7 La Visita

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Carmen estaba dudosa en ir hasta el mediodía del sábado. No estaba segura si es que era una buena idea. Finalmente se decidió y fue la señora Carmen quien los llevó hacia la casa de Dayana ubicada en la avenida Sucre, en Pueblo Libre, cerca de la avenida De La Marina. Vivía dentro de un edificio lujoso con portero y reja de seguridad. Al estacionarse, los niños bajaron admirados por tan grande edificio, quizás más en donde ellos vivían. Dayana estaba en la puerta esperándolas sonriente, apenas pusieron un pie en el piso, ella se les abalanzó, casi se olvidó de saludar a la mamá de Carmen. Estaba emocionadísima de que sus nuevos amigos hayan aceptado su invitación. Tanta fue su alegría que casi olvida de saludar a su mamá de Carmen.

—Buenas tardes, señora.

Al verla pensó que estaba muy a la moda con pantalones jeans rotos en las rodillas, una polera negra que resaltaba su nívea piel y una pañoleta en la cabeza.

—Buenas tardes ¿así que tú eres la famosa Dayana? —preguntó curiosa.

—Al parecer sí, lo soy— sonrió ante la pregunta.

La señora Carmen sonrió amistosamente, se dio cuenta que la niña era sincera en todas sus dimensiones. Quizás una nueva integrante de la pareja de súper héroes que habían formado su hija y su entrañable amigo. Si ellos eran Batman y Batichica, no cabía en su imaginación quién sería. Tal vez La Mujer Maravilla u otra persona. Fue en un instante cuando se percató que los niños la habían dejado atrás, ella aseguró el auto y les dio el alcance en el ascensor. Dayana presionó el botón 3 y la puerta se cerró casi de inmediato. Carmen se dejó llevar por la situación, la incomodidad que sintió al principio se fue diluyendo como papel en el agua. La puerta se abrió y enseguida salieron los niños como ovejitas que les abren el corral. Dayana sacó del bolsillo de sus jeans un juego de llaves, pues no solamente tenía que abrir la puerta principal, sino también la reja que la anteponía. Pronto estuvo abierta siendo recibidos por la mamá de Dayana, una mujer alta de cabellos rizados, blanca con unos ojos claros grandes. Vestía unos jeans como su hija, con una chompa azul marino y unas zapatillas simples color blanco. Pero lo que llamó la atención era lo amplio que era el departamento. Había una mesa grande la cual era acompañada por ocho sillas. Una alfombra acobijaba la sala-comedor, muchos retratos de Dayana adornaban la sala con muebles grandes color azul marino. Cada cuadro reflejaba un pasaje importante en la vida de la niña. Se le veía recién nacida, en su primer año, cuando ingresó a la escuela inicial, el primer grado. Así mismo fotos levantando copas con ropas de futbolista y voleibolista. Una vitrina le acompañaba a un lado con medallas, reconocimientos y diplomas colgados, tanto en el ámbito deportivo como intelectual. Los mejores amigos se quedaron pasmados al ver que Dayana no mentía al decir que era buena en fútbol y vóley. Las mamás se saludaron cordialmente una a la otra.

—Es un gusto tenerlos en mi casa—dijo la señora, mamá de Dayana—. Vamos tomen asiento, traeré algo para ustedes.

—Gracias, señora...

—Claudia— respondió—, y, por favor, no me diga señora, solo Claudia.

Tanto mamá como hija, desaparecieron de la sala mientras los invitados seguían admirando aquel pequeño museo personal de la niña. Richard leyó en un trofeo "A la goleadora del I Campeonato de Fútbol Femenino, Sub 12-La Libertad-1992". Richard estaba perplejo, si ella fue goleadora, eso explicaba lo fuerte que pateaba la pelota. Se preguntaba también si Dayana no era un hombre vestido de mujer. Carmen se sentía una buena para nada. Ella era un ratón de biblioteca solamente, pues su enfermedad no le permitía realizar con facilidad algún ejercicio forzoso. Fue un alivio que las dueñas de casa llegaran con Coca-Cola sin helar, pues el otoño estaba fuerte con vientos muy helados. Las mamás conversaban para conocerse sobre de dónde provenían, felicitaciones por tener a toda una niña deportista, que qué le parecía el colegio y muchas cosas más. Los niños fueron los primeros en terminar sus vasos con gaseosa. Dayana parecía impaciente por llevarlos a otro lugar mientras los adultos conversaban. Ella pidió permiso para retirarse con sus amiguitos y los tres desaparecieron. Dayana los condujo por el pasadizo de su casa hasta entrar en una habitación, ella fue la primera en hacerlo, prendió la luz dando a notar lo muy bien adornada que estaba. Su cama se encontraba al lado derecho junto a su ropero con un gran espejo; a la izquierda, un estante con grandes libros, cuadernos, blocs y sin número de papeles. A su costado una grabadora grande con amplio volumen. Las paredes estaban empapeladas con posters de Vanilla Ice, los amigos supusieron que era fanática de él. Para sorpresa de ambos, ella tenía un televisor a control remoto en una mesita y, debajo un VHS junto a un Súper Nintendo. En el piso una cajita de zapatos la cual estaba llena de los juegos y de cassettes.

Dos Pasos SeguidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora