Capitulo 20 - El destino del corazón

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Narra Guillermo

Había comido de mala gana, estaba asustado y no sabía cómo saldría de esta. Todos piensan que me fui por mi voluntad, por lo que dudo que me rescaten. Bueno al menos solo le quedan solo unos días a mi hechizo, lo único que me queda es esperar a volver a ser gato y escapar de aquí. Espero sobrevivir hasta entonces. Solté un suspiro, en el lugar en que estaba no había ni siquiera una miserable ventana para saber si era de noche o de día, bueno supongo que él no se arriesgaría a que lo descubrirá alguien que merodeará cerca de donde quiera que este

-Hola Gatito- hablo Cristobal desde detrás de mí. Me sorprendió por lo que no evite dar un saltito

-¿te asuste?, vaya y eso que aun ni comienzo- dijo burlesco. Me voltee a verlo, pero al hacer contacto con sus ojos me paralizo. El sin decir nada más entro en la celda y soltó mis grilletes. Desesperado le ordene a todo mi cuerpo que actuara, pero era más que inútil

-solo te cansaras- susurro Cristóbal cerca de mi oído, alterándome

-suéltame... bastardo- dije con mucha dificultad. Cristóbal solo se quedó mirándome con lo que me pareció sorpresa, pero no mostraba muchas expresiones en su rostro. No dijo nada y me cargo hasta lo que era una pared, con grilletes. En cosa de segundos me vi encadenado de nuevo. Cristóbal quito el hechizo que me paralizaba y pude notar la incómoda posición en que estaba, mis brazos estaban hacia los lados y fuerte mente sujetos por los grilletes y mis piernas estaban algo separadas.

-Tranquilo gatito, no demorare mucho, pero no prometo que no valla a dolerte- dijo Cristóbal mientras preparaba algunas cosas en una mesa que estaba algo lejos para permitirme ver que hacía. Se acercó hacia mí con un punzón y un frasco vacío. Abrí los ojos asustado y me removí con desesperación tratando de soltarme

-quédate quieto o te terminaras matando- dijo Cristóbal con una voz fría y cortante

-¡estas enfermo!- exclame asustado -¡Aléjate! ¡Déjame! ¡Libérame!- grite tratando de llegar a él de alguna forma. Cristóbal no cambio su mirada ni respondido nada, hizo como si no me hubiera escuchado y creo una herida en mi brazo con el punzante. Apreté los dientes por el dolor, la herida no era profunda pero si sangraría por un rato. Cristóbal puso el frasco debajo de la herida. Cerré mis ojos tratando de no sentir el Dolor

-¿Quién eres tú?-dijo Cristóbal enojado, abrí mis ojos para ver que sucedía, pero al hacerlo no creí lo que mis ojos me mostraban, Samuel estaba allí frente de su espalda salían unas alas angelicales y empuñaba una espada y un escudo que desprendían una luz celeste.

Narra Samuel

Llegamos a una especie de edificio abandonado tenía 3 pisos no se veían muchas ventanas por lo que me costó llegar a esa conclusión.

-Samuel conjura tu espada- dijo Astra al ver el edificio –vamos a entrar- dijo conjurando un arco que parecía estar echo de luz

-no te precipites- dijo Benicia–además aún deben enseñarle a este chico a usar los poderes que le dieron- finalizo

-lo sé- dijo Astra con el tono de una niña regañada. Nos detuvimos antes de salir del escudo de árboles y Benicia llamó mi atención

-Samuel para conjurar tu arma debes sentirla, saber que esa arma te acompañara en tu batalla y confiar que con ella vencerás- dijo Benicia mirándome seriamente, me puse algo nervioso pero asentí con la cabeza

-dime como debo hacerlo- dije esperando algo que me guiara

-cierra tus ojos e imagínala, siéntela- dijo Benicia mirándome de una forma que no puede desafiar bien pero me reconfortaba era algo cálida. Le dedique una sonrisa de agradecimiento y luego hice lo que me pidió. Cerré mis ojos y relaje mi cuerpo, sentí un ligero escalofrió recorrerme "por ti" susurré, mientras en mi mente aparecía la imagen de una espada, parecía de acero, pero con el filo de las catanas. Una luz celeste media pastel comenzó a emanar de ella y sentí su peso en mi mano derecha, la empuñe con fuerza mientras en mi mente decía "contigo ganare todas mis batallas, contigo rescatare a Guillermo", cuando termine de decir aquello escuche una exclamación de una voz que no había oído antes. Abrí los ojos y pude ver la espada en mi mano, era tal cual la había imaginado

Guille-neko (wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora