3 El Cumpleaños de Carmen

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Mayo comenzó con lloviznas mañaneras haciendo que los estudiantes del colegio Niño Jesús de Praga llegaran abrigados más de lo debido. Carmen iba con un elegante poncho azul marino de bordes ovoides y con capucha para protegerse a la hora que salía de su casa y a la hora que llegaba al colegio, pues era asmática la pobre. Además de sufrir de problemas en la espalda. En cambio Richard iba más abrigado de lo normal, llevaba un chaleco azul por debajo de la chompa roja del colegio además de su chalina negra con señales de Batman, guantes y gorra azul noche. Don Jorge los esperaba con su elegante traje de trabajo, pues los amigos siempre le guardaban mucho respeto y les parecía un hombre muy interesante. Había peleado en la guerra con el Ecuador en 1941. Ahora era un portero de colegio en vez de disfrutar de la gloria como todos los héroes deben tener. "Que injusta es la vida", pensó Richard una vez. El portero también estaba abrigado con una chalina marrón desgastada y vieja junto a una gorra blanca de lana blanca desteñida por el paso del tiempo. Luego de una semana de vacaciones hubo una formación rápida pues había que guarecer a los niños en sus salones lo más antes posible.

Miss Olga no perdió el tiempo y comenzó por hacer la clase de Matemáticas enseñando racionalización. Richard miró de reojo hacia el grupo de Los Matoncitos y ellos estaban tan absortos en escribir lo que estaba en la pizarra que no se percataron de la mirada del muchacho. Él, Richard, empezó por escribir rápidamente antes de que Miss Olga pudiera borrar lo anotado o tendría que copiarse del cuaderno de Carmen durante la hora de recreo y eso significaba que no podría protegerla de los buitres ésos, y que si el recreo no le era suficiente, en casa su mamá le daría una paliza por distraído. Así transcurrieron las dos primeras horas de clases tan aburridas tratando de saber cuál era la raíz cuadrada de tal número. Miss Olga lo había pillado dos veces mirando las musarañas cuando le preguntó cuál era la raíz cuadrada de 25.

—Eh...—pensó haciendo memoria cuando su amiga dijo "cinco" a la vez que tosía— ¿Es cinco? —contestó muy dubitativo.

—Bien—dijo la profesora mirándolo ceñuda—. Creo que le debes a Carmen tu nota del día.

El salón entero estalló en carcajadas pero Los Matoncitos nada que ver. Las Niñas Bien miraron con desprecio al niño mientras que todos aullaban como una jauría de lobos a manera de que los amigos se estaban gustando. La profesora los calló a todos con un potente "¡Ya basta!", mientras que los chicos estaban sudando y no era por causa de un cambio brusco de temperatura. Los ánimos se tranquilizaron y pensó que para el cambio de horario, pues le tocaba Lenguaje, Los Matoncitos ésos lo iban a comenzar a fastidiar y tendría que mecharse para que lo dejaran en paz, sin embargo ellos estaban atrás sin inmutarse lo más mínimo. Quizás Carmen tendría razón, deben de haber madurado y ahora poco les importa lo que hiciera o dejara de hacer Richard y ella.

La semana pasó volando y los amigos se veían poco, o sea una vez por día sin incluir el tiempo que pasaban juntos en el colegio. Carmen tenía que enseñarle las benditas raíces cuadradas y cúbicas porque eso de hecho que viene en el examen mensual. A la vez Richard no podía estar mejor, pues desde que Los Matoncitos dejaron de acosarlo a él y a ella, había empezado a ser buen estudiante. Sus calificaciones habían ascendido y Miss Olga estaba admirada por no tener que mandar en su agenda escolar alguna nota a sus padres del "pésimo comportamiento que su hijo tiene". Por ahora lo que más le interesaba era qué le iba a regalar a Carmen por su onceavo cumpleaños.

El ocho de mayo era el cumpleaños de su mejor amiga y casi lo pasaba por alto, con tanta preocupación por Los Matoncitos ni se había acordado que faltaba un día para esa fecha tan especial. Richard barajó muchas posibilidades desde un reloj-brazalete, que estaban muy de moda por aquellos tiempos, o tal vez un nuevo video juego para su Nintendo. No. Tenía que ser más importante y algo significativo. Había convencido a su papá que le diera veinte soles para el regalo de su amiga. El señor Manuel había sonreído de manera sarcástica a la hora de abrir su billetera diciéndole a su hijo que le comprara algo bonito a "su futura nuera". Richard casi explota de la cólera pero se las contuvo con tal de recibir el dinero. Una cosa era que lo fastidiaran en el colegio y otra muy distinta a que en su casa continuaran las bromas.

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