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 Última semana de noviembre

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Última semana de noviembre

Abro una atenta mirada todo el día con la finalidad de encontrar a Pilar y asegurarme de que esté bien, incluso camino largas distancias hasta su facultad, pero no tengo éxito.

Ella no se ve por ningún lado.

Derrotada, me decido a avanzar el proyecto que nos encargaron en la clase de economía. Es largo, así que entre más tiempo le dedique, mejor será para mi descanso el fin de semana.

Sinceramente, jamás pude imaginar que un día que parecía tan burdo y agobiante, culminaría con algo tan especial.

Llego a casa poco más allá de las diez de la noche y arrastro mis pies hasta que puedo presumir estar afuera de mi apartamento. Estoy exageradamente cansada, mi cabeza empieza a doler y mis ojos se quieren cerrar mientras me como un frío burrito que compré en la tienda de la esquina gracias a que le rogué a la señora que me lo vendiera a pesar de ya haber cerrado.

Vaya día.

Inserto la llave en el cerrojo y la giro en cámara lenta, entro a mi apartamento, dejando caer mis cosas en el suelo de la entrada. Pego un suspiro y enciendo la luz, haciendo que mi corazón se detenga un momento antes de brincar desquiciado con fuerza.

Oh por todos los cielos.

Mi boca se abre y mi vista viaja por cada centímetro del lugar.

Necesito tallar mis ojos para dejar claro que esto no es producto de mi imaginación.

Camino boquiabierta detallando cada uno de los muebles que no estaban ahí esa mañana.

¿Qué sucedió aquí?

Alguien transformó todo mi departamento.

Tengo un sofá nuevo y un televisor de 60" frente a él, también hay microondas y una freidora de aire en la cocina acompañada de una nueva y femenina vajilla, oh y un juego de sartenes de color rosa. Más allá, veo dos lámparas hermosas y una pequeña mesa de centro.

No puede ser.

Entro a mi habitación y encuentro toda una nueva recámara con una cama enorme luciendo sus respectivas mesitas de noche a un costado, un espejo de tamaño completo y el tocador divino.

Al pie de la cama, justo en el centro, hay un tulipán blanco

No puedo creerlo.

Realmente no sé qué pensar.

Tomo asiento sobre la esquina de la cama con mi mano cubriendo mi sorprendida boca y me quedo ahí por largos minutos, tratando de asimilar lo que sucedió.

Sé quién fue.

Así que tomo mi celular y marco su número. Él responde al quinto timbre.

—Por favor, ven —suplico.

Él no dice nada, pero escucho cómo sonríe al otro lado de la línea y sólo pasan quince minutos cuando los toquidos en mi puerta se escuchan. Abro en un movimiento veloz y nuestras miradas se encuentran.

Sus preciosos ojos claros se estampan contra los míos y no me contengo más.

Lo recibo con un beso.

Sostengo su rostro y lo acerco hacia mí con fuerza, como si pudiera ser posible que se uniera más a mí. Él me sostiene por la cintura, haciéndome sentir de su propiedad con ese simple acto. El deseo se extiende por cada centímetro del lugar y, por primera vez, lo dejo fluir. No pongo trabas, no me detengo.

Es perfecto.

Los besos nos conducen con desespero hacia mi nueva habitación mientras nuestras prendas van marcando el camino que dejamos atrás.

Alexander me recuesta sobre la cama con delicadeza y, con él sobre mí, es la primera vez que logramos darnos un respiro, permitiéndonos vernos una vez más.

—Sara... —pronuncia con la intención de hacer consciencia sobre lo que sucede.

—No me preguntes, porque diré que no.

Él sonríe.

—¿Y quién dice que yo aceptaré un no por respuesta?

Reímos un segundo antes de que nuestros labios se unan con emoción una vez.

En poco tiempo, terminamos con las pocas prendas restantes. Sus manos acarician todo mi cuerpo y el placer es exquisito. Me hace estremecer con el simple tacto de su piel contra la mía. Sus labios bajan hacia mis pechos y el desespero me quiere matar. Sujeto su cabeza y lo hago subir para besar sus labios una vez más antes de hacerlo girar, quedando sobre él. Una fogosa mirada me atraviesa, pues mi acto lo ha hecho excitarse aún más.

—Tú eres la mujer de mis sueños.

Nuestros labios se vuelven a encontrar, justo ahora se sienten como una adicción.

Pero cuando entra a mí, emboscándome una y otra vez con fuerza, entiendo que la verdadera adicción, es él.

Cómo le rompí el corazón al amor de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora