Octubre empezó con pequeños espasmos de mañanas soleadas, sin embargo por las noches corría un horrible viento helado. Los tres amigos habían disfrutado su semana de vacaciones. Juntos, en casa de Carmen, elaboraron un álbum con las fotos de los tres en diferentes momentos. Para eso habían comprado una caja de galletas, cinco pliegos de cartulina dúplex blanca, celofán y stickers. Pasaron un día entero haciéndolo a su imagen y semejanza, pegando las fotos que el trío había llevado para su álbum. Como Carmen era la experta en arte y decoración, hizo una bonita carátula. Había cortado la tapa de la caja de galletas, la forro con papel de regalo unisex e hizo una abertura en el centro. La niña dibujó una especie de ventana para que quedara al descubierto la foto que iría de los tres en la primera hoja. Así sucesivamente fueron pegando las fotos junto a los stickers. En cada página fueron dejando sus comentarios, sus anhelos e ideales. Cada página estaba hecha con la más infinita amistad, amor o cualquier cosa que pudieran buenamente sentir. Como título de su álbum de fotos pusieron "Hagamos de Nuestra Amistad una Leyenda", en hermosa letra palmer escarchada.
Néstor, un día, se mandó a querer hacerle el habla a Dayana. Motivado por Los Matoncitos, el niño fue directo hacia donde se sentaban los tres amigos en el patio. Cuando se paró frente a ellos, estaba tan rojo como un tomate. Indeciso, tomó el suficiente valor para que le saliera las palabras. Los tres amigos miraban a Néstor con gracia.
—Hola, Estévez, Carmen, Dayana—balbuceó un poco al decir el último nombre.
—Hola—respondieron al mismo tiempo indiferentes.
—Me preguntaba si quisieras ir a conversar a otro sitio conmigo, Dayana.
La niña lo examinó con esos ojos color caramelo frunciendo el ceño.
— ¿Me lo pides porque te gusto o porque los malandros ésos de mi salón te animaron a que me lo propongas?
El niño estaba boquiabierto tratando de formular palabra alguna.
—No, esto... sí, me gustas— el niño estaba con la cara coloradísima.
—Pues pierdes tu tiempo, yo estoy con Richard— el niño tosió ahogándose de pronto— y Carmen será la madrina de nuestra boda así como de nuestros hijos. Ya te puedes retirar porque no pienso involucrarme con alguien que anda con esos niños.
Dayana se había puesto roja al decir todo esto, pero firme mirando con enojo al niño. Néstor no tuvo otra opción que irse ofendido siendo apanado por Los Matoncitos cuando les dieron el alcance.
—Oye, Dayana, espero que eso haya sido una broma— le advirtió Richard.
—Sí, no te preocupes, algún día me casaré con Vanilla Ice.
Los tres rieron olvidando el trago amargo que Néstor les hizo pasar.
Su negocio seguía viento en popa. Nadie podía resistirse al rico chocolate caliente que les abrigaba la tarde. Cada vez ganaban más y no se podían quejar para nada. Carmen pudo comprarse su Súper Nintendo (claro, más un aporte de su papá), junto a nuevos juegos de Mario Bros. Richard, por su parte, había ido a ver el clásico U-Alianza al estadio de Matute a presenciar el partido. Aquella vez "Los Cremas" ganaron gracias a un golazo de Ronald Baroni, tras buen centro de Jorge Amado Nunes, el delantero cabeceó y Jacinto Rodríguez se tiró por las puras, porque la pelota ya estaba en el fondo del arco. El estadio estalló en un sonoro grito de "¡Goooooool!". Baroni se quitó la camiseta y celebró su anotación con "Balán" Gonzales, el Viejo Nunes, Charún, Roberto Martínez y demás compañeros. "Los Súper Campeones no tenían rival en el campo de juego", pensó Richard luego de quedarse ronco de tanto gritar el gol de Baroni-Oliver.
Por su parte Dayana se compró un cachorro de sabueso con el dinero que había ahorrado. La niña bautizó al animal con el nombre de D'Artacan. Ella invitó a sus amigos para pasar una tarde jugando a Los Tres Mosqueteros, pues tenían que aceptar al nuevo integrante de la Guardia Real.
— ¡Pero si es precioso!— chilló Carmen al ver al perrito que no se le desprendía moviendo la cola de alegría dando pequeños ladridos.
—Vamos, Aramis—dijo Dayana—, debes nombrarlo Mosquetero, usa tu espada para hacerlo.
Richard veía divertido la escena del nombramiento de D'Artacan.
—Yo, Aramis—comenzó Carmen—, te nombro miembro de la Guardia Real— el perrito jugaba mientras veía pasar la espada-peine por sus costados—. ¿Juras proteger este reino y a todos sus miembros, así como a los más débiles de las injusticias?— el perro ladró tres veces a manera de afirmación y siguió buscando la espada-peine—. Entonces que así sea.
El trío se pasó toda la tarde jugando a Los Tres Mosqueteros. D'Artacan había evitado que uno de Los Matoncitos golpeara por la espalda a Richard. Luego Dayana y Carmen vencieron a todos los malos que querían robarle el dinero a una familia de granjeros pobres. Richard peleó con un abusivo cobrador de impuestos que quería quitarle sus animales a una pobre viuda que vivía con sus tres pequeños hijos. Solito se ganó la fama de ser buen espadachín. Gritaban, se vacilaban, reían... Ahora estaban completos con D'Artacan. Sus aventuras imaginarias relucían, protegiendo a miles de imaginarios inocentes y sus fantásticas aventuras estaban llenas de color, de paz, de inocencia, algo que ellos habían cultivado, primero Richard y Carmen desde muy niños, luego Dayana, quién les proporcionó su amistad cuando ellos estaban dudosos. En el mundo que ellos crearon eran los dueños absolutos de las reglas de las cuales se regían y se basaban en dos cosas: respeto y amor; así como su amistad. Ni Miss Olga, ni Los Matoncitos, ni las Niñas Bien pertenecían en su bien respetado mundo. Ellos eran los malos, los opresores, los que quieren hacer y deshacer con los demás sin tener algún tipo de respeto. Era un lugar donde podían darle su merecido a todos aquellos que no los comprendían. Miss Olga siempre era el Cardenal Richelieu o, según el humor de los amigos, Rochefort, pues les enseñaba valores, pero no era capaz de aguantar a sus alumnos. Ilógico. No creían que una profesora podría ser tan mala con ellos, sin comprenderlos. D'Artacan había llegado de manera precisa a sus vidas. Juntos recorrían la Francia del siglo XVII para derrotar a cuanto villano se les cruce. Las aventuras comprendían la habitación de Dayana, la casa de Luz y el parque de detrás de su casa. Pasaban horas corriendo de un lado a otro, montados en sus fieles corceles para ir más rápido a la llamada de auxilio de cualquiera que necesitara su ayuda. Richard y Dayana se subían a los árboles pasándole la voz a Carmen, quien se había olvidado de su asma por completo, para que ella se enfrente al villano de turno. Luego ellos bajaban, impecables, a seguir combatiendo, sin que se les cayera el sombrero o se les desacomodara la vestimenta. El perrito corría tras ellos disfrutando de las genialidades de sus amigos humanos, ladrando para demostrar que él también vivía de lleno las aventuras.
Sus padres no podían imaginar de dónde sacaban tantas fuerzas para seguir luchando cada vez con más rivales. Ellos estaban fascinados por lo bien que habían estrechado su lazo amical, sin embargo al final del día se volvían a convertir en Richard, Carmen y Dayana, unos simples niños que convirtieron un libro en la más infinita imagen de la amistad. Aquellos "raritos", como decían Las Niñas Bien, quienes no tenían ni la más remota idea que ellos no les guardaban algún tipo de rencor, pues sus corazoncitos eran nobles y gentiles. Con Los Matoncitos había una excepción. No era cólera lo que ellos tenían hacia ellos, sino lástima. Claro, es malo sentir eso hacia una persona, pero no les quedaba otra. Capaz tenían tantos problemas o malos ejemplos en casa que lo demostraban en el colegio como una especie de desfogue. Increíble. Los niños empezaron a preguntarse si alguna vez ellos cambiarían o seguro necesitarían alguna ayuda cuando sean grandes. Y con Miss Olga, decía que era su carácter lo que no la dejaba pensar antes de actuar. Cada uno se prometió darle un abrazo al término de cada día, de ese modo ella cambiaría poco a poco su humor.
Por lo pronto se alistaban para regresar a clases y estudiar el último bimestre antes de hacer promoción de primaria, pasando así a una nueva etapa en sus vidas que recién despertaban frente a tantas cosas inimaginables.
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Dos Pasos Seguidos
Teen FictionCuando una amistad es sincera, ésta permanece aún después de años