esperándola. 

América entró y cerró la puerta. Ambos se quedaron quietos sin decir nada. Daba la impresión que aquella confianza sembrada durante todo este tiempo había desaparecido. Zach olía a alcohol y a tabaco, su frente estaba fruncida al igual que las comisuras de la boca. Fue entonces cuando ella vio que tenía un enorme moretón en el pómulo.  

- Sube. - le dijo, adelantándose para ir primero.

América lo siguió temerosa de lo que podía encontrar ahí arriba, pero cuando entraron en su habitación, nada más había un cenicero en el suelo y una botella de vodka sobre la cama.

- Si tienes dónde tirar tus cigarrillos, no debiste arrojar ese por la ventana. - dijo ella. 

Zach se encogió de hombros y se recostó contra la pared con los brazos cruzados.

- ¿Qué te ha pasado en la cara..? - arremetió.

El chico se carcajeó sin despegar los labios, se arregló el cabello dejando visible el dorso de la mano, mostrando que también tenía los nudillos destrozados.

- ... Y en la mano.

Al levantar la mirada, Zach la fijó directamente hacia ella.

- Recibí una clase de literatura intensiva. - contestó sarcásticamente. - De tu profesor favorito.

América se sintió morir.

- ¿Es por eso que no querías verme? - preguntó.

- Tú no te acuerdas de nada, América. - aclaró. - No puedo enojarme con Amelia porque no la conozco, pero... ¡Estoy celoso como el demonio!

América corrió para abrazarlo con fuerza porque lo que seguiría a continuación sería tal vez el final.

- He sido Amelia desde Navidad. - confesó sin soltarlo. - He sido ella todo este tiempo y todo ha sido perfecto.

Zach se safó de su agarre rápidamente.

- Mentirosa. - acusó. 

El dolor que causa una fisura de codo no se compara al dolor  que se siente cuando te sacan una muela. Y el dolor de un adiós no se compara al dolor de palabras hirientes. América no tuvo más fuerzas para seguir aguantando las lágrimas y se dejó ir.

- Ya que nos estamos confesando, también quiero decir algo. - Zach levantó el brazo como si estuviera en medio de una clase. - Nosotros provocamos tu accidente. 

AMÉRICA [zach abels]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora