Sara está enamorada de su novio Renato, pero también de Alexander, su nuevo novio. ¿Cómo terminará este triángulo amoroso del que solo ella está enterada?
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Octubre
Regreso del aeropuerto. El clima es frío y tallo mis brazos porque salí con un suéter muy ligero. Atravieso los pasillos corriendo para poder llegar más pronto a la calidez de mi pequeño hogar, pero cuando estoy cerca, veo cómo Pilar se encuentra sentada en la orilla de la puerta jugueteando con un spinner de colores.
—Vaya, al fin llegas. Apresúrate o no estaremos a tiempo en la fiesta.
—Es una fiesta, podemos llegar a la hora que sea.
—Cómo se nota que no sabes nada de fiestas—dice, empujando mis hombros para entrar al departamento después de mí—. ¿Te cogió bien el guapo que durmió entre estas paredes anoche o debemos buscar a alguien que lo haga hoy? Pienso que sí lo hizo, parece de esos que son salvajes en el acto, pero todo puede pasar y habrá galanes de sobra en esa fiesta.
—Basta, no empieces.
—Princesita, ¿tú piensas que yo no sé que Alexander está loco por ti?
No me sorprende, con todos esos detalles que he recibido, sé que la escuela entera está al tanto de la situación. Ese hombre no es exactamente el chico invisible del lugar; todo lo contrario.
—Mejor dime, ¿qué sucede entre él y tú?
Una pícara sonrisa aparece en su rostro y no sé si hice bien o mal en preguntar.
—Querida, a ti también te encanta.
—No, yo tengo novio y por eso he rechazado cada una de sus invitaciones y obsequios.
—No todos sus obsequios.
—Lo he hecho, los tomo por cortesía pero no los conservo.
—Eres tan tonta, Sara.
—Mejor responde y deja de ofenderme sólo por ser una mujer decente.
—¿Quieres saber sobre Alexander?
—Quiero saber qué hay entre ustedes.
Ella sonríe y toma una de mis sodas de lata, abriéndola y degustando un trago para tomar el valor de hablar.
—Bien. Él y yo no éramos amigos, teníamos una relación un tanto más... cercana, por así llamarlo. Pero sucede que a él no le gustó la forma de ser de mi familia y, bueno, se alejó tan abruptamente que ahora lo detesto por pendejo. Es un miserable idiota.
—¿Sólo porque se alejó?
—La forma en que lo hizo fue el problema.
—¿Acaso es mala persona?
—No, no lo es. Es un jodido puto ángel y no sé cómo es que puede existir tanta perfección en alguien. Por eso estoy decidida a saber qué es lo que esconde, cuál es su punto débil o a quiénes ha matado. No es posible que sea tan bueno, guapo y rico al mismo tiempo.