Amor En Cuatro Patas | Frerard

6. De sueños silenciosos nunca nos despertamos

Caminaba por el enorme patio lleno de niños corriendo de un lado a otro, niñas jugando a saltar la cuerda entre otras cosas.
Una sonrisa se dibujo en su rostro al ver a su pequeño rodeado por algunos niños jugando con los carritos y riendo, al menos su hijo era un niño sociable, no como él, su niñez había sido un asco y si no hubiera sido por... bueno, mejor no recordarlo
- ¡¡Papi!! - el pequeño alzó la mirada para ver a su padre a poca distancia. Corrió hacia Gerard quien lo abrazo y alzó por encima de su cabeza para después darle un beso en la mejilla.
- ¿Cómo esta mi bebe? - solamente su hijo le podía dibujar una verdadera sonrisa
- ¡Ya no soy un bebe!
- Siempre lo serás para mi - bajo a su hijo y lo puso a su lado, quitándole la enorme mochila que cargaba - ¡vamos! Debemos llegar a casa, debes de tener hambre

El pequeño asintió alegre y comenzó a caminar tomado de la mano de su padre, se alegraba de verlo tan feliz, era algo que ya no veía a diario como antes, su vida había sufrido muchas perdidas y lo que menos quería era perder al único ser que le cuidaba y amaba tanto, la sola idea le llenaba de terror

El camino a casa se hizo rápido entre la platica del pequeño acerca de cómo había estado su día, era bastante parlanchín y eso era algo que Gerard amaba, todavía las palabras de su hermano sonaban en su cabeza y quería distraerse con algo, tal vez Mikey tenía razón, debía olvidar el pasado, no le traía nada bueno recordar los viejos tiempos cuando su vida era tan feliz, simplemente le provocaba más dolor.

Lo que no estaba dispuesto a hacer era separarse de su pequeño, si le llegaran a separar de él moriría, no le quedaba nada más.
- ¿Estas bien papi?
- ¿Qué? - parpadeo varias veces tratando de despejar su mente
- Que si estas bien... no has dicho nada y ya llegamos
- Si, estoy bien... solo pensaba
- ¿Y que pensabas?
- En la mañana vi un lindo perro, era bastante grande... sería genial tener uno ¿no crees? - omitió parte de la verdad
- ¿¡Un perro!? ¡¡Sería genial!! A papá Frank le gustaban mucho los perros... - se quedo callado de repente al recordar como se ponía su papá Gee cuando mencionaban a su otro padre - Lo siento - murmuró bajando la mirada
- No tienes por qué, tal vez el fin de semana vayamos a buscar uno al refugio de animales

La gran sonrisa en el rostro de Matthew fue lo único que necesito para saber que hacía lo correcto, Frank amaba a los perros e inclusive cuando eran novios hacía planes a futuro donde tendría al menos tres perros de todos tamaños, y si quería tratar de seguir adelante debía de comenzar a aceptar que su Frankie tal vez no volvería.

~*~

Caminaba por las vacías calles de Nueva Jersey tratando de recordar algo más, algo que lo llevara a su antiguo hogar, no había tenido mucho éxito recordando aquello y no quería apartarse mucho de donde había visto a Gerard por última vez, podía ser que se topara con él de nuevo, además no conocía, o más bien, no recordaba mucho de la cuidad, ha decir verdad no recordaba nada. Entre todos sus recuerdos estaba una pequeña casa de dos pisos de color amarillo tenue con un pequeño jardín delantero, rodeada de más casas, unas más grandes que otras y de diferentes colores.

Pasó junto al aparador con pasteles buscando con la mirada aquel pastel de duraznos, ahora entendía porque su interés por ese pastel en especial y todo tenía una única razón: Gerard.

Tenía muchos recuerdos donde se veía comiendo pastel de duraznos, pero apreciaba más uno en especial

>> Era la primera mañana en la que despertaban siendo oficialmente esposos y no podía estar más feliz al tener a cierto pelinegro junto a él, durmiendo plácidamente con el cabello revuelto, podía contemplar el pacífico perfil de su ahora esposo, como su pecho desnudo subía y bajaba en un lento compas. Lo amaba tanto, ahora lo recordaba, el sentimiento jamás había desaparecido, solamente estaba un poco escondido pero ahí estaba, lo amaba, lo ama y lo amará siempre y nadie jamás podía dudarlo.