26. Amor

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Traté de amarte, nena, en todas las formas.
Traté de satisfacerte, dulzura, pero no te quedaste. - Warm

El tiempo había sido una pócima de renovación para Amelia Kingsley, quien actualmente se hacía llamar América cuando ordenaba café o al conocer a una nueva persona. Cambió su número de teléfono, las sábanas en su cama, y su cabello largo por uno más corto y juvenil. Terminó la universidad con méritos y estaba en busca de un trabajo estable que pudiera ofrecerle lo que siempre había soñado. Pinturas del romanticismo y poetas simbolistas.

Un día mientras revisaba buenas nuevas en el buzón de su edificio, la invitación llegó a su buzón. Como un balde de agua fría que mojó hasta sus huesos presentándose como una señal del destino: Ellos no la habían olvidado.

La banda se había hecho recordar de una forma tan inusual en un día cualquiera en el que América, extrañamente, no había pensando en ellos.

La fiesta sería en una semana, Mikey y Lauren se casarían después de casi seis años de relación.

Una semana en la que América tenía que ordenar sus prioridades y pensar más de dos veces si volver a California sería lo correcto. Debajo de todo lo nuevo que sentía y veía, estaba oculto un sentimiento imborrable que pasaría a primer plano si decidía por regresar. 

El corazón y la razón debatieron durante días, teniendo como ganador solo a uno.

Seis días después, América se subió a su auto reparado en rumbo a Newbury Park.

- Tienes dos pies izquierdos. - susurró América cerca del oído de Zach Abels.

Él bailaba con los ojos clavados en el piso, procurando hacerlo bien. Su frente estaba arrugada y se mordía el interior de la mejilla por la concentración.

Se veía mayor aunque sólo habían pasado nueve meses. El tiempo que un bebé tarda en nacer había sido acorde a lo que parecía que había sucedido con Zach. Se había oscurecido el cabello manteniendo su largo, la barba le estaba creciendo y tenía un nuevo tatuaje en el cuello. Sin embargo, eso no era lo mas impactante de su renacer, sino la confianza en sí mismo que había pasado de ser invisible a muy notoria.

- Por eso no me llamaron a Bailando Con Las Estrellas. - respondió sarcástico. - Perdóname si te estoy avergonzando.

- No lo haces. - sonrió. - ¿Te diste cuenta que Jeremy está tomándonos fotos desde hace horas?

Zach levantó la mirada completamente fuera de sí, moviéndose lentamente con Come Away With Me de Norah Jones.

- No puedo creer que haya durado tanto tiempo bailando. - se detuvo. - Vámonos de aquí.

Con la mano en la suya, América lo siguió a través de todas las personas en la pista de baile, corriendo como unos niños, dejando a Jeremy tomar fotos a la nada. Zach salió del salón y se quedó parado mirándola reír. Para ella era como recordar viejos tiempos felices que no regresarían.

- ¿Por qué te fuiste? - preguntó él sorprendiéndola por completo.

- Volví aquella vez porque quería escapar de mis problemas, pero ellos me siguieron hasta aquí. Así que los conocí y se salió de control. - contestó con sinceridad. - Escucha Zach, soy América desde entonces, sigo siendo la misma.

- Lo sé. - afirmó el guitarrista, jugando con los dedos de la mano que aún sostenía. - Ambos íbamos a irnos en algún momento.

- ¿Y ahora qué pasará? - se acercó dos pasos más cerca de él. - ¿Vamos a seguir actuando como si fuéramos extraños?

Zach soltó su mano para despeinar la cola de caballo que tenía, mostrándose trasparente frente a ella. América parpadeó repetidas veces para dispersar las lágrimas que se estaban acumulando en sus ojos. No le sorprendería que su guitarrista haya dejado de pensar en ella, el tiempo todo lo cura y ella era una enfermedad viral.

- Creí que no volvería a verte. - confesó con molestia. - Estoy actuando tan mal, esperando el momento para beber y tocar la guitarra como un desquiciado porque es lo único que hago para sentirme mejor.

América se acercó y colocó las palmas de sus manos en las mejillas del despeinado chico frente a sus ojos. 

- Adoro a Mikey. - susurró.- Pero regresé hasta aquí y me puse un vestido para pararme frente a ti y decirte que te amo.

Zach tenía los ojos por todos lados excepto en ella. El nudo en la garganta la incomodaba y no la dejaba respirar, pero América estaba dispuesta a sepultar su orgullo con el simple propósito de ser feliz con la única persona que la había hecho sentir especial. 

- ¿No dirás nada? - arremetió.

Zach movió la cabeza para safarse de sus manos y sin mirarla, negó con la cabeza. 

- ¿Recuerdas cuando fuimos a Navy Pier en Chicago? - preguntó.

América asintió sin entender su punto.

Los hechos de la semana del autobús con la banda pasaron por su cabeza como una película en velocidad máxima.

- Estabas subida en un unicornio amarillo girando en ese carrusel cuando me di cuenta que eras la única mujer a la que dejaría entrar. - levantó la vista y su mirada debilitó las piernas de América. - Pero te fuiste...

- Lo sé, lo arruiné. 

-... y no importó que te fueras. - continuó Zach, interrumpiéndola. - Porque te amé incluso entonces y te sigo amando ahora.

América exhaló todo el aire acumulado en sus pulmones como desfogue de toda la carga que sintió durante el corto tiempo que el guitarrista había hablado. No sabía que hacer o a dónde mirar, no sabía si reír o llorar. No tenía tiempo para pensar qué demonios harían cuando tuvieran que regresar a sus realidades. Él estaba parado frente a ella con aquel particular gesto de sonrisa de lado, la estaba mirando y no lo creía.

Entonces Zach no esperó que América regresara a la Tierra para tomar su rostro entre las manos y besarla. 

AMÉRICA [zach abels]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora