16. Conflicto

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Tú y yo estamos dos océanos separados
y estamos en la Tierra para rompernos el corazón en dos.
- Ferrari.

- ¿Te vas?

América soltó el polo de la puerta y giró sus talones para ver a Zach no del todo despierto enredado entre las sábanas, frotándose los ojos con el dorso de la mano.

- No. - respondió. - Solo intento encontrar el baño.

- Hay un baño aquí. - jadeó Zach, volviendo la cabeza a la almohada y con un dedo, señalando hacia una puerta. - Por allá.

La luz de la madrugada apenas iluminaba la habitación. No había ruido de música, solamente de la respiración del guitarrista durmiendo y la suya, agitada y terriblemente aterrada.

Todo había sucedido muy rápido, sin embargo no había rastro de remordimientos. Había disfrutado ser parte de Zach al menos un momento y poder escucharse a sí mismos decir lo que sentían. Pero había algo que estaba mal y era eso lo que la había despertado con ganas de desaparecer.

Se miró fijamente al espejo y se reconoció.

Amelia Kingsley y América se miraban una a la otra conociéndose por primera vez. El cabello más largo, igual de oscuro que siempre. Los ojos sombríos y las pecas debajo de ellos. Los mismos labios, aunque ahora un poco enrojecidos y partidos en ciertas zonas. Se miró las manos y se sorprendió al no tener las uñas pintadas. ¿Zach habría visto el tatuaje? La pieza de Picasso en la parte baja de la espalda.

Respiró hondo porque no lo podía creer. Mil preguntas se agruparon en su frente impidiendo que tuviera al menos un minuto de satisfacción. Había recuperado la memoria. Fantástico. Maravilloso. Pero ¿en que momento? ¿A causa de qué? ¿Había sido la mezcla de alcohol con el medicamento? ¿O el medicamento por su cuenta había sido efectivo? ¿Había sido tener a Zach sobre ella? ¿O el tacto con la almohada?

Abrió el caño y se mojó la cara. Si de algo estaba segura era de recordar todo. La poesía, el apagón en la carretera, la parte después del accidente, él haber conocido a la banda, haberse enamorado de Zach. Hasta recordaba haber visto a Jesse en las obras teatrales de la escuela.

Luego pensó en Julian.

Rápidamente se deshizo de ese pensamiento y decidió volver a la cama con Zach. ¿Qué iba a hacer volviendo a casa a esa hora? Se recostó junto a él, con la mejilla pegada a su espalda, luego cerró los ojos y debatió entre decirle la verdad o seguir siendo América por un par de días más, hasta que supiera como arreglar su propia mente y ordenar sus ideas.

Tendría que irse pronto de California. Hacia Nueva York y a su último año de universidad. A volver a rodearse de las pinturas impresionistas y a beber café en la ventana de su apartamento mientras leía poesía simbolista. En soledad. Alejada de todo, de todos. A su zona de confort.

Porque ya no era América.

- Estás temblando. - Zach la hizo reaccionar. - ¿Tienes frío?

No temblaba, estaba llorando.

- Sí. - mintió. - Abrázame.

Los brazos de Zach la rodearon y pronto se quedó dormida. El tiempo iba a pasar bastante lento, podía sentirlo, antes había estado desesperada por volver a recordar, sin embargo ahora deseaba jamás haber recuperado la memoria.

Cuando despertó por segunda vez, el sol le estaba dando a la cara y no había rastro de Zach en la habitación. Ya estaba vestida, así que sólo se puso los zapatos y abrió la puerta del dormitorio para poder irse sin ser vista.

La casa estaba hecha un desastre, la gente se había quedado dormida en los sillones y encima de las alfombras. Las botellas de licor y los vasos ocupaban cada espacio que no estuviera ocupado por colillas de cigarros. Se preguntó en dónde podría estar Zach, pero no se detuvo para buscarlo. Salió de la casa y se dirigió a su hogar.

Sarah Kingsley estaba sentada dándole la espalda, su largo cabello rubio colgaba del respaldar de la silla, acompañada de dos tazas de café sobre la mesa de la cocina.

La abnegada ama de cada la estaba esperando.

- Clarice estuvo vomitando durante toda la noche. - dijo su madre.

Amelia se acercó y retiró la silla para tomar asiento. Sarah la miró y volvió sus ojos abajo.

- Está embarazada. - confesó a pesar de que era un secreto.

- Kyle cree que comió algo en mal estado y pensamos que sería mejor hacerle creer eso hasta que tu hermana este lista para decirle.

Hubo un largo silencio. Sarah no lucía molesta pero tampoco contenta. Amelia no esperaba un recibimiento con los brazos abiertos, sin embargo era lo suficientemente grande como para llegar a la hora que se le antojara.

- Mamá, lo recuerdo todo. - habló emocionada. - Todo.

Sarah la vio fijamente con los ojos muy abiertos e intentó sonreír, pero rápidamente lo ocultó.

- Deben ser las medicinas. - pensó en voz alta. - ¿Sientes algún dolor?

- Para nada. - negó.

Riéndose para sus adentros al pensar en que su madre se emocionaría por ella.

- ¿Cómo sucedió? - preguntó la rubia.

No sería prudente que Amelia le confesara todos los detalles, pero acomodó la historia en algo que no fuera explícito.

- Me quedé dormida y desperté con todos mis recuerdos de vuelta. - resumió.

- Iremos al doctor hoy mismo. - dijo su madre. - Es... maravilloso, hija.

Tocó su mano con afecto.

- ¿La fiesta estuvo buena?

- Lo estuvo, sí. Los chicos son bastante divertidos. - sonrió al recordar.

- Ahora que recuperaste la memoria,¿Los seguirás frecuentando?

Amelia no comprendió bien lo que su madre había tratado de decir, o tal vez lo había entendido perfectamente.

- Claro que los seguiré frecuentando, ellos me salvaron la vida, mamá. Son mis amigos. - defendió.

Sarah arrugó la nariz como si algo no oliera bien.

- No pude evitar notar que te traes algo con ese chico de cabello largo, el que vino anoche.

- Sí, mamá. - Amelia se molestó. - Estoy con Zach.

- Amelia.- cantó la rubia. - Te conozco, es decir, mira atrás un poco. ¿Crees que un chico así es bueno para ti? ¿O volviste a enamorarte de un hombre extraño por su cerebro? Además, no hace ni un mes que lo conoces.

Amelia, con indignación corriendo por sus venas, se levantó. Lágrimas en sus ojos amenazaban por liberarse y se las tragó, al menos la mayoría de ellas. Sin embargo, el resto no dudó en salir y resbalarse trágicamente por sus mejillas.

- Regresaré a Nueva York, cuanto antes. - lloró forzándose para no hacerlo. - Es obvio que esto nunca va a cambiar.

- Sólo me preocupo por ti. - dijo Sarah como si sus acciones fueran completamente aceptables.

- Continúa preocupándote. - lloriqueó. - Estaré en mi habitación intentando perder mi memoria otra vez.

AMÉRICA [zach abels]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora