2 Colegio

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Un nuevo año escolar estaba por comenzar en sus vidas, en aquel verano de 1993 ambos se habían divertido tanto, yendo a la playa, jugando carnavales y pasando el tiempo en casa del uno y del otro, que se habían olvidado por completo que para quincena de marzo volverían a clases. Richard había crecido unos centímetros más y esta vez sí podía alcanzar al resto de sus odiosos compañeros de clases, claro que con algunas excepciones. Otro año en que debía cuidar a su mejor amiga de los molestosos de Christian Araujo, David Gutiérrez, Jorge Cruzado y el cholo apitucado de Antonio Apazi. Ellos eran Los Matoncitos, por así decirlo, pues todos los varoncitos en el salón les tenían miedo por lo abusivos que eran con los demás. Richard solía pelarse con cada uno de ellos por lo menos siete veces a la semana, lo malo era que a veces lo acorralaban en el baño y lo sujetaban de los brazos para que David Gutiérrez le diera unos puñetazos por achorado y por meterse a defender niñas como si fuera Richard una de ellas, si no fuera por Carmen, aquellos desadaptados lo hubieran dejado medio muerto.

Aquel día del curso anterior, la señora Elizabeth fue a exigir que aquellos desadaptados fueran expulsados por la manera tan vil en que habían tratado a su hijo. Al final esa pandilla fue castigada con una semana de suspensión pero con la matrícula condicionada para el próximo año. Ahora se verían las caras nuevamente a ver qué sucedía.

Por lo pronto Richard y Carmen se fueron juntos en la movilidad escolar sentados juntos como desde la escuela inicial. Saludaron a algunos compañeros como los mellizos Frank y Francia. La odiosa de Kathy Sandoval, Las Niñas Bien del salón: Susana Miyaki, Karina Lezama, Mireia Gutiérrez, prima de su archienemigo David, y Gianina DiMando, peruana nacida en Italia. A la vez estaban Daniel Ayala, el niño más distraído que ambos hayan podido conocer, Alejandro Sarmiento, el odioso y Juan Pastor. Todos aullaron cuando vieron a la pareja de amigos sentarse en el mismo asiento los últimos ocho años. Al parecer ya pensaban que si la niña me mira bonito, que él está muy guapo o cositas que a Carmen y a Richard no se les cruzaba por la mente. No les hicieron caso y ella ya estaba roja como un tomate y él como gallito de pelea.

La movilidad llegó y en la puerta los esperaba don Jorge, un hombre negro, alto y envejecido, con cabecita blanca como la nieve, les abrió la puerta para que pasen mientras les decía "adelante niños sabios y niñas inteligentes". El colegio Niño Jesús de Praga era uno de los colegios particulares más baratos de Jesús María por aquel entonces. Con una casona que la fungía de centro de esparcimiento del saber, los niños no sabían las diferencias entre lo viejo y lo nuevo. Se decía que había sido un hospital y que el sótano una morgue. Historias que le fascinaba a Richard. Ahora en sexto grado, ellos tenían el dominio absoluto del nivel primario. Eran los más grandes y podían mandar a cuanto niño se les antoje. Vino la formación y la directora, la señorita Estela Guerrero, una anciana de cabello pintado de castaño les dio la bienvenida y que en este curso podrían aprender computación gracias a las donaciones de algunos benefactores del colegio. Ella seguía hablando y hablando mientras Miss Olga Conde, quién había sido su profesora desde el tercer grado, cuidaba de su pequeño rebaño de alumnos que empezaba a fastidiarse por el verano que no terminaba de irse en marzo.

—Oye, Richard—la voz socarrona de David Gutiérrez le hablaba por las espaldas— ¿este año también vas a cuidar de tu novia Carmencita como lo haces siempre? Te aseguro que esta vez no tendrás tanta suerte como el año pasado cuando te golpeamos.

—Es mejor que cierres el pico antes que inaugure mi puño en el hocico de perro que tienes—lo amenazó.

En ese momento todos aplaudieron dando por iniciado el nuevo año escolar. La voz de Miss Olga llamó a los alumnos de sexto grado para que pasen uno por uno a su nueva aula debajo de las escaleras del segundo piso. Primero las niñas y luego los varoncitos. Aquel grupo de desadaptados ya estaban planificando en sus cabecitas malévolas qué hacer con Richard el primer día, por lo pronto el obeso de Christian lo empujó al pasar por la puerta sin que la profesora lo vea. Se sentó en su acostumbrado sitio en la primera carpeta del medio junto a su inseparable camarada. Miss Olga les dio la bienvenida con una sonrisa un poco disforzada, pues a Richard no le caía nada bien. Siempre le sorprendía distraído en las clases de matemáticas, jamás le encantó ese curso. Muy por el contrario de Carmen que era la primera en la clase y Richard el primero de mitad de lista para abajo. Esas eran una de las poquísimas diferencias que tenían. La profesora no perdió el tiempo y les hizo sacar el cuaderno de Matemáticas para empezar con algunos ejercicios de repaso sobre conjuntos, multiplicaciones, potencias, máximo y mínimo común denominador y otras cosas que a Richard le comenzaron a dar nauseas.

Al terminar el día tenían una gran cantidad de tarea en el cuaderno y en el libro de Matemáticas. Para acabar la primera semana de clases las tareas se habían vuelto una especie de tortura cultural y al cabo del mes, él estaba al borde de un colapso nervioso. Felizmente siempre iba a casa de su amiga a repasar todo lo que era números, pues en las otras asignaturas Richard era muy bueno, como en Historia del Perú, Geografía y Lenguaje. La Miss Zoila Ramírez, quien era la que impartía esos cursos y tutora del sexto grado "B", siempre estaba admirada por la buena memoria y las fechas que lograba recordar, así como lo bueno que era para la gramática y ser bueno en puntuación y ortografía. Siempre ganaba concursos referido a eso y es lo único en que Carmen no lo podía vencer.

Al terminar el primer bimestre las notas de ambos eran aceptables. Carmen pensaba que la odiosa de Kathy Sandoval tenía mejor puntaje que ella. Esas cosas no le parecían tan importantes a Richard que seguía admirado que el grupito de desadaptados no le hubiera buscado pleito alguno.

—Bueno, tampoco es que desee pegarles a cada uno por separado—razonó Richard.

—Eso también me parece extraño, Rich, pero creo que deben haber madurado hasta esta parte del año.

—No lo creo, serpientes como ésas no son mascotas que puedas andar por ahí.

Ambos rieron y se dispusieron a pasar juntos la primera semana de descanso del año luego de un primer bimestre agotador jugando Nintendo en casa de Carmen a ver quién era el primero en pasar Mario Bros. O tal vez a escuchar cassettes de Ace of Base o de música techno, pues los de Yola Polastri y los de Parchís eran para niños y ellos se sentían más jóvenes en aquel rato.

Aquella noche Richard tuvo un sueño de lo más raro, se veía enfrascado en una pelea con Jorge Cruzado porque éste le había dicho que Carmen se había besado con el cholo pituco de Antonio Apazi. Sintió su cuerpo arder y cómo la adrenalina invadía su cuerpo y le metió un puñete en su cara de tonto. En sus sueños él era el rey, era Malibú, de los Verdaderos Gladiadores Americanos, el tipo más fuerte que debían vencer los participantes si querían ser uno de ellos. A la mañana siguiente se levantó, se duchó, desayunó y no esperó la hora en ir a casa de su amiga para contarle lo sucedido. A las once de la mañana, Richard comentó con lujos de detalles y algunas cosas más que no venían al caso, exagerando en su relato.

— ¡Ay, por favor!— se burló Carmen al terminar de oír el relato mirando la cara de incredulidad de su amigo— Jamás besaría a ése creído, prefiero besar el trasero de un perro antes que a él.

— ¿De verdad?— se preocupó—, quiero decir... esto...—"tonto", pensó—que capaz sea esto una especie de revancha para ellos el tratar de separarnos.

—Richi, no te preocupes— le calmó sonriéndole con esos dientes de conejo que tenía—, acuérdate de nuestro juramento.

Carmen se puso el cabello detrás de la oreja izquierda y besó en la mejilla a su amigo, pero esta vez él no hizo ese ademán de asco. Luego, Richard se acercó a ella y la contempló un momento y luego le besó la frente. Era la primera vez que lo hacía y sintió que iba a vomitar porque su estómago le daba vueltas y el perfume de fresa que ella emanaba no ayudaba en nada a que esas nauseas desaparecieran.

—Perdón tengo que ir a casa urgente—dijo en un hilo de voz y salió como alma que se la lleva el diablo tapándose la boca con ambas manos. Tocó fuertemente la puerta de su casa y su mamá rezongaba del por qué no había llevado la bendita llave para abrirla. Entró a empujones y se dirigió directo al baño donde, sin embargo, lo único que escupió fue saliva en el excusado.

Luego de un rato y de lavarse la boca cerca de tres veces, se miró en el espejo de baño con la cara roja y se dijo entre dientes:

— ¡Dios mío qué me ocurre!


Dos Pasos SeguidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora