Hilos

98 4 0
                                    


Por mucho que ahora me encontrara en el palacio seguía siéndome difícil el poder verla. El capitán Treville me tenía trabajando de un lado para el otro, al ser su mano derecha me encargaba de muchos temas militares aunque otros tantos me tocaba hacer visitas de cortesía. Según mi superior tenía que aprovechar el carisma que tenía para poder ser su sucesor en algún momento.

Fuera como fuera solo podía ver a Ana de Austria a la distancia. Una sonrisa robada o una mirada. Ni siquiera tenía la suerte de poder hablar con sus damas de compañía.

Aquella mañana estaba en el jardín del palacio observando a la distancia al sequito real. Era temprano pero no tanto, la hora del desayuno ya había pasado por lo que pronto vendrían hacia la iglesia para la misa matutina.

Cuando el rey no acompañaba la reina, Treville me delegaba la vigilancia a mí y si no fuera porque la tenía que cuidar a ella, no me hacía demasiad gracia tener que levantarme temprano para asistir a misa.

-M. D'artagnan.

Hacia un largo tiempo que no escuchaba mi nombre salir de su boca por lo que el frio recorrió toda mi columna vertebral. Cuando el diablo decía tu nombre el mundo se veía de otra manera.

-Su Eminencia – hice una pequeña referencia luego de haberme girado para poder verlo.

- No esperaba verlo tan temprano por aquí – dijo él mientras dejaba a uno de sus gatos sobre el pasto del jardín – No sabía que fuera tan devoto – Richelieu miró hacia el grupo de mujeres que se encontraba lejos de nosotros. – Perdón, usted al igual que su capitán solo conocen la devoción por la corona ¿No es así?

- Creo que si – conteste un tanto dubitativo

- Por favor M. D'artagnan, creo que nos conocemos demasiado bien como para que este cuidando sus pasos como en tiempos pasados – el cardenal comenzó a caminar hacia la entrada de la iglesia lo cual me obligo a seguirle cada paso – He leído los informes sobre su trabajo en los últimos meses, sé que le es leal a la reina tanto como cualquiera de sus damas. Pero ahora que estamos en la iglesia y suponiendo que es un hombre de Dios, le hare un par de preguntas que espero que no le moleste, después de todo tiene el puesto que tiene gracias a mi.- su eminencia se sonrió con bastante satisfacción.

Me gustara o no había caído en su trampa.

-Contestare cualquier duda que usted tenga – hice un pequeño movimiento con la cabeza mientras miraba por arriba de mi hombro y así podía controlar qué tan lejos se encontraba el sequito de su majestad.

- Usted sabe que ha habido varios rumores en torno a nuestra amiga española. Y la verdad es que me preocupa, gracias a Dios ahora tenemos un futuro delfín en camino pero tengo mis dudas ¿Su majestad ha tenido amantes durante este tiempo?

Mi cara seguramente lo dijo todo, no esperaba que el cardenal fuera tan directo. Todos sabíamos que el señor de la capa roja cuando quería podía ser letal y que cuando no, se demoraba para hacer sufrir a su víctima. En este caso había ido de una.

-Tal como hice mención en mis informes, aquel rumor sobre el primo del rey es pura mentira. El caballero François es primo político o hermano de una de las doncellas de su majestad. – hable con el tono más natural que podía

- Pero tus compañeros ha informado sobre un hombre que visitaba el ala de su majestad.

Hice un silencio largo y luego me sonreí de costado ladeando la cabeza de lado a lado.

Dartagnan LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora