Noche vieja, deseos nuevos.

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Último día del año , en el que lo más optimistas piensan que las malas vibras se irán para dar paso a las buenas vibras. La realidad es que yo no creía demasiado en eso, realmente yo no creía en nada, seguramente por eso Bazin, el lacayo de Aramis me decía que yo era la encarnación del mismo demonio. Tal vez eso si lo creía.

Seas como sea me encontraba en las tierras del gran señor de Du-Vallon, no le iba a fallar a mis amigos, había dado mi palabra de que me encontraría para estas fiestas aqui para pasarla con ellos tal como lo haciamos en los viejos tiempos.

- Señor ¿Dónde ponemos esto? - la voz de una jovencita llamó mi atención.

Miré hacia su dirección para ver que en sus manos llevaba una gran bandeja de plata, no podía ver que había allí dado que la comida estaba cubierta por un mantel blanco para que las moscas u otros bichos atacaran antes que nosotros.

- En la mesa, ahi cerca del vino - ordeno Porthos con una gran sonrisa en sus labios - ¡Ah! Josephine acuerdese que hay que traer la comida para el bebe, quiero que todo este perfecto para mi pequeño sobrino. El conde llegara pronto y todo tiene que estar en orden ¿Está todo listo no?

- Si , por supuesto señor - ella movio levemente la cabeza y me miró, me dedico una sonrisa la cúal correspondí tal como debía para no ser descortés - traere la comida para el bebe - agrego aunque sus ojos color avellana aún estaban sobre mi.

Hice un leve movimiento bajando mi vista para que ella prosiguiera, me gire para que mi vista volviera hacia la ventana, coloque mis manos detras de mi espalda tal cual lo hacía cuando estaba de guardia en el palacio.

Escuche como la puerta se cerraba y sentí aquella mano grandota sobre mi espalda. Un gran palmazo sobre mi omóplato que resonó en la habitación.

- Es linda ¿no? - la sonrisa de mi amigo hablabá por si sola, parecía que sus ojos se divertián aún más y que aquella picardía tenía un porque. Él nunca hablaba por hablar menos de mujeres - podrías disfrutar aún más esta noche de festejos, total no creo que ella te diga que no. Tienes tu encanto bandido - la mano de Porthos golpe mi estomago haciendo que me encorbara levemente

- Porthos , yo ... - comcence a decir un tanto incomodo

La puerta se abrió bruscamente y un Aramis entró con toda aquella energía que a veces el religioso tenía. Dejó su sombrero sobre la mesa y tomó la botella de vino que estaba sin abrir. A simple vista parecía estar bastante molesto. No era energia lo suyo sino rabia.

- Mujeres - suspiro mientras el grandote se acercaba a él para abrazarlo

- La creación más divina que tú Dios hizo - habló Porthos mientras abrazaba a Aramis - ¿Qué ocurre con ellas? ¿Ahora que te hicieron?

- Que son un dolor de cabeza - el futuro obispo me miró y yo le dedique una pequeña sonrisa torcida - ¿No es verdad D'artagnan?

Alcé una de mis cejas y me sonreí de costado sin saber exactamente de que lado ponerme, Aramis tenía razón eran un dolor de cabeza . Ana de Austria era mi propio dolor de cabeza personal pero sin duda era la creatura más hermosa del mundo

Porthos me miro tomandome del cuello y nego con la cabeza, hizo aquel gesto que hacía para decirme con los ojos que nuestro amigo estaba diciendo puras payasadas de nuevo.

- Este mozalbete de aqui tiene suerte con las mujeres, él les debe dar dolor de cabeza. Porque es así Aramis, dolor o no , son lo más bello del mundo. El vino y las mujeres, eso es el mundo para mi así que si vas a decir algo encontra piensalo.

Dartagnan LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora