Jesús y la samaritana

10 3 0
                                    

Dame de beber, dijo Jesús
a una mujer allá en Samaria,
que vino al pozo a llenar su cántaro,
mientras, sentado Él descansaba.

¿Cómo Tú siendo judío
y siendo yo samaritana
me pides agua para beber,
si judíos y samaritanos no se tratan?

Si conocieras el Don de Dios,
y quién Te pide de beber,
tú le pedirías agua a Él;
agua viva Él te daría,
y jamás tú tendrías sed.

Pondría en tí manantial
inagotable de agua viva
que, fluyendo en tí constante,
vida eterna te daría.

Dame de esa agua, Señor,
que no tenga yo más sed;
pon en mí ese manantial
que para mí dices tener.

Para ganar su confianza,
para mostrarle Su poder,
Jesús dice a la samaritana
que a su marido quiere ver.

-No tengo marido, dijo ella.
-Cinco has tenido, dijo Él
-y el de ahora, tuyo no es.
No quiso, Él avergonzarla,
lo dijo para ganar su fe.

-Me pareces un profeta-
dijo, entonces, la mujer-
en este monte adoraron mis padres,
ustedes dicen que en Jerusalén.

-Mujer, llegará el día que dondequiera
adorarás, porque Dios es espíritu
y si en espíritu Le buscas,
Su presencia encontrarás.

-Sé que vendrá Cristo el Mesías,
y las cosas aclarará.
-Soy yo, Jesús, quien te habla.
La mujer no escuchó más,
corrió, dejó su cántaro,
fue a la ciudad a testificar.

Muchos, por su voz creyeron,
otros, por el verbo de Él;
te digo: deja el cántaro,
ven tú, adórale también.
¡Disfrutarás de agua viva,
la cual brota de Su poder!

En la falda de El Yunque con mi DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora