Saint - German

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Francia 1637

Hace un par de semanas que la corte se encontraba un tanto alborotada. 

El cardenal Richeliue había interceptado la correspondencia de la reina Ana de Austria, cuyo destinatario era Felipe IV, hermano y rey  de España.

Ahora el rumor que se expandia por el territorio era que España y Francia estaban en guerra por el asunto de las cartas "españolas", colocando Ana de Austira en una posición dificil dentro de la corte francesa.

¿Y quién no lo estaría en su lugar?

Luis XIII desconfíaba de su esposa y cada día que pasaba confiaba más en el cardenal que en el mismo Dios, a tal punto que había aceptado la sugerencia de Richeliue y había colocado una guardia especial de mosqueteros para su esposa, ellos la seguirían en cada paso, dentro o fuera del palacio. Serían su misma sombra.

Para mi, aquello eran rumores, era sabido que la guerra entre nuestro pais y el vecino siempre estaba apunto de explotar, hasta que exploto, así que en definitiva esto no era más que una guerra interna entre los afectados, cosas de la corte como diria Porthos, pero todo esto termino afectandome , me había tocado el gran premio, el capitan Treville me había mandado a ser escolta de la guardia especial de la reina y ser espia para su majestad el rey, un doble trabajo bastante agotardor para cualquier mortal.  Podría decir en resumen que no estaba muy feliz con mi nuevo labor.

Asi que ahora me encontraba alli, en el palacio de Saint-German a las afueras de Paris, parado justamente a las afueras de la alcoba de su majestad Ana de Austria, estaba allí mirando por la ventana como el sol comenzaba a salir  con un hermoso color anaranjado que pintaba el cielo, pero eso no bastaba para mi dado que hacía más de media hora que me encontraba en aquel lugar  y me estaba impacientando.Mis labios te lo podrian decir con solo mirarlos, comenzaba a tener marcas de mis propias mordidas.


- Daria lo que fuera por estar en el lugar de Athos - suspire apoyandome en el vano de la ventana, Él estaba en el frente luchando por Francia mientras yo estaba aqui siendo espia del cardenal cuando estaba seguro que habían otros haciendo el trabajo y mejor que yo.

- Buenos dias M. D'artagnan

Una voz hizo que saliera de mi sueño divino de estar alli al frente en el campo de batalla. Me gire para ver que era una de las sirvientes reales que venía con un hermosa bandeja de plata , con jugo de naranja, frutas, pan , manteca en resumen de cuenta , venia con el desayuno de la reina.

- Buenos dias Berenice - conteste apurandome para poder ayudarle con la puerta dado que parecia que aqui no habian de esos hombres que abrian las puertas en el palacio ¿Cómo se llamaban? Bueno no importa, la cosa es que aqui no habian.

Diez minutos más tarde salio salio Berenice con la bandeja totalmente vacia y así como la mujer salio el ayudante de camara M. La Porte junto a la monja española que tenía la reina entrarón en la habitacion.

Hice un pequeño movimiento de cabeza para saludarlos dado que por lo que sabía y por lo que recordaba de aquella vez de los herretes, Constanza me habia dicho que ellos eran dos de sus amigos más confidente, por no decir que seguramente ellos sabían absolutamente toda la verdad sobre las cartas y no iban a vender a su reina por nada del mundo.

- Lindo trabajo el que me toco

Aquello me iba a costar demasiado, a simple vista y por el intento de mi saludo se podia ver que no podría hablar con ellos de buenas a primeras. Me veían como un traidor y eso estaba claro, estaba en Val - de- Grace y que no era bievenido. Si tan solo Constanza estuviera viva pero no era asi y tampoco era el joven muchacho que habia ayudado a salvar la vida de la reina con el tema de los herretes de diamante ahora era un hombre que estaba ahi gracias a Luis XIII y eso me convertia en un enemigo para los ojos de los amigos de la reina y para ella tambien.

Hacia una hora que me encontraba alli sin nada mas que hacer, iba y venia por el corredor mientras veía como desfilaba la gente que entraba y salia de la habitación real. Nunca habia tenido el deseo de ser un guarda espalda real, aquellas intrigas del palacio me parecian aburridas , lo mio era ser útil a Francia en un campo de batalla.

Por fin las puertas se abrieron de par en par y me quede quieto, firme a pocos metros de distancia de la puerta con la vista puesta en el frente.

Ana de Austria salio de su aposento luciendo un hermoso vestido de color verde con negro, tenía pequeños dibujos en dorado sobre la falda y el corset estaba bien ajustado a la cintura por lo que dibujaba a la perfeccion su silueta. A pesar de las cosas que se pudiera decir en contra de la reina nadie ponía en tela de juicio su hermosura.

No pude evitar mirarla pero aquello estaba siendo incomodo hasta para asi que baje la cabeza rapidamente para no terminar rompiendo con el protocolo, aqui hasta respirar a destiempo podia ser tomado como falta de respeto si es que no era de su circulo intimo.

- Veo que mi marido el rey hablaba enserio cuando acepto las sugerencias del cardenal. - la reina sonrio apenas haciendo que sus doncellas se rieran .Se acerco lentamente hacia mi sin borrar aquella sonrisa de su rostro - ¿Usted es...? - me observó como si fuera la primera vez que me hubiese visto en su vida y aquello me molesto un poco, no era un hombre importante en la corte pero luego de la travesia que habia hecho hasta Inglaterra que no se acordara de mi era como un peño golpe a mi orgullo de gascon.

- D'artagnan majestad - conteste colocando mi mano en el pecho para poder hacer la reverencia debidamente.

- ¡Oh ya me acuerdo! - Ana de Austria me miró con intensidad , ahora se acordaba perfectamente de mi y podía leer en sus ojos color azules que habia un poco de verguenza tal vez y otro poco de indiferencia. Despues de todo ella la reina de Francia y no le debia nada a los mosqueteros de su marido .- eras amigo de Constanza

- Si su majestad - volvi a contestar haciendo una pequeña sonrisa mientras que mis ojos se encontraron con los de ella por varios segundos pero debido que aquello no era correcto baje rapidamente mi miradaba , lo cual ya no sabia si era lo correcto pues me encontre con el escote de su majestad y eso tampoco era propio para mirar. - "Voto a Brios" - pense para mis adentros, las discultades del protocolo y yo que era un burro en esto me iba costar trabajo adaptarme a vivir en una vida real - Es bueno saber que aun la recuerda - agregué buscando que mi vista terminara clavada en un punto ciego para no faltar el respeto a nadie ni a nada.

- Como olvidamer de ella , una de mis más queridas amigas aun la extraño - Ana me contesto con mucha naturalidad y en el tono de su voz se podia percibir un dejo de tristeza pero como toda reina que se acuerda que tiene un corazón se recupero rapidamente - Espero que lo pase bien aqui entonces M.D'artagnan mi marido pronto se aburrira o el cardenal encontrara algo mejor para acusarme y usted podrá volver a un sitio que sea mas divertido para usted.

Me mordi apenas el labio superior haciendo un leve movimiento de cabeza sin decir nada. Sin duda que preferia estar enfrente de un batallon a tener que pasar por mas intrigas reales porque al final y al cabo en el campo de batalla terminaba cansado, estaba haciendo algo por mi pais y no tenia que estar eligiendo bandos. Solo estaba Francia. Creo que se podía leer en mi frente que no queria estar alli y la reina parecia una mujer inteligente.

- ¿A caso usted cree que yo conspiro contra mi pais? He vivido mas en Francia que en España - comenzo hablar ella acercandose más a mi lo cúal estaba haciendo que la incomoidad del momento comenzara a crecer aún más.

- Me temo my lady que mi opinion sobre el asunto no es importante para vuestra gracia, yo solo soy un mosquetero y sigo ordenes.- le conteste mirando las puntas de mis botas.

- Una respuesta muy diplomatica para un soldado - Ana habló con una sonrisa en sus labios y miró hacia donde estaban sus doncellas, las cuales solo me miraron intentando no reirse. ¡Genial iba a ser el bufon de la corte! - A pesar de que su respuesta es muy buena, me gustaria saber que opina, esta en mi casa y no en la del rey.

- ...- me erguí un poco para poder ver a mi alrededor, la realidad es que no me sentia intimidado por todas las damas o los caballeros que pudiera estar ahí, tampoco temia por lo que pudiera decir, total era un soldado pero era mi primer día de muchos que vendrían y por consiguiente no iba a empezar con el pie izquierdo. - La verdad es que no estoy aqui por gusto majestad, si fuera por mi estaria en Corbie o Flandes pero como he dicho soy un mosquetero y solo puedo acatar ordenes, he venido aqui porque el rey me lo ha ordenado y no, no dudo de vuestra grandesa. - hice una pequeña pausa para poder mirarla a los ojos - Cuando recien llegue a París le he servido sin pensarlo y ahora tampoco dudaria, mi lealtad esta con vuestra gracia y desde hace mucho tiempo. - hice una pequeña reverencia y pude ver que Ana de Austria se encontró complacida con mi respuesta dado que tendio su manoa hacia mi y yo la tomé para poder dejar un beso el dorso de su mano - estoy a vuestro servicio majestad, no dudeis de mi señora

- Es bueno saber que tengo a tan valiente caballero entre mi gente porque aqui no son bienvenido los amigos de mi esposo menos los del cardenal , así que si en algun momento usted cree que soy capaz de traicionar a mi pais...

- No se preocupe majestad - negue con la cabeza interrumpiendola - lo siento, estoy a vuestro servicio.

Ana de Austria me miró, quizás ya habia roto alguna regla del protocolo pero no dijo nada sino que comenzo a caminar con su sequito hacia las afueras del palacio.

Al ver que nadie más estaba en la sala suspire un poco aliviado intentando que mi corazón volvierá a estar tranquilo. Quizás lo mejor que podría hacer es pedirle a mi capitan que me cambiaria de puesto, que enviara a otro en mi lugar. Alguien como Athos sería perfecto, él era un hombre de cuna noble por lo que sabia comportarse en sociedad , no era partidario del cardenal pero si del rey asi que quizás estaría más a favor de la reina que cualquier otro pero claro quizás no le gustaria estar de guarda personal.

- Esto terminara dandome un gran doler de cabeza.

Volvi mi vista hacia la ventana y vi Ana de Austria se habia acomodado con su pequeño sequito en los jardines para jugar a las cartas.

- Quizás no se tan dificil de cuidarla - ladee la cabeza antes de salir a las afueras del palacio.

Camine hacia ellas pero me quede a varios metros de distancia dabajo del rayo del sol, estabamos en otoño por lo que aquellos rayos solamente me daban un poco de calor y cuidaban de que no me durmiera mientras fuera el centinela

Coloqué mis manos detras de mi espalda mientras miraba hacia el cielo y cada tanto hacia la partida de canasta que tenian las damas y que parecia que tanto les encataba.

No sé cuanto tiempo paso desde que estaba allí cuando sentía la mano de una de las damas de compañia de su majestad sobre mi pecho haciendo que casi perdiera el equilibrio.

- Tu la traes

- ¿Que? - la miré , ella corría hacia donde estaban las otras damas y por lo que recordaba se traba de madame Senecey

- Te toca corrernos - grito otra de las damas, una mucho más joven de nombre Sylvie, ella erá un ahijada de la madame de Vendome

Puse mis ojos en blanco ¿Cómo habia terminado aqui? Quizas en la época de Constanza hubiese sido diferente pero ahora. Busque a la reina y la encontre con la mirada, intente ser lo más amable posibile negando con mi cabeza pero sin moverme del lugar.

- Lo siento majestad pero no ...no puedo jugar a las traes estoy de servicio - hable alto y claro pero acompañando mis palabras con una sonrisa de costado. Solo esperaba que aquello me salvara de hacer el ridiculo . Había cumplido hacia muy poco los treinta y un años, no estaba para jugar como niño por el jardin con las doncellas de la reina.

- ¿A caso usted no juega con sus amigos? - indagó la reina

- Me temo que no majestad no tengo tiempo para jugar

- Pero aqui tiene tiempo y no lo reportare , puede jugar con mis damas.

- Usted es muy amable pero me temo que no estaria bien, espero que me disculpe

- Solo es un juegue caballero


Por lo visto la reina no iba ayudarme a salir de aquello por lo que comence a caminar hacia ellas con un paso lento, mi miradaba estaba en el suelo.

- Lo sé majestad - me sonreí de costado debajo del ala de mi sobrero acercandome a madame de Hautefort y sin que ella se diera cuenta le toque el hombro con delicadeza - y me temó que nunca pierdo en ningun juego - agregue antes de echarme a correr hacia un arbol de manzanas que estaba a unos pasos de ahí y me trepe sabiendo que no me iban alcanzar alli.

Ana de Austria se rio al ver que Marie estaba bastante molesta por no poder ir por mi asi que se echo a corre hacia el resto de la damas como Sylvie "la gatita" por se las mas joven, Louise conocida como "la aurora" por sus cantos y otra que no recordaba muy bien el nombre en aquellos momentos.

El árbol en el que me encontraba estaba a dos metros de la reina por lo que desde alli podía cuidarla y ver como sus damas se divertian, corrian , gritando una a la hora que la llevaba aunque con el paso de los minutos aquel juego ya era otro y simplemente corrian porque se veían felices.

- Puede bajar caballero , no creo que mis damas lo vuelvan a correr pero yo me cuidaria de Madame de Hautefort

- Me gusta la vista de aqui majestad, usted esta bien cuidada desde aqui y desde arriba todo se ve difernte.

- ¿Le teme a madame?

- No - dije en un tono divertido - aun no la conozco pero no debo porque temerle ¿Ó si?

- Si usted se comporta bien aqui , estoy segura que no debera de temerle a nadie aunque recuerdo que Constanza me dijo que es gascón y por lo que se no le temen a nada ni a nadie - la reina se giro para poder mirarme y asenti con la cabeza

- Tiene mucha razón pero me cuidare no quiero tener enemistad con nadie de aqui - se hizo una pausa larga y al levantar mi cabeza vi que venía mi relevo asi que sale para caer en el suelo - Espero que Armand se lleve mejor con madame - hice una pequeña reverencia a su majestad antes de caminar hacia el sector que nos correspondia.

Mire por arriba de mi hombro como las damas de compañia dejaban de jugar , al pobre de Armand le tocaría su bienvenida y quizás a él no le iría tan bien como a mi o quien sabe quizas se hacia amigo de ellas antes que yo.

Dartagnan LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora