C A P I T U L O 9

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  —Así que...no estabas bromeando. —dije
sacando del estante el libro "Cincuenta sombras Grey" y mostrándole el mismo. Él sonrió y se acercó al estante de libros donde yo estaba.

—Te dije que no. —me arrebató el libro de mi
manos y lo abrazó en su pecho, como si fuera
su pequeño tesoro.

—Eres el primer chico que conozco que haya
leído ese libro. Tienes todos mis respetos. —le
dije susurrando la última parte. —Tienes muchos libros aquí, ¿para qué vas a las librerías? Puedes hacer tu propia librería.

—Ya leí la mayoría de estos. —dijo dejando el
libro en su lugar. —Tengo esto para ti. —dijo
mientras sacaba un pequeño libro del estante.

El título decía "Orgullo y prejuicio", había oído
mucho de este libro, pero nunca se me habría
pasado por la cabeza comprarlo. Daniel me lo
extendió, lo recibí con ambas manos.

—Parece antiguo. —comenté.

—El libro ha pasado por mi familia desde hace cien años, si le pasa algo quedará en tu
conciencia.

— ¿Qué? No puedo recibirlo. —dije intentado
devolvérselo. Daniel se rió.

—Solo estaba bromeando. Solo fueron 99 años.

—No es gracioso. —dije dándole un golpe en su hombro.

—Auch, ¿Estas golpeando a tu pareja de baile,
recuerdas? Si me lastimo te quedaras bailando sola. —dijo.

—Gracias por recordarme lo del baile, sigue
siendo una tortura. —dejé que un largo suspiro se escapara de mis labios.

—No sabía que bailar conmigo era tan
"torturante" —bromeó haciendo el movimiento de las comillas imaginarias.

—Sabes que no eres tú. Odio bailar.

—Ayer no parecías odiar bailar. —dijo
frunciendo el ceño.

—Así que me viste bailar. —dije dándole un
empujón. —Eso es campeón.

—Gaby estaba en lo cierto cuando dijo que
estabas obsesionada con esa palabra. —dijo, el tono rojo en sus mejillas no pasaba inadvertido.

—Dices eso, porque no quieres que vea como te sonrojas. Muy tarde, campeón.

Ambos reímos.

Daniel podría ser el chico perfecto para cualquier chica, y cualquier persona disfrutaría pasar tiempo a su lado. Y era muy apuesto, en esta semana el cabello le había crecido mucho, demasiado para ser solo una semana. Y de alguna extraña manera esto lo hacía ver más apuesto de lo que era. Levanté la mirada, y me encontré con sus ojos, quienes estaban sobre mí fijamente.

Mi teléfono sonó invadiendo toda la habitación. Me acerqué a mi bolsa, la cual estaba en el mueble de la sala. Saqué mi teléfono lo más rápido que pude.

— ¿Ho-Hola? —tartamudeé.

—Por fin contestas, ¿Dónde estás, ____________?
Mi mamá y yo te hemos estado llamando hace
como una hora entera. —la voz de Mario sonaba enojada.

—Estoy con Daniel, en su departamento. —
confesé. — ¿qué pasa? ¿Por qué estás tan
enojado?

—No lo sé, tal vez porque prometiste llamar a
mi mamá cuando llegaras a casa. Y eso debió
haber sido hace como dos horas, según mi
madre. Sabes lo paranoica que es, _____________.
Le prometiste una llamada, y nunca llamaste. Ha estado llamando hace una hora y no atendías el teléfono...

—Estaba en una librería, Mario. No debí haberlo oído. ¿No debes estar en tus entrevistas con las universidades?

—Me salí. —masculló.

— ¿Qué? ¿Cómo que te saliste de las entrevistas, Mario? Esas son oportunidades muy importantes.

—Me importa un demonio, ___________. Eso es lo que menos me importa ahora. ¿Sabes lo
preocupado que estaba? Mi mamá llamó y dijo que no habías llamado. ¿Sabes todos los
pensamientos que llegaron a mi cabeza? Te
llamé miles de veces antes de dejar las
entrevistas.

No me había dado cuenta hasta este momento, que me había llamado por mi nombre. Nada de Bubbles. Él debe de estar realmente enojado, y me imagino porque. Yo también lo estaría. Un sentimiento de culpa me recorrió.

—Lo siento. —fue lo único que pudo salir de mis labios. Un largo suspiro se escuchó desde el otro lado de la línea.

— ¿Dónde dijiste que estabas? No logré
escucharte, de todas maneras.

—En el departamento de Daniel. —respondí.
Y después de un largo silencio dijo:

— ¿Cómo llego ahí?

{...}

El camino a casa fue en silencio absoluto. Mario no dijo ni una sola palabra. Estaciono el auto, y ambos bajamos al mismo tiempo. Llamó al ascensor y puso su tarjeta en la entrada. Llegamos a nuestro piso. Él bajo antes que yo, y saco su juego de llaves y entro en el departamento, dejando la puerta abierta.
Cuando entré, él estaba entrando a su
habitación. ¿Qué debería hacer ahora? Sabía que tenía que disculparme, pero no sabía cómo exactamente hacerlo. Sentía que un simple "lo siento" no iba a ser suficiente. Lo había hecho abandonar una de las entrevistas más importantes.
Había olvidado por completo que tenía que
llamar a Gloria, y realmente deseé no haberlo
hecho. Después de la llamada de Mario, Daniel no dijo nada.
Cuando Este me volvió llamar para
decirme que estaba abajo, me despedí de él con un simple "Adiós" y bajé las escaleras corriendo, como si hubiera fuego en el edificio.
Para algunas personas, pedir perdón es difícil.
Pero no cuando a la persona a la que le debes
esas disculpas, es la persona que amas.

{Mario}

Aventé las prendas de vestir que estaban en la cama al suelo, y me recosté en mi cama. El
perfume de Bubbles, llegó hasta mí. La
almohada de al lado, tenía su perfume
impregnado. Bubbles dormía la mayoría de noches aquí, conmigo. Después de que regresamos de Arizona, no había ningún día que durmiéramos separados. O era en su cuarto o en el mío. Y las
pesadillas habían desaparecido, por suerte.
Odiaba verla despertar con lágrimas en los ojos, supongo que cerrar ese capítulo en Arizona ayudo mucho.
Odiaba estar enojado con ella, pero había
pasado un mal rato pensando en donde podría estar. Y lamentablemente heredé el gen paranoico de mi madre. No fue bonito pensar en todas las cosas malas que le pudieron haber
pasado a Bubbles. O lo que pensamos que le
había pasado, solo porque no contestaba el
móvil.
Alguien tocó la puerta, y ya sabía quién era ese alguien.

—Pasa. —dije.

Bubbles entró a la habitación con una media
sonrisa en su rostro y una... ¿caja de pizza en
sus manos? Fruncí el ceño. ¿Pizza? Debe ser lo
que menos me esperaba en este momento.

— ¿Quieres pizza? —preguntó.

—Supongo. —dije sentándome a su lado.
Bubbles abrió la caja enfrente de mí. Encima de la pizza, con pepperoni, estaba escrito un "Lo siento". Bubbles dejo la pizza a un lado y me abrazó.

—Realmente lo siento, Mario. No tienes idea. — dijo sin soltarme.

— ¿Cómo hiciste eso? —pregunté riendo.

—Lo hice yo aquí, lo que más amas es la pizza. —dijo ahora con una sonrisa entera.

—No. —dije, sujetándola más fuerte y
haciéndola sentarse sobre mis piernas. —Lo que más amo, es a ti. —dije robándole un beso de sus labios.

Promesas 2da.Temporada #RedDeMentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora