Fontainebleau

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En aquel lugar alejado de Paris y por sobre todo del parecía ir Perfecto. Mi felicidad no podía ser más grande, tenía mis pequeños momentos para hablar con Ana y saber los pormenores del embarazo. Mi corazón albergaba una felicidad demasiado grande.

Pero como dije todo parecía ir perfecto hasta que la última noche antes de volvernos a la corte, al Palais Royal, el ayuda de cámara de la reina me había agarrado del cuello cuando me disponía hacerle una visita.

-¿A caso eres idiota o qué? – preguntó él bastante irritando mientras hacía presión su mano contra mi pecho. No era algo que me gustara, la pared era muy dura y me estaba causando dolor – te advertimos que te alejaras de la reina.

-M. La Porte – dije intentando respirar primero y después zafarme de su agarre – si me suelta podemos hablar como dos caballeros que somos.

-Debería estrangularte con mis propias manos – me contesto él haciendo más presión sobre mi cuerpo – desde que te vi jugando con ellas sabía que no era una buena idea, puedes fanfarronear de lo que hiciste en tu pasado pero traes mala suerte. ¿O tengo que recordarte que le ocurrió a Constanza?

Lo miré a los ojos tensando mi mandíbula, aquel hombre me unificar con la pared.

Si ponía resistencia podía zafarme de la situación pero tampoco quería crear un escándalo, no sabiendo que mañana volveríamos a la corte, si el ayuda de cámara de su majestad aparecía con un brazo roto tendríamos que explicar la situación y Richelieu más rápido que nosotros sacaría sus propias conclusiones de los hilos que había manejado.

-No puedo...respirar

-Promete que te alejaras de ella – ordeno él haciendo que lo mirara directamente a los ojos. –Ya bastante lío y daño haz provocado en su vida como para que sigas con este juego.

El frio recorrió mi cuerpo al ver que aquel hombre no estaba jugando. No sabría decir bien si él estaba enamorado de ella o no pero si era seguro que por nada del mundo la pondría en peligro. Había escuchado tantas cosas y una de ellas era que aquel hombre daría su vida por la de la reina.

-Si...- dije casi sin aliento.

Moví la cabeza afirmativamente sin apartar mi mirada de la suya. Y aquel momento la puerta del pasadizo se abrió, madeimoselle Hautefort nos miró sin comprender la escena mientras que el hombre soltaba del agarre y yo sentía como el peso de mi cuerpo volvía a caer sobre mis talones.

Me lleve la mano al cuello y cerré los ojos sintiendo como de a poco mi respiración volvía a la normalidad.

-M .D'artagnan.- la voz de la joven doncella de la reina no sonaba para nada segura - ¿Se encuentra usted bien?

-Si...- conteste abriendo los ojos para dedicarle una sonrisa. – Discúlpeme con su majestad pero me temo que no podre asistir a nuestra entrevista – agregué mirando de reojo a La Porte, aquel juego de miradas había sido percibido también por la joven lo que seguramente iba a llegar a oídos de su majestad.

-El caballero D'artagnan tiene mucho que pensar, pero le informare a su majestad lo que me ha dicho – se apuró a decir él.

-Gracias – hice un pequeño gesto con la cabeza antes de despegarme de la pared y volver nuevamente a mí recamara para dormir.

Una vez acostado en mi cama había pensado que tal vez había sido bastante estúpido al actuar así tan débil, mi amor no era débil, pero temía realmente por su salud. No era que tuviera algún tipo de maldición sobre mí, no quería pensar en ello, claro que no. Pero el solo nombre de Constanza y el recuerdo de su fatídico final hacia que se me helara la sangre.

Dartagnan LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora