Sa-na, Sa-na, Sa-na

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Cuando a Tus pies vine, mi Señor,
mi alma llena de aflicciones,
cuando no gemía, lloraba.
No te hagas de ilusiones,
mi sentimiento humano,
así, burlón, me gritaba.

¡No, no es mera ilusión!,
respondía, segura, mi alma.
Me ha tocado, mi Señor,
quien me sonríe y me llama.

Él nada a mí reprocha
y nada a mí me reclama,
pregunta por mis heridas:
Ven, descansa y sana, sana.

Pero, objeta mi humildad
tan maloliente y sudada...
Hija, no ha sido inútil
Mi sangre ya derramada.

Extiendo mis sucias msnos,
me toma entre Sus brazos;
abrazada a Su pecho,
dice: Sa-na, Sa-na, Sa-na.

¡Oh, que hermoso es todo ésto,
no estoy sucia, fui limpiada
por Tu sangre, por Tu cruz,
sí, por Tu Divina Gracia!
Y mi corazón airoso
palpita: Sa-na, Sa-na, Sa-na...

En la falda de El Yunque con mi DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora