9 La Tienda de Chocolate Caliente "Los Tres Mosqueteros"

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El invierno estaba muy fuerte estando en todo su apogeo. Richard se resfrió en los primeros días de agosto, seguido por Carmen, a quién se le complicó con el asma, y Dayana fue la última en caer. Hicieron el examen de comprensión de lectura de Los Tres Mosqueteros. Los amigos fueron los primeros en terminar y la profesora Zoila les dio permiso de salir al patio mientras los otros acababan sus pruebas. Se sentaron en las bancas que estaban solamente reservadas para Las Niñas Bien, empezaron a preguntarse qué habían respondido en tal pregunta u otra. Contentos de que sus respuestas fueran similares, dejaron de conversar por un momento. El jugar a Los Tres Mosqueteros había sido una gran experiencia. Eso más los capítulos de D'Artacan y los Tres Mosqueperros, les fue de gran ayuda. Ni bien era lunes, ellos ya estaban planificando qué hacer el fin de semana. Richard propuso ir al circo, pero como estuvo resfriado, eso se fue diluyendo, es más Dayana creía que eso era crueldad a los animales y ella era alérgica a la pelusa de ellos. Carmen invitó a sus amigos a ver películas en su casa, haría canchita y apagaría las luces para simular el cine. Dayana le hizo recordar que no le gustaba la oscuridad y que mejor pensara en otra opción. Las alternativas se iban acabando y lo que les quedaba era volver a montar su obra imaginaria de Los Tres Mosqueteros. Sin embargo Dayana sonrió al ocurrírsele una idea.

—Chicos ¿y si vendemos chocolate caliente en la puerta de mi casa?

Richard pensó que su amiga tenía un tornillo zafado al proponer eso, Carmen se extrañó pero estuvo de acuerdo.

—Vamos, Athos, no seas tonto, podemos vender vasitos de chocolate y lo que ganemos lo repartiremos en tajadas iguales.

—Es una buena idea, Porthos, pero ¿quién lo preparará?

—Yo, pues— sonrió de manera suficiente Dayana—. Aunque no lo crean se cocinar y me sale muy rica la comida.

—Vaya deberías enseñarle a Aramis— se rió Richard a la vez que recibía un lapo de Carmen.

— ¿Qué dicen mis fieles amigos? ¿Están de acuerdo?

—Está bien—respondió Richard.

—Me parece bacán tu idea—agregó Carmen.

—Entonces, tenemos unos diez minutos más para planificar nuestra primera venta, ver los ingredientes, llevar las cuentas y darle un nombre— aseveró Dayana.

—Muy bien como yo no soy el genio en las matemáticas ¿qué te parece si esa función recae en Carmen?

—Chévere— afirmó la niña—. Claro que deberíamos hacer un presupuesto de cuánto nos va a costar la cocoa, la leche, el azúcar y todo lo demás.

— ¿Qué les parece si por ser la primera vez damos los ingredientes?

— ¡Buena idea!— afirmó Richard— Podemos ir a Santa Isabel a comprar las cosas el viernes por la tarde-noche.

—Estupendo— concordó Dayana.

—Bien y ¿cómo la llamaremos?

—Puede ser La Tienda de Chocolate Caliente "Los Tres Mosqueteros" — sugirió la niña.

— ¡Pulenta! — afirmó Richard levantando el pulgar.

— ¡Fenomenal! —apuntó Carmen.

Miss Zoila salió a verlos y decirles que entraran al aula porque el examen ya había terminado y nadie parecía haberlos superado.

Al entrar, se dieron cuenta que, a juzgar por las caras, el examen había sido un desastre. Vieron que muchos de sus compañeros se lamentaban al ver los libros que habían escogido. Los Matoncitos eran los más preocupados, pues tenían una preocupación única. Seguramente ellos habían leído su obra escogida el pasado fin de semana— irónicamente— "Oliver Twist", que trataba de un niño y su pandilla. Las Niñas Bien leyeron "Mujercitas", pero al parecer solo vieron la película de mil novecientos cincuenta y tanto. Los hermanos Frank y Francia, parecían más aliviados que el resto. Ellos escogieron "Alicia en el País de las Maravillas". El resto de compañeros leyeron Las Aventuras de Tom Sawyer. Luego de eso, vinieron dos aburridas horas de Ciencias Naturales o como se le conoce hoy en día como Ciencia y Ambiente. Miss Olga comenzó a hablarles sobre el aparato digestivo y como es que éste procesaba nuestros alimentos. Además, de porqué se dan los malestares estomacales. De tarea les dejó dibujar dicho aparato señalando sus partes. El recreo llegó con su habitual ruido y emociones encontradas. Los amigos se fueron al quiosco a acompañar a Dayana a comprar. Como sus padres trabajaban, no tenían tiempo de prepararle un refrigerio, por eso le daban diez soles semanales para que los gastara cautelosamente. Dayana tenía todo listo para que se calentara su almuerzo en el microondas en cuanto llegara y se duchara hasta que su mamá regresara del trabajo a las cinco. Los amigos se sentaron cerca del laboratorio de ciencias y comenzaron a platicar sobre sus sueños en la secundaria. Dayana esperaba que esta vez sí pudiera quedarse en el Niño Jesús de Praga todo el tiempo posible para ver qué tanto perduraría su amistad con Richard y Carmen. Por lo pronto rogaban que el fin de semana se acercara lo más rápido posible.

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